Un mundo sin él.

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Día 7: Creo que lo amo. 

Pieck se acostó en la cama cubriendo sus hombros y espalda con la chaqueta verde de Porco. Aún olía a él, aquel aroma a menta que siempre tenía. Apretó sus labios y sus ojos.

No voy a llorar. No voy a llorar por mi mejor amigo. Él no quería verme de esta manera después de su muerte. Él no quería verme destrozada.

Debes ser fuerte.

Debes mantenerte de pie.

Debes contener las lágrimas.

Eres más fuerte que esto.

Intentó convencerse a sí misma de que está situación no era suficiente motivo para mancharse la piel, que se le hinchen los ojos o que su cabeza le doliera.

Solo era Porco. Mi mejor amigo desde que tengo memoria, solo era mi compañero de almuerzo, de travesuras o de risas.

Negó con la cabeza repetidas veces mientras el olor de su chaqueta se impregnaba en su ropa, en su cabello o en su piel. Apretó más los labios lastimando sus encías con los dientes. 

—No, no lloraré. No lo haré.

Sin embargo, su pecho estaba hecho una piedra de tanto que retenía todo lo que estaba sintiendo en ese momento. Su garganta ya le dolía por contener aquel grito de dolor que había detenido desde que vio a Porco salir de su titán con tal traumatismo craneal. Las lágrimas se le formaban en los ojos, pero ella aún estaba negada a aceptar que su amigo ya no estaba con ella. 

—Pieck, eres más fuerte que esto...
—Piku ¿Quieres que te cargue? —sin permiso de ella tomó sus muslos en la parte trasera subiéndose a su espalda obligando a que la chica se agarre de sus hombros.

Rodó la primera lágrima por su mejilla llegando a caer de costado por la posición que se encontraba, manchando la almohada de él con lágrimas.

En posición fetal sosteniendo ya las sábanas en una forma de intentar disimular que Porco estaba a su lado, soltó aire como si así se fuera a calmar.

—Siento que no te he visto en años.
—¿En serio? Si nos vemos todos los días en el campo de batalla.

Apretó las sábanas con sus manos lanzando una lágrima de cada ojo al recordar que lo veía todos los días, en su forma titán o no. Lo veía cada maldito día. Y ahora no lo vio hace meses, no lo vería nunca más, no escucharía su voz, no sentiría su cálido abrazo. Ya no estaría más con ella. 

Abrió la boca en busca de aire, su nariz estaba completamente congestionada, las lágrimas ya no se quedaban en sus ojos, estaban mojando todo su rostro con rapidez, mientras la chica sentía que su garganta iba a romperse en cualquier momento, que su pecho la presionaba bastante, todo su cuerpo temblaba.

Tengo hambre Pokko.
—Ten, mi sándwich. Pero no me llames así Piku.
—Te llamo como yo quiero — quitó el sándwich de su mano mientras el chico se reía.

Desordenó la cama de Porco poniendo su boca contra la bola de mantas que logró formar con sus brazos para morder las sábanas con tanta fuerza evitando gritar. Evitando que salga aún más su dolor. 

Tantos meses habían pasado, tantas cosas pasaron desde ese entonces pero jamás se detuvo a recordarlo, a llorar y dejarlo ir. Principalmente porque ella aún no aceptaba que estaba en un mundo donde no existía el ochenta por ciento, ni tampoco él. Un lugar en el que ya no había guerra y ya no estaba él para verlo.

Sin embargo, pronto empezó los espasmos en su cuerpo por contener tanto los sollozos que salían del fondo de su pecho, abrió la boca dejando que los sollozos uno tras otro desgarró su garganta, chillo contra las sábanas mientras las lágrimas terminaban por empapar el rostro de la chica.

Pokkopiku Week 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora