Capítulo VI: Atuendo

8 1 0
                                    

Unos guardias atlantes cargaron con nuestro equipaje y nos acompañaron al entonces principal lugar de reunión de los dioses y residencia de Poseidón: el Templo de Caos. Debíamos dirigirnos al palacio por túneles debido a que este estaba situado en la parte más profunda de la ciudad, muy por debajo de la superficie del mar. No obstante, no eran unos túneles comunes, sino mágicos. Esta permitía que hubiera una corriente de aire dentro del mar y no hicieran falta paredes. Si bien los atlantes podíamos respirar bajo el agua, ese tipo de corrientes se ramificaban por toda la ciudad porque nos ayudaban con diversas tareas. A pesar de estar con la boca abierta, Bruce no habló nada durante el trayecto, ya que estaba absorto en el extraño atractivo de la ciudad.

Después de estar diez minutos caminando, llegamos a las profundidades del océano y hasta yo me quedé atónita con la exuberancia y opulencia del templo o palacio. Era muy distinto a la parte alta de la Atlántida, por su estilo clásico y macizo. La gran puerta representaba la boca de una monstruosa estatua de Caos, la divinidad que originó a todos los titanes y dioses grecolatinos, el dios primario. El palacio estaba construido con una piedra turquesa y por dentro había aire. Con que la luz solar apenas llegaba, estaba iluminado por plantas con flores que irradiaban una intensa luz cian. Al poco de adentrarnos, pudimos vislumbrar la gran y musculosa figura del dios y señor del mar y los terremotos, Poseidón, sentado en su colosal trono hecho de coral y piedras preciosas de color índigo. No dijo nada al vernos, solamente se levantó del trono y caminó hasta llegar justo delante de nosotros.

-Hace años que no os veo ¿Cómo estáis, mi querida famil...? Un momento. ¿Quién es él?- dijo Poseidón mirando a Bruce con el ceño fruncido.

El chico, perplejo y un poco desconcertado, se quedó sin palabras y me coloqué enfrente de él.

-Él es Bruce Pendragon, también conocido como el único y verdadero Rey... Y es mi novio- respondí firmemente.

-Conque tu novio, ¿eh? Cimolopea, tenemos que hablar muy seriamente, pero antes instalaos y reposad. Habrá sido un viaje largo...

Teníamos tres habitaciones, una para mis padres, una para mí y la otra para Bruce, aunque todas ellas eran más grandes que mi casa de Barcelona. Bruce apenas paró y rápidamente se dispuso a explorar todo el edificio.

-¡Narcisa! ¿Quieres venir a ver el palacio conmigo?- preguntó ilusionado.

Le respondí que sí, y nos pusimos a correr como niños pequeños por los colosales pasillos del Templo de Caos. Llegamos a una sala extraña, llena de espejos y puertas. Una de estas puertas era especialmente grande y cuando la abrí con mi fuerza sobrehumana vimos que había decenas de prendas de todo tipo. Armaduras de samurái, de caballero, atuendos antiguos de oriente, atuendos medievales europeos... De todo, y cada cosa era más pintoresca que la anterior. Sin pensarlo, nos dispusimos a hacer un desfile de moda. Yo me puse un atuendo de vikinga, Bruce, un traje militar moderno, luego yo, unos ropajes inuit y así una y otra vez.

En un momento, Bruce llamó a Excalibur y no quiso decirme lo que se iba a poner, así que esperé intrigada a que saliera del vestidor. Cuando lo hizo, me quedé impactada a la vez que maravillada. El chico salió caminando lentamente con estilo caballeresco y porte noble. Llevaba una cota de malla, unos pantalones negros y una espectacular capa verde que irradiaba un brillo esmeralda.

-¿Cómo estoy?- preguntó sonriendo de oreja a oreja, sin embargo, estaba tan conmocionada que no pude articular palabra.

Bruce movió su capa y posó con su espada. Realmente debía ser la viva imagen de su ancestro, Arthur Pendragon.

-No sé a quién debe pertenecer esto, pero voy a suplicarle para que me lo pueda quedar. ¿Crees que toda la ropa será de varias personas o de una sola, Narcisa?

-Es mía- dijo Poseidón muy seriamente y Bruce se tropezó con la capa y se dio de bruces contra el suelo del susto.

El dios entró por la puerta con los puños apretados y miró el desastre que habíamos hecho con la ropa. Cerró los ojos, respiró hondo y me dirigió la palabra.

-Narcisa... Ahora que ya he hablado con tu madre, necesito hablar contigo. Dile al humano que se quite ese atuendo, que vuelva a su habitación y no salga si no es necesario. Mis sirvientes ya recogerán el estropicio que habéis hecho con mi colección de ropa de casi todas las épocas y casi todas las partes del mundo.

Asentí y Bruce salió de la sala después de mirarme con temor en sus ojos.

AtlanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora