✨ Único ✨

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Jungkook no era el tipo de persona complicada, solía ser practico y siempre prefería la discreción. Tampoco es que le importara mucho: era alguien sencillo, poco expresivo y racional. Le gustaba ir al bar después del trabajo a beber una cerveza y relajarse. Cada fin de semana desde que se había mudado a ese viejo departamento era la misma rutina, salía de la empresa cerca de las nueve, se aflojaba su corbata y de camino a su departamento se tomaba una Budweiser en Danbam. Luego compraba un refresco de limón y un par de hamburguesas, una vegetariana y otra con doble carne. Conducía hasta su hogar y al llegar a la puerta Jimin ya se encontraría sentado frente a su puerta, esperándolo, con su ropa extraña y ese mechón de cabello rebelde que parecía nunca querer cooperar. Luego ambos cenarían tranquilamente hasta que el chico tuviera que irse a su casa.

Park Jimin era su vecino del departamento aledaño, el chiquillo molesto que nunca lo dejaba en paz. Vivía con su madre y su padrastro, no tenía hermanos y era vegetariano. Esos fueron los datos que le proporcionó cuando se conocieron. El día que se toparon en el elevador y de repente este comenzó a hablarle, como si llevaran toda una vida conociéndose.

No quiso decir nada más, ese día Jungkook al parecer se sentía más bondadoso de lo normal, porque de alguna manera el chico terminó cenando ramyeon en su departamento, muy tranquilo y confianzudo. Como si él no tuviera nada más importante que hacer que darle de comer a un chiquillo que se había peleado con sus padres.

Aun así, no dijo nada, se dedicó a observar al chico comer, después de todo no es que le molestara mucho compartir su comida, Jungkook era un pésimo cocinero así que siempre terminaba pidiendo a domicilio, ordenar un poco mas no le molestaba, el dinero no era un problema, era dueño de una empresa bastante reconocida que se dedicaba a la publicidad, además, Jimin parecía realmente reacio a regresar a su casa. No fue hasta que él mismo lo llevó hasta la puerta de su departamento que el muchacho cedió.

La madre se disculpó muy avergonzada y arrastró a su hijo con brusquedad hacia dentro en cuanto llegaron. Jimin se veía molesto, pero no dijo nada. Tampoco él.

Creyó que eso sería todo, al fin y al cabo, ellos no eran amigos o algo por el estilo, Jimin tenía dieciséis años en ese entonces y él estaba por cumplir veintiséis. La diferencia de edad era suficiente como para discrepar.

Pero no pasó. Al día siguiente el chico volvió a aparecer en su puerta.

Fue una sorpresa para Jungkook, quien no había tenido sobresaltos ni acontecimientos inesperados en toda su vida, que aquel jovencito de cabello castaño le tendiera una paleta y le pidiera quedarse a cenar.

—Tómala como un intercambio —había dicho— tú me dejas cenar contigo y yo te doy dulces.

¿Qué diablos?, había pensado. ¿Acaso es un niño?

Esa noche Jungkook ni siquiera había tenido tiempo de llegar a Danbam, estaba cansado del trabajo y solo quería darse un baño e irse a dormir. Quizás los años ya le comenzaban pesar. O solo quizá el trabajo lo estaba volviendo un viejo. De cualquier forma, no tenía ganas de jugar a los intercambios con un chico de dieciséis.

—Regresa a tu casa Jimin, —estaba cansado, solo quería echarse a dormir.

—No quero, ¿Sabes que ella me odia? Lo notaste, ayer, vi tu cara, es la misma cara que ponen todos.

¿Qué tenía que hacer él? Nada, no era su responsabilidad.

—Es tarde, vuelve.

Y Jungkook entró a su departamento, dejándolo en el pasillo con el dulce en la mano.  

Habría sido lo mejor, él se habría ahorrado tantos problemas si tan solo se hubiera mantenido al margen. Pero no fue así, y tuvo que pasar una semana para que después de tantos intentos, regaños y dulces, al fin lo dejara cenar con él.

Lo extraño más cuando me abraza -KM One shotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora