Capítulo 23 | Jordan

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Se supone que Kurt aparecerá en cualquier momento, pero sigue sin entrar por las puertas del bar. Así que, por supuesto, es Trevor quien me da la bienvenida.

Es Lunes y es mi primer día de trabajo en el bar de Kurt. Luego de la cena con mi padre en casa el viernes, se ha quedado a dormir en la habitación con June, pero en la mañana lo encontré en el sofá. Seguramente ha esperado a que se durmiera para poder dormir él. Estaba sin cobija y con un cojín como almohada. Son terriblemente incómodos, pero asumí que no quiso molestarme.

A la mañana siguiente, sábado, se ha ido pasadas las doce de la tarde y lo hemos ido a dejar al aeropuerto. June se ha puesto a llorar un poco, pero se sintió más animado cuando fuimos a comprar los ingredientes para hacer la tarta de queso que le prometí. Para las cuatro de la tarde ya se había olvidado de Dixon.

Para el domingo ya tenía una niñera. Se llama Mollie y se supone que ya lleva un par de meses en esto. Se ve muy joven para ser niñera, posiblemente no pase los veintidós años, pero a June le ha caído bastante bien. Sólo espero que sepa cuidarlo, lo cual, para ser honesta, no es tan difícil. June es un niño afortunadamente tranquilo.

El mismo domingo Juvy ha firmado los papeles de la casa. Se siente bien tener un peso menos sobre mis hombros. Creí que al deshacerme de lo único que me unía a Ian me sentiría un poco melancólica, no porque le quiera todavía, sino por los años de historia que él echó a la basura, pero lo único que sentí fue libertad, porque ya nada me une a él. Absolutamente nada.

—Ellos son Esther y Dutch. Son los que se encargan de la cocina —me dice Trevor.

Me ha dado un pequeño recorrido por el bar. Me ha mostrado los baños, cada una de las mesas, la barra y por último me ha metido aquí en la cocina donde están Esther y Dutch.

—¿Sólo tú y Kurt atienden?

Trevor asiente. —Hace poco renunció Malcom, era otro camarero que me ayudaba, pero Kurt ha estado muy ocupado como para revisar currículums —me dice—. Es curioso que te haya dado trabajo.

—¿Curioso?

Trevor estudia la expresión en mi cara y sonríe. No es una sonrisa amigable. Es una sonrisa cómplice de sé lo que estás haciendo aquí.

—Bueno, quiero decir —se corrige—. Es bueno que hayan dos manos más atendiendo, claro.

Los veinte minutos que llevo junto a Trevor he aprendido dos cosas. La primera es que sabe cosas, y al saberlas sólo ha hablado en claves conmigo. La segunda es que es endemoniadamente sexy. Puede que al mismo nivel que Kurt o tal vez un poco más debido a la coquetería natural en él.

Kurt no es coqueto. Kurt es sólo Kurt. Pero Trevor no me pone nerviosa ni me provoca ganas de follar en un taburete. Su jefe sí.

—Ya —asiento, mirando a mi alrededor.

La cocina está impecable y justo ahora Esther está preparando una orden de papas fritas con pollo y salsas. Huele bien por aquí.

Demasiado bien.

—¿Cuándo empiezo?

Trevor me da el paño que tiene guindando en el hombro y señala la puerta hacia el interior del bar con la cabeza.

—Ahora mismo.

Lo acepto. Me pongo el paño en el hombro igual que él e igual a como se lo vi a Kurt y camino hacia las puertas.

No he pasado por alto la media sonrisa en los labios de Trevor. Sí, es endemoniadamente sexy.

 Sí, es endemoniadamente sexy

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