Sam sentía algo de normalidad conforme pasaban los días, aún bajo el escudriño del ejército de locos que cuidaban las entradas y salidas del Edén, como muy comúnmente les llamaban. En aquellos días se había encargado de ayudar en la zona de defensa personal. Les enseñaban a niños y adultos a defenderse. Los expertos eran exploradores, sabían cómo matar a los Zombis, sus puntos débiles y sobre todo, las zonas a los que esos malditos no llegaban. Pero todabía más improtante, guiaban a los proveedores. Otro grupo que eran expertos en la búsqueda de comida y la caza.
Salían del fuerte cada una semana, ahora a distancias mucho mayores. La comida ya escaseaba en aquella ciudad, por lo que debían aventurarse más allá. Y en los últimos meses, fueron cruciales aquellos sacrificios. Sin embargo, el último grupo que había salido no había regresado aún por lo que se estaban preparando para ir en su búsqueda. Si bien La Corte intentaba apaciguar las aguas, las cosas se les estaba saliendo un poco de control. Especialmente cuando los desquiciados guardias empezaron a notar que sus provisiones estaban disminuyendo.
El primer altercado dejó a seis muertos, entre ellos un par de ancianos a los cuales no dudaron en matar para quedarse con sus cosas. Y si bien, no habían habido más enfrentamientos, el miedo se había establecido. Sam no quiso meterse, simplemente intentó concentrarse en su labor y seguir ignorando las miradas de aquel montón de desquiciados.
-Hola, chico bonito -dijo uno de estos desde arriba al verlo pasar -. ¿Sabes lo que tengo para ti aquí?- añadió relamiendo sus labios mientras las risas del resto no se hicieron esperar -. Ey, te estoy hablando.
Sam mordió su lengua. No quería mirar, no quería hablar, no quería siquiera gesticular. En esos momentos así, tan sólo imaginaba ser invisible, sordo, mudo e incluso ciego. No tardó en reconocer ese montón de idiotas, lo que La Corte mantenía eran aquellos a los que no hacía mucho llamó los perdidos. Aquella parte de los hombres y mujeres que habian perdido toda humanidad, toda cordura. En algún pasado fueron médicos, abogados, padres de familia, pensó Sam mientras acelaraba sus pasos.
Estaban en peligro, lo sabía, sus entrañas lo sabán y todo el tiempo le estaban recordando que tenían que largarse. Si el grupo de exploradores y proveedores no regresaban, terminarían siendo la comida de ellos. Apresuró aún más su caminar y se dirigió hacia el montón de contenedores. Y una vez allí, exigió una audiencia con una seguridad que pensó haber perdido desde aquel fatídico día.
Tal vez, si los convencía de acompañar al grupo de exploradores que saldrían en dos días, sería su única manera de salir de allí con vida. Ahora estaba más que convencido de que Sombra había tenido la razón cuando le advirtió que no era una buena idea. Se preguntó si ella ya había estado allí o si por el contrario, ella había visto algo antes de encontrarlo moribundo en aquella casa. Fuese cual fuese la respuesta, nunca dejó que ella se lo dijera. Sólo tomó sus propias decisiones y ahora estaba completamente arrepentido.
¿Ella aún estaba allí afuera? ¿Lo estaría esperando después de abandonarla como si nada? Esperaba que sí, anhelaba que así fuese.
-Niño bonito -dijo uno de los guardias -, puedes pasar.
Se despegó de la pared y descruzó sus brazos. Sentía unas punzadas en sus manos que lo obligó a cerrarlas y abrirlas un par de segundos para luego internarse en el oscuro túnel hecho de containers oxidados y mohosos. Al llegar al final de aquel largo pasillo comenzó a escuchar murmullos acalorados.
-Te dije que las cosas se saldrían de control.
-Segunda Hermana...
-Cierra la boca -cortó la rubia apuntándole con su bastón, Sam ya podía verlos allí arriba -, el fin de este fuerte se acerca, no puedes evitarlo.
-Estoy de acuerdo con ella -dijo el soldado con sus manos detrás de su espalda -. Las cosas allí afuera ya comienza a transformarse en un caos. Deben encontrar la manera de salvar lo que se pueda salvar y abandonar esto antes de que ellos lleguen a ustedes.
-Imagino que tienes una idea en mente. De cualquier otra manera, no habrías llegado hasta aquí tan relajado, Forastero.
-Les diré mi plan, si me dejan salir de aquí con el equipo de rescate -los jóvenes se miraron y se asintieron entre sí para luego regresar su atención a él.
-No nos hace felices.
-Estoy seguro de que no -mumuró Sam con un peso menos encima de sus hombros.
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Efímero
Fiksi IlmiahEl "tic-tac" de algunos relojes dejaron de sonar en algunos hogares, pero la Tierra nunca dejó de girar, el sol nunca dejó de salir y la Luna nunca dejó de aparecer. Sin embargo, el mundo de los humanos había acabado un día y todo lo que conocían a...