❝FORGET❞ [Vhope] [Namjin]

Q u i n c e

"Ahora no hay razón para culparse, y deberías saber que yo sufrí lo mismo."

Se miró al espejo y arregló su camisa blanca, cerró los botones con sumo cuidado y luego se colocó de lado para buscar algún defecto.

Al no encontrar nada soltó un suspiro y giró sobre sus talones, caminando luego en dirección a la puerta de su habitación con un grueso libro entre sus manos.

Una ligera curva apareció en sus labios delgados al ver la figura de su mejor y, quizá, único amigo caminar en su dirección a pasos presurosos mientras arreglaba sus cabellos negros con las yemas de sus dedos.

— ¡Hyung! — murmuró el recién llegado haciendo una reverencia, mirándole apenado cuando se enderezó en su lugar. — Llego tarde, lo siento.

El príncipe negó sutilmente, manteniendo la postura digna de un príncipe a pesar de sentir diversión, algo raro en él, al ver a su menor mirarle como si de un pequeño cachorro arrepentido se tratase.

— Ayer tuviste muchas cosas que hacer. Puedo entender eso, no soy un monstruo, Namjoon. De todos modos, acabo de salir de mi habitación. — le dijo para su tranquilidad.

Namjoon soltó un suspiro de alivio y se hizo a un lado, dejando que su príncipe siguiera con el camino que llevaba. — ¿Qué hará ahora, alteza? — preguntó, usando el título honorífico al pasar junto a varios sirvientes haciendo sus trabajos.

— Lo que debí hacer hace más de una semana, Kim. ¿La habitación está lista? — preguntó comenzando a bajar las escaleras.

— Es la señora Yang Mi la que debe encargarse de eso, hyung. — respondió en un susurro. — Pero apenas lo haga, me encargaré de que las cosas estén tal y como las quiere. Se lo prometo.

El mayor le miró de reojo y asintió en su dirección, soltando un suspiro mientras comenzaba a caminar por el pasillo del primer piso por el que, se suponía, no debía ir. Su destino era uno, sólo uno, y a cada paso que daba comenzaba a pensar en lo que podría pasar luego, en lo que su propio poder le podría permitir hacer para proteger a quien lo necesitaba justo ahora.

Se detuvo a un par de pasos de la cocina, tomando un gran respiro antes de dejar el libro en las manos de su menor, quien lo tomó sin rechistar y tragó saliva.

Avanzó y abrió la puerta, recibiendo al instante la mirada sorprendida y asustada de cocineros y pocos sirvientes en la cocina. Ellos parecieron reaccionar luego de algunos instantes, agachando la cabeza ante su presencia mientras coreaban un "Buenos días, alteza." con voz tenue.

Asintió al aire y sus ojos viajaron por el lugar, no teniendo que batallar mucho para encontrar a la persona que buscaba ya que la mujer comenzó a acercarse a ella a pasos presurosos, mostrándole una pequeña sonrisa.