CUATRO

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EMILIO

Hay que frenar el mal genio, hombre. Si alguien puede ganarle a Eduardo... serias tú, pero aún te irías caminando con una paliza —anunció Andrés mientras me salía a la carretera a un camino de tierra que llevaba de nuevo sobre el terreno.

—Han pasado seis meses, hermano. ¿Por cuánto tiempo vas a estar enojado por esto? — preguntó Diego desde el asiento de atrás. ¿Por qué era asunto de ellos? Ninguno sabía lo que era una relación seria. Los dos han tenido tantas conquistas durante nuestros cuatro años de instituto que ni siquiera puedo nombrarlas todas. Explicarles que había planeado mi vida con Daniel desde que tenía doce años no era exactamente fácil. Así que en su lugar, me incliné y encendí la radio para ahogar todo su interrogatorio.

—Puedes poner la música que quieras, pero la realidad es que tienes que dejar esto. Es tu primo y tu mejor amigo. Un chico no puede interponerse entre eso. No por mucho tiempo. —Andrés me veía desde el asiento del pasajero. Sé que esperaba una respuesta pero no le di ninguna. Su comentario acerca de que Eduardo era mi primo fue un recordatorio de que nadie me conocía realmente, excepto Eduardo y Daniel. No era mi primo. Era mi hermano, pero una vez que descubrió la verdad de su madre, decidió mantener esa información bloqueada donde estaba el resto de su vida. No quería reclamarle a mi papá que era su hijo y no podía culparlo. No es como si mi papá hubiese hecho algo para ayudar en su casa para su crianza. Eduardo, no tenía nada más que desprecio por mi padre, nuestro padre. Decidió recordar al hermano de nuestro padre como su papá. Él había sido el único que había conocido. Aunque cuando murió, Él iba en primer grado, había sido un buen recuerdo para él, a diferencia de su padre real.

—¡Oye!, te pasaste, Hank‟s —anunció Andrés señalando con su dedo hacia el restaurante donde normalmente solíamos comer.

—No voy a Hank‟s. —Fue mi única respuesta. Ellos fueron los que saltaron a mi camioneta. Si no les gustaba mi necesidad de salir del pueblo, entonces podían caminar al pueblo cuando llegáramos a donde me dirigía.

—¿Estás dejando la ciudad...? —preguntó Diego.

—Sip.

—Me estoy muriendo de hambre —gruñó Diego.

Bajando la velocidad, me orillé y lo miré.

 —Eres bienvenido de bajarte y caminar de regreso.

Sus ojos se estrecharon y lentamente negó con la cabeza.

—No, hombre, no importa. Estoy bien.

Volví al camino e ignoré el intercambio entre los chicos. Los dos pensaban que curaba un corazón herido. Bueno, tenían razón, nadie dijo una palabra hasta que estacioné la camioneta en el estacionamiento de Wings. Había manejado unos veinte kilómetros hacia el sur hacia el próximo pueblo lo suficientemente grande para restaurantes decentes.

—Me hubieses dicho que venías a Wings. Me hubiese callado. —Diego dio un emocionado grito de alegría mientras abría de par en par la puerta de la camioneta y salía.

Este era un lugar en el cual nunca había comido con Daniel. No había muchos lugares en los que no tuviese un recuerdo con él, así que mis opciones eran limitadas. Esta noche, necesitaba sacármelo de la cabeza y enfocarme en mi futuro, o al menos en mi verano.

—Voy a comerme mi peso en algunas alas —dijo Andrés en respuesta a la emoción de Diego acerca de mi elección del restaurante. Al menos los había hecho felices. No es que importe.

Abriendo la puerta, entré y me paré en el puesto de camareras. Una chica alta con largo cabello rubio recogido hacia atrás en una cola de caballo, me sonrió con un brillo apreciativo en sus ojos, que solía conocer. Era un hábito para mí ignorar esa mirada en los ojos de las chicas por tanto tiempo que automáticamente lo dejaba pasar. Esta noche, no iba a hacer eso. Era momento de comenzar a flirtear en respuesta. Lancé una sonrisa que sabía que era muy impresionante porque era la que Daniel siempre me comentaba. Esta noche no habrían chicos para mi, necesitaba algo mas seguro.

2.- YO SOY TUYO (EMILIACO) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora