Amigos Simplemente

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Eduardo.

"Como siempre, has logrado decepcionarme, aun cuando no esperaba nada de ti... como madre pensé que sería buena idea corregirte a gritos, pero ahora veo que tuve que haberlo hecho a golpes para que te quedara claro cuál era el camino correcto y no salieras con tus estupideces"

Desperté de golpe con el cuerpo empapado de sudor, miré a mis alrededores buscando a alguien para soltar un costal que no estaba dispuesto a cargar, encontrándome con la silueta de Gonzalo abrazando a luna, ambos profundamente dormidos. Por un momento olvide donde estaba, el lugar de noche se veía como uno completamente diferente, la oscuridad y el silencio parecía que eran los propietarios de la situación, solo siendo interrumpidos por el sonido de algunas sirenas de ambulancia que aparecían unas cuantas veces.

Decidí recostarme un rato, los mareos que sentía en ese momento me daban la sensación de que en cualquier momento caería en un desmayo, mi boca comenzó a soltar mucha saliva mientras que toda mi garganta se preparaba para recibir el ácido de mi estómago. Instintivamente me puse de pie, mientras que con la mirada comenzaba a buscar la puerta que me introdujera al baño.

Sin pegar suerte alguna tuve que aguantar las ganas de revolver el estómago, tragando el desagradable líquido que insistía en salir. Salí de la habitación buscando algo que tomar, tenía la acidez aun en la boca, esa sensación incomoda que provocaba mucha saliva con un sabor bastante irritante.

—¿Eduardo?, ¿Todo bien? —escuche algunos pasos después de escuchar aquella voz que era difícil de confundir—Son las tres de la mañana, ¿qué haces despierto a esta hora?

—Tengo hambre... y me duele la cabeza—mientras hablaba escuche nuevamente pasos que no eran de Ramiro, sino de una cachorra que rápidamente se colocó sobre mis pies.

—Entonces no es por hambre... o quizás sí. Hay un poco de arroz en la estufa por si gustas, perdón por no tener mucha comida, casi no como aquí.

—No te preocupes Ramiro, con esto me conformo—mire un par de veces la olla donde se encontraba el alimento que había mencionado Ramiro. Tome un plato de la pequeña alacena que este tenía en su casa para poder calentarme un poco, a la mejor tenía razón y el hambre era la que provocaba el dolor de cabeza, pero no estaba del todo convencido de comer por el vómito.

—¿Te duele la cabeza dices?, ¿no quieres una pastilla o algo así? —Ramiro se sentó en la mesa mientras jugaba con sus pies que se encontraban en el aire.

—Pará nada... —el sonido del microondas llamo mi atención indicando que el arroz estaba listo para comer.

—¿Quieres tortillas? Solo que tendrás que calentarlas también, digo, nunca estoy preparado para que a alguien le de hambre a las tres de la madrugada.

—¿Todo bien Eddy? —sin darme cuenta, Gonzalo ya estaba a un lado de Ramiro, meciendo como a una bebé a luna, quien trataba de escapar de los brazos de Gonzo.

—Si—estuve en silencio admirando el plato de comida que se encontraba frente a mí, con ganas de comer, pero con miedo de revolver el estómago. Levante la irada para cruzarla con Gonzalo, quien se veía preocupado, al mismo tiempo que mostraba un semblante tranquilo.

—¿Seguro?, ¿no quieres una pastilla o algo así?

—Gonzalo tiene razón Eduardo, puede que te haga daño estar así, mejor tomate algo para el dolor, come un poco y regresa a dormir.

Sin decir nada más acepte la pastilla que Ramiro me ofrecía, probablemente ambos tenían razón, la comida me sirvió un poco pero sinceramente no note mejoría alguna en el dolor. Los tres nos quedamos un buen rato en la sala con las luces apagadas, pues, aunque quisieran prenderlas era yo quien pedía la poca iluminación en el lugar.

En Busca de un Hogar 🏳️‍🌈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora