Capitulo 1. El comienzo del gran juego.

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En medio de la gran mansión Vander, donde la grandeza y la excepcionalidad eran el pan de cada día, Robin Vander siempre se sintió como una anomalía. Se decía que cada miembro de la familia nacía imbuido de un don singular, una habilidad excepcional destinada a brillar en una area específica. Sin embargo, para Robin, su don cerebral no había sido de gran ayuda en un mundo donde el deporte y la destreza física eran venerados como la máxima expresión de grandeza.

En su regreso a la imponente mansión Vander, dejando atrás a un enjambre de reporteros ansiosos por la primicia de cómo había logrado ser la primera mujer mas joven en conquistar el codiciado Grand Slam y superar a leyendas tenísticas mundiales, Katra luchaba por mantener bien ajustada su gorra. Aunque notó a los paparazzi acechando tras las rejas, con sus cámaras, flashes y micrófonos, lo único que le importaba en ese momento era ver a su hermano.

Después de todo, lo que había logrado era prácticamente inaudito.

—¿Está en su habitación ya?— preguntó, dejando su abrigo con el mayordomo, quien bajó la cabeza con un aire de pesar.

—Sí, señorita—, respondió el mayordomo, mientras Katra subía corriendo las escaleras hasta el dormitorio de su hermano.

Mientras apretaba la gorra entre sus manos antes de abrir la puerta, se repetía en silencio: Si fuera un hombre...

—¡He sido la primera, Robin!—, exclamó, mostrando su medalla en el pecho y una sonrisa en los labios, mientras se acercaba para observar la situación de su hermano. Este tenía un libro entre las piernas y le devolvió la sonrisa.

—¿Qué deporte te falta por conquistar?—, preguntó con entusiasmo. —Creo que ya has dominado la mayoría.

Inclinó la cabeza hacia un lado.

—Me gustaría adentrarme en las artes marciales—, explicó, imitando una pose de karate y realizando movimientos en el aire, una patada alta aquí, un golpe allá. —Allí solo importa tu habilidad—, comentó con animación. —Creo que ha sido el único deporte que realmente me ha apasionado. Ir a China a aprender artes marciales... sería un sueño.

Pero cuando su mirada se encontró con la expresión compungida de su hermano, supo inmediatamente que algo no andaba bien.

—Robin—, dijo con seriedad, —¿qué ocurrió en esa escuela?

Las palabras escuetas de su hermano apenas arañaron la superficie de lo que realmente había sucedido antes de que él abandonara la habitación, justo cuando su madrastra aparecía en escena. Con una furia incontenible, Katra clavó su mirada en ella, culpándola por haber tomado la decisión de enviarlo a aquella prestigiosa academia donde sus habilidades no serían apreciadas y donde claramente sería blanco de acoso por parte de quienes dominaban el ámbito deportivo.

—Katra—, intervino su tio quien era doctor, en la escena, y ella lo miró. —Escuché que ganaste el Grand Slam—, agregó, aunque más con ganas de felicitarla por su logro que de cualquier otra cosa, acercándose para examinarla. —¿Tomaste tus vitaminas?— La agarró del rostro, inspeccionando sus ojos.

—Sí—, respondió a regañadientes, apartando su mano.

—Bien, hemos decidido enviarte a estudiar a la Academia de Moon—, explicó mientras acomodaba su corbata, observando a Katra que se cruzaba de brazos. —Yo asumiré el cargo de médico para vigilarte de cerca.

—Pero ¿y si no quiero estudiar allí?— preguntó con arrogancia, inclinándose hacia su primo, aunque no era necesario ya que él era mucho más alto que ella. —Puedo decidir por mí misma qué colegio elegiré, además de que planeo seguir mi camino en las artes marciales.

Suspiró y comenzó a caminar.

Al llegar a su habitación, tomó una revista que había recogido en Australia y la hojeó con tristeza. En esa inmensa mansión, la única persona a la que consideraba familia, o siquiera alguien que no estuviera con ella solo por su don, era su hermano. Apretó el puño sobre las sábanas.

Pero a diferencia de todos los demás, ella no se quedaría de brazos cruzados.

—Hola, tío Lucius—, dijo cuando escuchó que alguien respondía al teléfono. —Necesito un gran favor.

En aquella familia, si tu don no resultaba de gran utilidad, lo más probable era que te dejaran de lado, como habían dejado a su tío Lucius, cuyo don había encontrado su expresión en una peluquería llamada ''To a New You'', famosa por sus transformaciones asombrosas pero despreciada en gran medida por los Vander.

Katra estacionó su preciado carisimo coche, un Mclaren, cerca del salón y observó la revista en el asiento del copiloto una vez más, rendida. Luego, con determinación en la mirada, se ajustó la capucha para evitar ser reconocida y se adentró en el salón, donde parecía que estaban a punto de cerrar.

—Ya hemos cerrado—, dijo la recepcionista con desgana, masticando chicle. Sin embargo, cuando Katra bajó la capucha y su brillante cabellera captó su atención, su tono cambió. —Señorita Vander...

—Vengo a ver a mi tío—, dijo, sentándose en una de las sillas frente a uno de los espejos.

Al instante, alguien fue a buscarlo, con una pizca de pereza. Su tío salió de su oficina y la miró con desinterés mientras revisaba su teléfono y veía las noticias, donde su rostro aparecía en primera plana.

—Entonces, Katra, ¿vienes cuando se te antoja para perder el tiempo porque eres una de las estrellas Vander?— dijo, apoyándose en la silla donde estaba y mirándola a través del espejo.

—Por supuesto que sí—, respondió con firmeza. —Además, necesito tu ayuda para disfrazarme como Robin.

Su tío le dirigió una mirada escéptica y entrelazó las manos frente a su pecho.

—Todavía queda...

—Puedo vendarme—, dijo con indiferencia, ya que le había informado a su manager que se tomaría un semestre libre antes de volver a competir en cualquier deporte. —Solo necesito que me hagas una peluca y algo para parecer un chico.

—Qué humor el tuyo—, comentó su tío con poca emoción, pero se puso manos a la obra.

Les llevó casi una semana probar varios estilos antes de encontrar el adecuado. Aunque la diferencia entre su hermana y ella era que Katra lucía sorprendentemente adorable con su peluca y su atuendo masculino recién adquirido.

Se miró en el espejo, acompañada por su tío y su asistente.

—¿Tu hermano sabe lo que estás planeando?— preguntó su tío, repasando los detalles en sus manos.

—No—, respondió ella, ajustando su flequillo y observando su reflejo. —Pero no me preocupo. Mi manager ya está al tanto de que exploraré el siguiente deporte por conquistar, y mi hermano... bueno, estos documentos son para él, ya que se está inscribiendo en una escuela para mentes brillantes.

Sonrió para sí misma y se puso las manos en las caderas.

—Espero que estés preparado para la actuación.

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