Introducción

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Las hojas de los árboles eran arrancadas por la fuerza de la enérgica corriente que azotaba mi patio. Parecía que los nidos serían arrancados de las ramas. Todo a su paso ya estaba empapado de agua y en unos minutos yo sería el nuevo objetivo de esas enérgicas gotas.

Este es el mejor momento. Pensé para lanzarme al guardarropa, me vestí con impermeable rosado y unas botas de hule. Mi cabello estaba recogido, así que no presentaría ningún inconveniente para mi tarea.

Abrí la puerta, el viento me hizo el trabajo sencillo, pues, empujó en su totalidad mi puerta. Un soplo de esa maravilla revolvió todo lo que había adentro, así que salí antes de provocar un desastre.

El aroma a tierra mojada era exquisito. A cada paso me iba hundiendo entre el pasto, pero divisé el lugar perfecto. Mis margaritas se verían espectaculares, tendrían el mejor abono que se puede obtener.

El gran muro de ladrillo frente a mí me otorgaba la privacidad que necesitaba para mi tarea, igual que la deshabitada casa de al lado. No habría miradas furtivas desde las ventanas, ni reproches al día siguiente por comenzar mi labor bajo una tormenta.

La lluvia facilitaba mi labor, ablandaba el terreno, sin embargo, al mismo tiempo lo entorpecía pues encharcaba el suelo y el bulto amontonado a un lado se resbalaba hasta el agujero que cavaba, pero no me rendiría, estaba demasiado cerca.

Me detuve un momento para aclarar un poco mi visión que estaba borrosa por el agua que rodaba por mi rostro y caía en mis ojos. Aún me quedaba la mitad de mi tarea. Mis botas se hundían en lo que ahora era fango y ese fue el impulso suficiente para tomar con más determinación la pala y continuar cavando.

Admiré mi obra maestra desde el fondo del hoyo y una gran sonrisa creció en mi rostro. Me quité el impermeable y lo arrojé en el terreno que aún tenía pasto, estaba totalmente mojada, la prenda no me había protegido mucho.

Tomé impulso para salir de la fosa y di una mirada a mí alrededor, busqué si alguien me estaba viendo entre la espesura de los árboles que se ubicaban en la parte trasera del patio, pero era imposible. Cuando me aseguré de que no había nadie, entre a mi casa, debía buscar el elemento que me daría un jardín envidiable.

Cuando salí la tormenta ya se había detenido, lo único que reinaba era el silencio interrumpido por mis botas chapoteantes y el fertilizante que arrastraba hacía su última morada. Luego me las arreglaría para ocultar la marca que dejaba al desplazar el costal entre la corta vegetación.

22 de Abril 2022

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⏰ Última actualización: Apr 22, 2022 ⏰

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