-Qué gusto verte, señorita Galeno.
-El placer es mío, Mazzini.
-¿Tiene lo que le pedí? -menciona sentándose en su silla de cuero.
-Así es, pero me gustaría tener un poco de privacidad -le digo directamente a Bruno que está apoyado en la puerta principal ya cerrada, cruzado de brazos.
-¿Ahora eres tímida, preciosa? -coquetea el mujeriego, acercándose a mí.
-Créeme, es de todo menos tímida, hijo mío -dice Pedro aparentemente divertido.
-Lo tiene todo en su correo señor.
Empiezo a hablar en clave, que Pedro sabe perfectamente identificar. La noche anterior imaginé que esto podía pasar, ya sea con su hijo u otra persona distinta y me puse en contacto con él.
-Entonces...¿Es posible que esté en malas condiciones? -dice el señor Mazzini.
-La estructura no es tan sólida como queríamos. Parece ser que hay indicios de manipulación, sin embargo, he seguido ese rastro y no es del todo confiable. He tenido que reciclar algunos tornillos sueltos. Por el momento, le recomiendo esperar dos semanas más. Pasado ese tiempo, me pondré en contacto con usted.
-Bien. -Se pone de pie y da por finalizada la reunión-. Gracias por tu tiempo Sofía, me gustaría que disfrutase del resto de la noche. Invita la casa.
Nos dirijimos a la puerta con intención de salir, pero tras alejarse Pedro, un brazo se interpone en mi camino. Levanto una ceja cuestionándolo en silencio y por un minuto me dedico a analizarlo. El pelo le ha crecido y ahora lo tiene más rizado. Su mirada oscura intensifica la tensión sexual que hay entre los dos y las gotas de sudor que bajan por su garganta sólo aumentan mi sed. La camisa negra que lleva puesta se le pega perfectamente al cuerpo. En un año se ha vuelto más esbelto. Tiene los dos primeros botones desabrochados, destacando su acelerada respiración por culpa del pequeño pero intenso baile que hemos tenido hace un rato e inevitablemente me muerdo los labios queriendo saber hasta qué punto puedo llegar a avivarle el pulso.
-¿Conque Sofía, eh? -levantando mi barbilla con su mano derecha, libera mi labio inferior de mis dientes-. Me encantaría ser yo el que mordiera estos labios...
De un rápido movimiento deshago su agarre. Y vuelvo a desafiarle con la mirada, sin embargo, sus facciones ahora son duras.
-El lunar que tienes en el cuello... -dice pensativo para luego dar un paso hacia adelante obligándome a dar marcha atrás. De un portazo cierra la puerta aturdiendome en el proceso-. ¿Cómo he sido tan estúpido por no darme cuenta antes? Tu y yo vamos a hablar ahora mismo.
Recomponiendo mi postura profesional, camino marcha atrás al mismo tiempo que él se acerca de manera intimidante a mí, hasta darme con el borde de la mesa de su padre-. ¿De qué quieres hablar?
-No te hagas la tonta, ¿qué negocios te traes con mi padre, ridícula? -Sistemáticamente me pongo rígida.
-Los negocios que tenga con tu padre no te incumben -salto a la defensiva. Le noto muy alterado y puedo corroborarlo cuando pega con un fuerte ruido las palmas de sus manos a ambos lados de la mesa, acorralándome en medio de ellas.
-No me provoques...
-¿O qué?- Levanto la barbilla para retarle con la mirada. He de admitir que la situación me pone cachonda. Él desde arriba furioso y yo empequeñecida por su cuerpo, me calienta la sangre.
-No me conoces ridícula, he cambiado y puedo asegurarte que no me tiembla la mano a la hora de pelearme con alguien. Ya sea hombre o mujer.
-Es verdad... No me acordaba que te gusta dar nalgadas-. me burlo colmándole la paciencia.
-Por mucho que hayas cambiado fisicamente, sigues siendo la misma ridícula de antes-. escupe con la intención de dañarme. Y por un segundo siento que lo ha conseguido pero luego recuerdo las cicatrices de mi espalda, producto de mi entrenamiento.
-Eso ya lo veremos...
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Sangre Púrpura
RomanceUna clase social de distancia. Un hermano que no pude salvar. Su mejor amigo, mi trabajo. Siendo su ridícula desde niños, le cuido desde las sombras. Las emociones están prohibidas. Si siento, paliza. Él, mi desorden. Sus caricias, mi locura. Su v...