<<?>> Euforia y vesania.

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Caminábamos juntos y podía sentir como su entusiasmo me arropaba, y de alguna forma limpiaba la niebla alrededor.

Bruce sabía justo lo que había que hacer, a donde había que ir. 

Hablaba de cosas irrelevantes inherentes a la escuela. Y yo realmente no escuchaba que era lo que estaba diciendo. Paradójicamente es porque estaba más concentrado en su voz en sí misma. 

Era una voz con un timbre profundo, era una voz que, de tener una representación corpórea, darían ganas de ser arropado por ella. Me gustaba perderme en esa voz. Era como si mis tímpanos se contoneasen. "Sigue hablando, no dejes de hablar." Me decía a mi mismo mientras asentía, absorto.

Tan absorto que choqué contra un chico enorme. Mis gafas cayeron al suelo mientras que ese armario, sin siquiera disculparse, ya comenzaba a alejarse.

"¿Estás bien?" Me dijo Bruce en tono amable al tiempo que se agachaba a recoger mis gafas.

Era la primera vez que mi cerebro se bloqueaba, y más frente a una pregunta tan simple. En consecuencia, permanecí en un extraño silencio que Bruce no supo como interpretar.

Se había vuelto a incorporar. Y por un momento realmente dudé si era esa la persona cuya imagen me estuvo atormentando durante tanto tiempo. Fueron tantos años en las que la envidia por él me corroía, devoraba mis entrañas día tras día. Y siempre me dije a mi mismo que si lo tuviese en frente lo primero que haría sería estrangularlo... Pero ahora estaba frente a mí, y el único impulso que sentía era el de acariciar de nuevo sus manos níveas. Eran unas manos tan cálidas para su color...

El sonido de un horripilante timbre hizo resonar mi cráneo por completo. Bruce abrió sus ojos como platos y sus bellos, como los de un gato, se erizaron.

"¡Vamos! ¡No querrás llegar tarde en tu primer día, 'chico nuevo'!"

Caí en la cuenta de que todavía no me había presentado.

Bruce me tomó de la muñeca con decisión y echó a correr por el pasillo. Yo no era capaz  de levantar la vista de ese suelo que pasaba rápido ante mis ojos ya no tan cansados. 

Bruce tenía un agarre fuerte. Empezaba a hacer calor, quizás por estar corriendo. Él también debía de sentirlo, pues pude notar ínfimas gotas de sudor pasando de su palma a mi muñeca.

Esto me sirvió como excusa, lo siguiente fue un movimiento semi-involuntario, en el que deslicé ligeramente mi muñeca hacia mí, de forma que Bruce tomó mi mano. Al darse cuenta de esto, Bruce aflojó su agarre. Me dirigió una mirada y una sonrisa pícara, las cuales fueron directas a colarse en mi pecho y deslizarse por mi caja torácica. Entrelazó mis dedos con los suyos. Mi respiración se agitaba salvajemente.

"Hemos llegado. Es aquí."

Ambos nos dirigimos una mirada expectante, frente a la puerta del gimnasio. Mirada que desembocó en una nueva mirada dudosa dirigida, por parte de ambos, a nuestras manos todavía entrelazadas. Ambos sudábamos por nuestras palmas. Pero a mí no me importaba, una parte de mí sentía que disfrutaba de sentir el sudor de Bruce. Repentinamente, una sombra de apabullante inseguridad me asoló. "¿Que estoy haciendo? ¡¿Que estoy pensando?!" Pensé para mi mismo, y despegué mi mano de la de Bruce, con arrepentimiento de haberla agarrado en primer lugar, pero también de haberla soltado. No quería soltarlo, menos quería que me soltara.

Bruce me dedicó una sonrisa que me sugería que no sabía como reaccionar, y fue la primera vez que vi a Bruce no estar seguro de algo. 

Entramos al gimnasio.


Estaba atestado de alumnos, y pude atisbar al chico-armario con el que antes me había golpeado. El director ya había comenzado a hablar cuando entramos, y pude discernir en la expresión de Bruce como eso le molestó.

Su discurso fue capaz de volver a hacer mi corazón dormitar, aún después de todo ese sobresalto. Mi cerebro simple y llanamente dejó de oír lo que decía, considero que fue una buena decisión, puesto que se trataba de un discurso completamente genérico sobre la educación y la disciplina. La voz del director también era grave, pero no tenía punto de comparación con la de Bruce. La voz de ese carcamal era monótona, se tornaba incluso difícil de oír, puesto que era como si mis oídos intentasen masticar algo realmente duro y resbaladizo. Su papada bajaba y subía. Y cuando bajaba, se dejaba caer sobre el cuello de su camisa sudada. Y su poblado bigote lucía sucio, hacía juego con su cabellera nauseabunda y poblada de entradas.

Hacía ya tiempo que había identificado ese impulso mío de percibir a cualquier ser en el poder, cualquier ser por encima de mí, como seres repugnantes, como larvas que comían de las tripas de los débiles. Y nunca me equivocaba. El poder corrompe, el ego transforma hombres en monstruos en forma de gusanos gigantes. Hacía ya tiempo que me había jurado a mí mismo bajar del pedestal a esas entidades repulsivas que contaminaban Gotham. Hacía tiempo que me convencí de que los gritos de ese orfanato serían los alaridos de ánimos que recibiría en mi lucha por la libertad, por la venganza. Yo soy la venganza, esos cerdos nos mantuvieron viviendo en la infamia de un presente y un futuro incierto, y estoy en lo correcto al querer verlo a todos revolcándose en su propia mugre, rogándome perdón, pero no los voy a perdonar.

No podía seguir soportando ese monólogo lleno de insinceridad y arrogancia disfrazada de humildad. Cada palabra rebotaba en mi cerebro cada vez a volúmenes mas altos.

"¡Estamos juntos!" 

Me dijo Bruce súbitamente, interrumpiendo mis pensamientos y explotando alegremente la nube negra que asolaba mi cerebro retorcido.

"¿Qué?" Le contesté.

"¡En la habitación!" Bruce estiró su largo dedo en dirección a un gran tablero que estaba mostrando el director con orgullo, en el que se daban detalles sobre la organización de las habitaciones. "¡Estamos juntos en la habitación!" Me repitió con entusiasmo.

 Y al ver sus ojos brillar no pude evitar esbozar una tímida sonrisa.



𝓑𝓻𝓾𝓬𝓮 𝓦𝓪𝔂𝓷𝓮  𝔁  𝓔𝓭𝔀𝓪𝓻𝓭 𝓝𝓪𝓼𝓱𝓽𝓸𝓷 | Bats x RiddlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora