Exhaló el humo de su pipa larga como su antebrazo y miró por la ventana el cielo nocturno sobre su ciudad.
El comercio aún fluctuaba en compañía de lámparas de aceite y velas grasosas que iluminaban el paso de los transeúntes y comerciantes.
Los coloridos techos de los toldos en algunas calles daban algo de vida a los amarillentos y polvorientos edificios de arenisca y barro.
¿Qué se comerciaba tan tarde? No frutas, ni telas, ni comida, ni ganado. A esta hora era el especial de los bares y tabernas con bailarinas exóticas, la entretención de los comerciantes, nobles y varios de sus guardias.
Sonrió ante ello, en parte envidiaba el hecho de esa gente el poder salir como se le plazca, es más, él en su momento lo hacía, pero lo hacía tanto que su padre lo descubrió llegar ebrio a las arrastras y lo castigó sin salir por cinco ciclos lunares.
Eso era más de la mitad de lo que duraría una mujer en gestar un bebé. Estaba molesto, ¿Por qué tanto escándalo? No era de disfrutar los servicios eróticos, pero sí era un gran admirador de las hipnotizantes danzas de abdomen y caderas de esas bailarinas jóvenes a su vez bajaba y bajaba jarrones de alcohol.
Disfrutaba tanto de beber cerveza y vino con sus más fieles guardias, jugando Mangala y Ur¹ hasta que las horas pasaran y tuviera que ser llevado con mucho cuidado de vuelta a su cuarto por los sirvientes y esclavos del palacio.
Pero ahora sólo debía ver todo sobre su ventanal, fumando tabaco con opio y bebiendo a solas. Su hermano mayor llevaba tiempo en el imperio aliado estudiando bellas artes y filosofía, todo lo ideal para ser un sucesor digno al cargo de Sultán, ¿Y él? Ya había terminado sus estudios básicos y ahora era principalmente educado para su vida como príncipe y médico.
Estaba resignado y con una impecable mueca de aburrimiento tiró la ceniza acumulada en su pipa, el viento seco se encargaría de mandarla a volar por ahí. Estiró un tanto y terminó de beber de su copa de oro.
Con cuidado deshizo el peinado en su cabello a la par retiraba los dijes y accesorios dorados incrustados en piedras preciosas.
Las dejó a un lado en una caja de madera especial que utilizaba de joyero.
Ahora iba su joyería principal, quitó las largas pulseras de oro con grabados e incrustaciones de zafiros, luego sus anillos y el gran collar que consistía en una cadena gruesa tejida de hilos de oro y plata que de ella colgaba un dije redondo con un gran Rubí al centro.Ahora las pulseras de sus tobillos, simples y ligeras que no impidan su movilidad al momento de tener que pelear o huir de algun ataque sorpresivo como eran habituales en el país.
—Joyas de mierda...— Murmuró para sí.— Accesorios inútiles...—
Estaba molesto ¿De qué le servía tanta joya si no podía ir por ahí luciéndola? Ya era su segundo ciclo lunar encerrado por las noches en su alcoba, de día entrenaba junto al general jefe del ejército y varios guardias de élite, por la tarde estudiaba medicina y letras, por la media tarde cenaba con su familia y luego era enviado a su habitación con un guardia de confianza de su padre en la puerta, cosa que se asegurara que no escaparía ni lo sobornaría.