|25| 𝕹𝖆𝖛𝖎𝖉𝖆𝖉

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— No creo que esto funcione

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— No creo que esto funcione.

Amelia ingresó en el pasillo trayendo detrás a su padre y hermano quienes cargaban sus maletas, hizo una mueca incómoda el escuchar voces en la cocina. James se adelantó apoyando su mano en el hombro de su hija en señal de apoyo.

— Insististe en quedarte a dormir en el hotel ayer con la condición que vendrías a cenar hoy, es Navidad, Lia. Serás el mejor regalo que tu madre pueda recibir.

— No estoy segura de esto.

Harry movió su varita provocando que las maletas levitasen hacia las escaleras buscando como destino final la habitación desu hermana. Acto seguido, se movió para tomar a Amelia por la cintura para guiarla hacia la cocina superior donde seguramente estaría su madre asegurándose que todo estuviera perfecto.

— Como me lleves a...

— Relájate —susurró contra su cabello debido a la diferencia de altura— Lia, no sabes lo mucho que te extrañé...

— Lo dice quien me escribió pidiéndome no volver —atacó a la defensiva apartándose del agarre del pelinegro.

— Yo no...

— No te preocupes, me iré en cuanto termine la cena.

— ¡Estaba molesto, ebrio y solo! —respiró profundo invocando paciencia— ¿Crees que eres la única que ha sufrido, Amelia? ¡Yo era el chico de la estúpida profecía, pero eras tú y nuestros padres los que pagaban las consecuencias! ¡No tienes idea de lo que significó eso para mí! 

— ¿Por qué nunca me lo dijiste?

— ¿Por qué jamás mencionaste el esfuerzo que hacías para no perderte? —Amelia desvió la mirada y relamió sus labios, mientras que Harry chasqueaba la lengua— Exacto, no queremos ser una carga para nadie y eso nos termina jodiendo.

— Supongo que eso nos convierte en... —habló después de un tiempo ganándose una mirada divertida del pelinegro.

— Hermanos, mellizos, como quieras llamarle —se encogió de hombros.

— No eran las palabras que buscaba, pero funciona.

— ¿Podrías perdonarme por escribir idioteces en esa carta?

— Mhm, solo si me haces tortitas para el desayuno.

Harry rodó los ojos fingiendo cansancio, luego sonrió tomando la mano de la joven para arrastrarle hasta las puertas del comedor de donde provenían voces emocionadas. Amelia sintió un aleteó en su corazón, había extrañado esa sensación de estar en casa y preparar la cena de Navidad que organizaban sus padres cada año.

James pasó a su lado dándole un pequeño empujón animándola a entrar, ella soltó una risita nerviosa presionando la mano de su hermano quien se quejó en voz alta obteniendo una presión más fuerte por parte de Amelia.

𝐃𝐞 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 𝐚 𝐋𝐮𝐩𝐢𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora