Tercer capítulo

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Amanecía y yo ya estaba levantada preparando el desayuno. No había que perder ni un segundo de luz diurna. 

Terminé de tomar mi café para dirigirme al trabajo. 

Iba a pie, lamentablemente no poseía el lujo de algún carro para transportarme, así que mis pies eran mi única opción. La temperatura a estas tempranas horas de la mañana era baja. Cada vez que exhalaba podía ver el aire caliente que antes estaba en mis pulmones y que ahora era reflejado en forma de una pequeña nube. El pensamiento me hizo sonreír débilmente, recordando a esos tiempos de la infancia cuando estos mínimos detalles me divertían tanto.

Tomé aire y fuerza cuando llegué a esa parte insufrible del camino.

Evité desviar la vista a la gran mansión que se hallaba imponente al costado de la senda. Me sentía observada, incomoda...pero era una sensación que ya la tenía familiarizada, así que como de costumbre...la ignoré.

Un gran peso abandonó mi espalda cuando dejé atrás la gran residencia donde habitaban esas sombras humanas. La parte difícil ya había pasado. 

Llegué a la casa donde esperaba mi trabajo. Me arreglé el cabello y planché con mis manos el vestido floreado, asegurándome que ninguna arruga arruinara mi presentable imagen.

Toqué con mi distinguido ritmo la puerta de madera y esperé. Cuando la puerta se abrió, una sonrisa practicada hasta el cansancio y perfeccionada de manera obsesiva se plantó en mi rostro -Buen dí-

-Estas despedida.

¿Que?

Me tomó unos segundos reaccionar -Disculpe, creo que no compren...

-No es difícil de entender, niña -la mujer suspiró, masajeandose el puente de la nariz -Iré directo al grano, eres muy joven, y yo preciso alguien de madurez que ponga mano dura a los niños cuando se tornan traviesos.

-Pero, yo puedo...

-No- volvió a interrumpir -¿No entiendes? No es solo eso, eres una niña...muy joven para una tarea como esta. Los niños no te toman en serio y no me sirves de nada si no puedes cumplir con algo tan básico -me miró de pies a cabeza con el ceño fruncido -Mírate, vestida de esa manera tan llamativa. Pareces necesitada de atención ¿Acaso quieres insinuarte a mi hijo?

Fruncí las cejas -¡Por supuesto que no! - me apresuré a negar -¿Como me cree capaz de eso? Es solo un niño de diez años.

Ella curvó una de sus cejas mal depiladas -Hoy en día las tipas como tu buscan de un hombre lo mas rápido posible, sin importar su edad.

Estoy segura que, de no ser por cuestión de lógica, la mandíbula se me hubiera descolocado cayendo al suelo, tal como los dibujos animados. 

Esto era de no creer.

-Ya notifiqué a tus superiores, así que no tienes nada que hacer aquí - me cerró la puerta en la cara, sin dejarme decir una palabra.

Trague grueso, atragantandome con la mezcla de saliva y rabia.

Di media vuelta y cambié mi dirección.

-Buenos días Milagro- el guardia me saludó cordial como siempre inclinándose levemente.

-Buenos días Harry ¿Que tal tu día? -era un hombre apuesto, bastante joven para su puesto como guardia de seguridad del Orfanato.

-Por tu expresión, puedo deducir que mejor que el tuyo -me sonrió dejando a la vista sus lindos hoyuelos -¿O me equivoco?

Deje soltar una risa -Como siempre, tan intuitivo señor Harry.

Una carcajada de su parte me dejó atontada por su naturalidad y lo que provocaba en mi interior al oirla -Es un alivio tener aún mi toque ¿Verdad?

Los gemelos: si lo quieren, lo obtienenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora