Capítulo I

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A veces no es el destino, a veces no es casualidad, a veces no es nuestra elección, sino algo más.

Dicen que el que juega con fuego se termina quemando, pero la verdad, yo amaba arder en sus brazas. Mi vida era un mar de adrenalina, me gustaba vivir experiencias, vivir al límite sin medir los riesgos... y en realidad para mí todo comenzó en unas vacaciones con mis amigas siempre dispuestas a retarme.

La monotonía aburre, eso siempre decía; y ciertamente hay veces que arriesgar no trae ganancias, sin embargo, eso no lo creía hasta lo que sucedió.

Recordar cuanto perdí, recordar que nada sucedió como lo planeé no es lo trágico aquí. El infierno radica en lo que haces mientras vives y como lo vives, así fue como lo conocí.

Cuando la inmadurez se apodera del mundo, cuando te crees dueño del mundo y crees que lo controlas estás en la cima de tu vida. Vives a plenitud sin importarte nada y así vivía yo...

Me encanta esta isla, es espectacular, amo la vibra que emana en todo el aire. Es un disfrute y un deleite paradisíaco.

Amo mi vida, y soy feliz como la vivo.

¿Vamos? Sé qué quieres saber mi nombre y saber como soy. Todos siempre quieren saberlo, pero lo cierto es... que siempre miento. Nunca se los digo y no te creas especial tampoco te lo diré.

La verdad me gusta experimentar, y no veo el riesgo en ello.

Una noche de copas en un bar, casual, lo normal supongo para alguien de mi edad. Junto a mis amigas hemos venido a pasarla bien, a entretenernos y relajarnos de los estudios. Las tres somos totalmente opuestas, y creo que eso es lo que nos hace llevarnos bien.

Bebemos, nos distraemos y bailamos entre nosotras hasta agotarnos. Somos consciente de que algunos hombres nos ven con curiosidad, pero sinceramente prefiero los que me ignoran. Es algo extraño de explicar sin bien, siempre me ha atraído lo que no puedo tener, soy así para mi elección con los hombres, me gustan los que no pueden ser míos, aunque lo sean por temporadas. ¿Me entienden?

Los casados son mis favoritos; en realidad no es el físico del hombre lo que me atrae, sino ese hecho: el anillo en su dedo.

− Nos están mirando – me dice Perséfone.

Sí, me gusta la mitología. Por lo que llamaré a mis amigas como diosas.

− Lo sé, no es algo nuevo – respondo indiferente.

− No te soporto cuando eres tan arrogante – se queja Diana.

− Ciertamente lo soy, pero como no serlo cuando soy consciente de mi atracción.

− Vamos, apostemos Perséfone – le dice Diana.

− ¿Qué quieres lograr? – interrogo.

Diana mira de una manera cómplice a Perséfone, ¿qué estarán tramando?

Mira a su alrededor, sin responder nada.

− Ella lo hará, lo sé – dice después de rumiarlo Perséfone.

− Sé qué lo hará, pero igual podemos apostar.

Ambas me miran y hablan:

− Estamos aburridas y como tú eres la más arrogante del grupo, vamos a retarte.

− ¿Qué gano si hago el reto? – indago.

− Eres el dios del inframundo egipcio, ganas lo que quieras.

− De acuerdo, apuesten entonces. Creo que lo lamentarán.

Estudian todo el espacio, inspeccionando con la mirada y yo tengo una leve idea sobre el reto.

Amor MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora