🔥 Seis

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— Te quiero a ti.

Sus palabras quedaron sueltas en el aire durante varios segundos. Soraru lo miraba incrédulo, la sorpresa plasmada en todo el rostro junto con una mueca de confusión (y Mafumafu también se sorprendió porque juraba que Soraru no tenía más expresión facial que la de aburrimiento o desinterés), aunque no tardó en volver a su expresión habitual, casi como si no lo hubiera oído. Por un momento Mafumafu temió no haber dicho aquello realmente y sólo imaginarlo porque los segundos pasaban y el menor no respondía ni parecía reaccionar más. De hecho, si no fuera por el gesto cínico que formó Soraru de repente, el cual demostraba que aparentemente estaba barajando sus cartas antes de responder, de verdad pensaría que no había admitido nada. A continuación, Soraru suspiró y negó con la cabeza mientras llevaba una mano al brazo del menor para sujetarlo con fuerza y se acercaba a su oído para susurrarle algo. Mafumafu se tensó ante la cercanía, expectante al escalofrío que lo recorrería entero una vez sintiera el aliento cálido y mentolado del más bajo chocando contra su cuello.

— Te llevaré a casa.

Esa no era la reacción que esperaba. Frunció el ceño y se giró para mirar a Soraru, buscando algún rastro de broma en sus penetrantes ojos negros, aunque no encontró más que vacío en su mirada. ¿Lo había enfadado con lo que había dicho? Tenía sentido considerando que se suponía que eran amigos ahora, tenía más sentido si recordaba que Soraru era heterosexual, y tenía muchísimo más sentido si tenía en cuenta que el chico era el novio de su hermana... lamentablemente, Mafumafu no estaba suponiendo, recordando ni teniendo cosas en cuenta en ese momento. Mafumafu simplemente estaba mirando el cuerpo delgado y delicado del menor, su piel levemente blanca y suave, sus facciones agudas y masculinas, sus ojos penetrantes, sintiéndose hambriento y ya de mucho tiempo, y no encontraba una buena razón para dejar de intentar irse a la cama con Soraru. Ladeó la cabeza y formó un puchero inconscientemente, no quería enojar al chico, pero tampoco quería irse sin obtener nada ya alcanzado ese punto, se había convencido y seguiría hasta el final. Había juntado el valor para confesar su secreto más profundo y ya no quería echarse atrás, sólo quería tener a Soraru sólo para él por una noche, ¿y cuándo mejor que en ese instante en el que nada lo asustaba, nada lo intimidaba y mucho menos le importaba? Esa noche era la perfecta para olvidarse de los valores, la moral, la ética, de su familia y de todo lo que no fuera volver sus fantasías una realidad.

— No quiero ir a casa —protestó, acercándose más a Soraru—. Todavía no.

— Avísale a tu amigo que te vas sin él —ordenó el menor, ignorando los pucheros y ojos de cachorro de Mafumafu—. Yo llamaré a tu herm...

— ¡No! —Exclamó de repente, sorprendiendo por segunda vez al pelinegro—. Por una noche, Soraru, sólo por una noche... no pienses en ella...

— ¿De qué hablas ahora, Mafumafu? —Cuestionó Soraru, presionando más el brazo del menor—. Deja de jugar y vámonos.

Sin darle tiempo a responder, Soraru lo jaló del brazo para comenzar a caminar rumbo a la salida, arrastrándolo con él. Mafumafu intentó soltarse del agarre del mayor, pero sorprendentemente este tenía mucha más fuerza de la que parecía, y Mafumafu no se encontraba en todos sus sentidos realmente, era una lucha inútil porque sabía que perdería. Se dejó llevar, resignado, caminando a tropezones debido a la falta de coordinación que sufrían sus piernas por el exceso de alcohol, mordiéndose el labio en lo que pensaba cualquier forma de salvar la noche. Luego de avanzar entre la gente (a quienes Soraru empujaba para poder pasar sin importarle una mierda las miradas y los insultos que dirigían a su persona) finalmente llegaron a la puerta, y en menos de dos minutos se encontraban afuera del bar, solos en la calle vacía a excepción de ellos dos. Aunque no hacía frío, la brisa fresca de primavera golpeó a Mafumafu en el rostro haciéndolo estremecerse por un segundo, y de alguna manera eso lo hizo reaccionar a tiempo para intentar, una última vez, lograr su cometido. Se detuvo de golpe, haciendo que Soraru se detuviera con él, y aprovechó ese instante de confusión para liberarse de su agarre. Como era de esperarse, Soraru se dio la vuelta dispuesto a tomarlo de nuevo, pero Mafumafu no le dio tiempo: llevó ambas manos a las mejillas rechonchas del menor y juntó sus labios a los de Soraru con urgencia.

Don't tell onee-san ❥ SoraMafuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora