[mariano × camilo]
Las habilidades de transformación de Camilo evolucionan a tal nivel que, cuando se reconstruye Casita, la familia festeja y Camilo vuelve a casa con un integrante más de la familia.
Camilo jamás se había interesado en alguien de forma sexual o romántica, y era extraño porque era curioso como gato, había incluso comido tierra para averiguar a qué sabía, así que el que ni siquiera se le hubiera pasado por la cabeza su preferencia sexual a sus casi 16 años era inverosímil.
De todas maneras el no sentir atracción sexual o simplemente no buscarlo no le molestaba, conociendo a su abuela ella lo casaría con una chica del Encanto sin consultarle o, en el mejor de los casos, alguien se le confesaría y aceptaría por presión social. Al final a Camilo le daba igual y paseaba por la vida metido en sus asuntos.
Pero, contrario a Camilo, su hermana Dolores había empezado a salir con Mariano Guzmán, el ex prometido de su prima Isabela, y cuando Camilo miraba a Mariano sentía algo raro en el pecho. No, en el estómago, de donde venían sus emociones.
¿Es porque era guapo? ¿amable? ¿le acariciaba la cabeza cada que lo saludaba y le sonreía compitiendo con el mismísimo rey sol?, probablemente. Sin embargo Camilo odiaba sentirse así cerca de Mariano, apenas se conocían y con que le dijera "Buenos días, Milo, ¿cómo dormiste?, espero que bien" en todas sus malditas visitas ya convertía un viernes normal en el mejor día de la semana.
Detestable.
Camilo prefería ignorar las emociones raras que Mariano le causaba, tener la cara caliente después de un halago suyo era inconveniente, ilógico y cansino, lo hartaba no poder controlar sus reacciones porque Mariano era dulce y comprensivo con él.
Inoportuno.
A diario Mariano estaba para acompañarlo, si Camilo estaba solo en la sala o vagando por ahí el mayor aparecía y trataba de entablar una conversación, lo cual despertaba la curiosidad del pueblo, de su familia, de Dolores.
Irritante.
Si cabía la posibilidad Camilo evitaba a Mariano, le jodía muchísimo que fuese tan amable y atento con él sin motivo aparente, ser un buen cuñado no bastaba como explicación, para Camilo era un sinsentido constante con nombre y apellido memorable.
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Aquella mañana se sentía nueva, a pesar de que la casa lucía casi exactamente como antes, la familia Madrigal sí notaba los cambios en el ambiente, en la energía, en el aire.
Uno de ellos era Mirabel, que no sólo tenía su puerta (la principal), si no que tenía su propia habitación ya no compartida con los niños venideros, pero ¿porqué preocuparse?, no era como si su tía tuviese más hijos.
─ Tal vez Dolores tenga hijos pronto─ dijo Isabela, su hermana mayor y la mayor de los seis nietos.
─ ¿Tú crees?─ inquirió Luisa, la mediana, y dio un sorbo a su taza de café─ aún es joven, la tía la tuvo a los 30 masomenos, le sobra tiempo.
