OCHO

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EMILIO

Esto no podía estar bien. Mentalmente me maldije por haber hecho un movimiento tan estúpido. Abrí de un tirón la puerta de mi camioneta, comencé a subir al interior, cuándo la camioneta de mi hermano se estacionó detrás de mí. Perfecto. No era lo que necesitaba ahora mismo. Necesitaba envolver mi cabeza alrededor de aquel estúpido beso con Joaquín. No enfrentarme a Eduardo y Daniel.

La puerta de la camioneta de Eduardo se abrió de golpe y él salió con un gruñido enojado en su rostro. ¿Cuál era su problema?

—Es mejor que tengas una maldita buena razón para estar estacionado en la entrada de Daniel.

Adaptarme a él siendo un troglodita sobre una pareja, era casi tan difícil como verlo con Daniel. Eduardo no era celoso, hasta que Daniel se había hecho suyo. Ahora, él era un maldito lunático.

—Solamente dejé a Joaquín —Contesté, encontrando su fulminante mirada enojada. No me asustaba de su estúpida mierda de hombre rudo. Yo había estado en más peleas con él de las que podía contar.

Mi respuesta obviamente lo confundió porque levantó una ceja y luego se giró para mirar a Daniel mientras se lanzaba detrás de él sobre el lado del conductor.

—¿Joaco está aquí? —Chilló Daniel, saltando antes de que Eduardo pudiera atraparlo—. Recuerdas, te dije que Joaco venía esta noche. —Desplegó una sonrisa luminosa hacia Eduardo, a continuación frunció el ceño y me miró. —¿Por qué... cómo lo encontraste?

Daniel era adorable cuando estaba confundido. —Estaba cenando en el mismo restaurant en que nos detuvimos para comer. Me ofrecí a darle un aventón y salvar a su amigo del viaje.

El ceño de Daniel se convirtió en una sonrisa de nuevo. Me gustaba hacerlo sonreír, siempre.

—¡Gracias! Estoy tan contento de que te encontraras con él. —Daniel se dio vuelta y envolvió sus brazos alrededor de Eduardo y puso un beso rápido y ruidoso sobre sus labios antes de liberarlo y retroceder—. Tengo que verlo. No lo he visto en meses. Llámame más tarde.

Eduardo agarró su mano y giró la palma hacia arriba antes de besarla y luego lamerla. Asqueroso, no quería ver esto. —Sí, te llamaré cuando me acueste en la cama. —Su voz bajó hasta que fue mucho más profunda que lo normal y juro que oí el suspiro de Daniel. Ya había visto más de lo que quería. Comencé a subir a mi camioneta.

—Emilio, espera. —La orden de mi hermano me detuvo. Realmente solo quería marcharme, pero estaba bloqueándome, por lo tanto no podía escaparme exactamente.

Daniel corrió al interior y una vez que cerró la puerta, Eduardo giró su mirada hacia mí.

—Sobre esta noche. No hagas esto otra vez. Ya han pasado seis meses y Daniel hace todo lo posible para ser amable contigo. Hablas con él de esa manera otra vez y te voy a patear el trasero.

Sospecho que esto no era una disculpa, sino una amenaza. Pero él tenía razón, había sido un imbécil con Daniel. No quería presionar a ninguno de ellos. Ambos me conocían mejor que nadie. Habían sido mis mejores amigos toda la vida. Compartimos un secreto y compartimos recuerdos. Esto formó un vínculo tan importante que yo había renunciado a Daniel sin dar mucha pelea con el fin de conservarlo.

—Tienes razón. Fui un imbécil. Me disculparé con él la próxima vez que lo vea.

Eduardo pareció apaciguado. Sus ojos se desplazaron de nuevo a la ventana de su dormitorio ahora iluminada. Él y Joaquín estarían dentro conversando y me preguntaba si tenía algo más por lo que pedir disculpas la próxima vez que lo viera. Porque si Joaquín le contaba sobre ese beso, entonces Daniel podría estar molesto. No porque besé a Joaquín sino porque yo había sido un completo idiota después.

—Bueno —Eduardo comenzó a entrar en su camioneta y se detuvo—. ¡Eh tú!, ¿Quieres ir a jugar billar?

—¿La tía Niurka está trabajando?

—Sip.

Eso significa cerveza gratis. Asentí.

 —Muéstrame el camino.

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2.- YO SOY TUYO (EMILIACO) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora