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─Probablemente esto no salga bien.

Minho encendió el auto y se giró a ver el rostro afligido de Han Jisung sentado en el lado del copiloto. Aún tenía una curita en la herida de su nariz y se veía extremadamente tierno, pero para nada seguro con lo que iba a hacer.

─No perdemos nada con intentar ─dijo el mayor y aceleró.

Jisung se removió en el asiento.

─Tienes razón, al menos yo ya no tengo nada que perder ─murmuró, mientras observaba por la ventana. Rápidamente recobró la postura y miró a Minho de reojo─. Pero de igual manera es jodido, no podré olvidarme de su rechazo en un par de años.

─Créeme, él no te va a rechazar.

─¿Cómo puedes estar tan seguro de eso?

─Es una corazonada, supongo ─elevó los hombros─. Debe tener una historia que contar. Todos la tenemos.

Jisung creía que las historias tristes se deben contar en el momento requerido, no cuando el daño ya está hecho y nada puede remediarlo.

El resto del camino fue en silencio por ambas partes, de fondo se escuchaba la lista de reproducción aleatoria que a Minho le encantaba poner cuando conducía y de vez en cuando interrumpía la voz de Jisung para darle indicaciones. Su padre vive a las afueras de la ciudad porque nunca le gustó el bullicio de los automóviles, y en general, nunca le gustaron las personas, siempre las evitó a toda costa. Si era sincero, no le sorprendía en lo absoluto que se haya escapado de su madre y de Jisung en cuanto tuvo la oportunidad. Así que les esperaba un viaje de al menos media hora.

Lo suficiente para pensar y poder retractarse. Aunque sabía que Minho no se lo iba a permitir tan fácilmente, porque a diferencia de Han Jisung, Lee Minho siempre termina lo que comienza. En la mayoría de los casos.

La casa de su padre es demasiado grande para una persona que ha vivido sola durante toda su vida. De color crema con ventanas gigantescas y unas cuantas plantas sintéticas de adorno. Jisung sabía que esto último es porque su padre nunca tiene tiempo para regarlas. La reja a su alrededor es de madera y de color rojo, dándole un toque campestre.

─Mamá se hubiese vuelto loca si ve plantas falsas... ─Minho susurró y le dio escalofríos de solo imaginarlo.

Han Jisung rió, pudiendo relajar sus músculos por unos efímeros segundos.

─Papá no puede hacerse cargo ni siquiera de un hijo, ¿crees que puede con unas plantas? ─negó con la cabeza, respondiéndose a sí mismo y saliendo del auto junto a Minho─. Más le vale que sean falsas.

─Bueno... Pero la casa es linda, al menos.

─Algo bueno debe tener.

Minho detuvo su andar y miró fijamente a Jisung con ambas cejas alzadas.

─¿No te has puesto a pensar en que te lavaron el cerebro con respecto a tu padre?

─Lo crítico por lo que he visto y he tenido que vivir, mamá y el otro idiota no influyen en nada. Realmente pudo ser un buen papá, pero prefirió... esto.

─¿La casa?

─La soledad.

Minho no dijo nada más y se acercó primero a la casa que parecía querere comérselos. O al menos, Jisung sentía que era así, no estaba al borde de la ansiedad como se daba en otras ocasiones, pero tampoco sentía la paz que debería. Todo era tan contradictorio.

─¿Estás listo? ─Minho susurró a su lado, apretandole el hombro─. Si no quieres hacerlo, sabes que...

─No, déjalo. Ya estamos aquí.

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