Cuando el reloj de mi muñeca marca las doce y treinta de la noche, siento alivio de que la jornada se haya terminado. Este es un cambio abrupto para mi cuerpo, porque no es lo mismo terminar de trabajar a las seis de la tarde a terminar de trabajar a las casi una de la mañana, así como tampoco es lo mismo querer desvelarse por gusto que hacerlo por obligación. Y justo ahora estoy deseando poner mi cabeza sobre la almohada y dormir toda la noche.
Creo que Kurt desea exactamente lo mismo porque no ha dejado de bostezar y ha estado pensativo. Pensativo y medio dormido, alguna de las dos.
—¿Nos vamos? —se acerca a mí jugando con las llaves de la camioneta y asiento.
Trevor se está subiendo a su motocicleta cuando grita. —Hasta mañana. Vayan con cuidado.
Y luego se marcha.
El ambiente dentro de la camioneta es muy distinto al que nos rodeaba fuera de ella, incluso el que estaba en el bar, y no he querido notarlo, pero ahora estando solos es prácticamente imposible. Ha estado pensativo, no dormido. Ha estado pensando en lo que Bailey ha dicho mientras comíamos por la tarde. O piensa en eso o tiene alguna batalla interna que no está dispuesto a compartir conmigo.
¿Me molesta? No, porque él no me obligó a platicarle sobre Ian, yo lo hice. Sin embargo, me hace sentir en cierta desventaja, porque sea lo que sea que está surgiendo y sea lo que sea que estoy sintiendo por él, necesito que estemos en igualdad de condiciones.
Quiero escuchar sobre su vida. Quiero saber sobre él. Quiero saber quien es Kurt, más de lo que ya sé ahora y que él también pueda saber todo lo que quiera sobre mí.
—¿Kurt?
Sigue sin encender la camioneta, ni siquiera ha metido la llave en la cerradura.
Kurt asiente. —Lo sé —dice—. Creo que ahora es mi turno.
No soy yo quien le dice que no. De hecho, no digo absolutamente nada y sólo espero paciente a todo lo que está a punto de decirme.
—Rose, la madre de Bailey y yo nos conocimos en la secundaria. Éramos nosotros tres; Trevor, Rose y yo. Fue por ella que me animé a finalmente abrir el bar, y estábamos en proceso de casarnos y mudarnos juntos cuando supimos que estábamos esperando a un bebé.
Kurt inhala tranquilamente, como si nada de lo que me está contando le afectara, pero sé, por su respiración que se está controlando.
—Era el primer embarazo de Rose, estaba muy asustada y nerviosa y perdió mucha sangre —sacude la cabeza como si estuviera recordándolo y se pasa una mano por el cabello—. Murió en el parto y tuve que hacerme cargo de Bailey sin ella. Hasta hace pocos días pude hablar de Rose con Bailey y explicarle que está muerta y que la amó demasiado sin siquiera conocerla —Kurt se encoge de hombros y me regala una medio sonrisa—. Ese sería el resumen.
No puedo evitar sonreír, pero lo cierto es que mis ojos pican después de todo lo que me ha dicho.
—Debió ser muy duro ser padre primerizo sin ella, Kurt —extiendo mi mano hasta que tomo la suya y la acaricio—. Eres el mejor padre que he conocido.
Puede que esté en empate con mi padre, porque Dixon es un excelente padre para June y en algún momento de mi vida también lo fue para mí, pero ahora Kurt encabeza esa lista.
Kurt me regala una de esas sonrisa que me calientan el pecho y me provoca ganas de besarlo, pero como siempre, me quedo en mi sitio aguardando por algo más. Quizás una respuesta, y en el mejor de los casos que el me bese primero.
—Si la noche que nos conocimos hubiera podido llevarte a mi casa, ¿Qué crees que hubiera pasado entre nosotros?
Su pregunta me toma con la guardia más que baja, pero no tengo tiempo para pensarlo mucho. Él necesita una respuesta, y afortunadamente yo siempre la he sabido.
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Mitades del corazón
RomanceJordan, divorciada a sus veintisiete, siente el peso de no haber hecho funcionar su matrimonio aún sabiendo que no fue su culpa. Y para rematar, en menos de seis meses lo pierde todo y su vida da un giro de 180 cuando aparece un niño frente a su pue...