Tengo que irme a casa.
Sus palabras no paraban de repetirse en mi cabeza mientras jugaba con las llaves con molestia, porque Miley se iba... Se iba ir a su casa cuando ya me había acostumbrado a tenerla conmigo todos los días, aunque no era para tanto, tampoco es que fuera algo horrible... ¿No?
La vi aparecer con el top fosforito y los vaqueros cortos puestos más su vestido en la mano, noté que estaba nerviosa y que no paraba de cerrar y abrir el puño.
—¿Lo tienes todo? —la pregunté porque estar tanto tiempo callados me parecía la peor idea del mundo, sobre todo después del beso y su llorera.
Me miró en silencio y asintió con la cabeza, después pasó por mi lado para abrir la puerta y se fue como si nada. Me dejó ahí quieto en medio del pasillo, confuso y másmolesto que antes. No entendía lo que estaba sucediendo, lo que la ocurría a ella y porque se largaba así sin más.
—Puedo llevarte si quieres —me ofrecí sin darme la vuelta.
—No quiero molestarte más, Adriel —la oí decir.
Ahí sí que me giré y la encontré a punto de bajar las escaleras, a punto de irse... Pero se quedó quieta, como si estuviera esperando algo de mí.
La miré en silencio y asimilé sus palabras, sorprendido de que creyera que me molestaba y era mentira. Lo único que hacía era atraerme y hacerme decir y hacer cosas que nunca había pensado que haría, como ayer, cuando dije eso a la chica que la había preguntado si nos habíamos liado.
—¿Te llevo o no? —solté, sin entender cómo podía pensar eso.
Me miró con duda y recordé cuando nos conocimos, que me observaba de la misma manera y quise sonreír, pero no lo hice.
—Yo...
—¿Si o no, Miley?
Se mordió el labio inferior y asintió con la cabeza, después bajó por las escaleras y la seguí. Salimos del portal y llegamos a mi coche con un silencio que me parecía asfixiante, pero no se movió cuando abrí la puerta del copiloto para que entrara.
—¿Qué pasa?
Me miró de reojo y, una vez más, no dijo nada.
Entramos en el coche y cuando empecé a conducir, quise que me dijera que diera la vuelta y nos encerráramos en mi salón, y viéramos esas películas que le gustaban. Pero no lo hizo, solo miro por la ventanilla con gesto ausente y deseé que sonriera, que todo estuviera bien...
Conduje hasta su barrio en silencio, sintiendo un nudo en el estómago que no desaparecía y que me gustaría saber que significaba, pero no le di muchas vueltas por temor.
—Llegamos —comentó cuando paré en frente de su edificio.
—Si, llegamos —susurré.
Se quedó mirando por la ventanilla con la mano sobre el picaporte, como si se estuviera decidiendo entre bajar del coche y entrar en su casa o quedarse dentro y decirme que la llevara a otro lugar. Yo me decantaba más por la segunda opción.
—¿Qué ocurre? —no puede evitar preguntar.
—Se que lo que estoy haciendo está bien, que debo volver... —toma una pausa larga—. Pero, ellos jamás me volverán a dejar salir.
—Tienes veintiún años, Miley. Eres libre de hacer lo que quieras.
—Libre...— susurra con sarcasmo.
—Nadie manda sobre ti, nadie —recalco—. Entiendo que vives en su casa y debes seguir sus normas, pero...
—No lo entenderías —me interrumpe.
—Si que lo entiendo.
Y en verdad lo hacía, sabía lo que era seguir las reglas y hacer lo que los demás quieren en contra de lo que tu deseas.
Nos quedamos callados y la música de la radio inundó nuestro alrededor. Más tarde, abrió la puerta y salió del coche lentamente.
—Gracias por todo, Adriel —dice con sinceridad—. Han sido unos días magníficos.
Me dedica una de sus hermosas sonrisas y cierra la puerta del copiloto, se da la vuelta y camina hacia el edificio. Segundos más tarde, desaparece de mi vista al pasar la puerta de la entrada.
Ya está, ya se ha ido.
—Pero puede volver —contesto a esa vocecita.
¿Y por qué querría volver?
Eso, ¿por qué lo haría? No soy la mejor compañía del mundo ni tampoco alguien agradable al cien por cien. No he tratado a Miley como debería ser tratada, pero por lo menos, los días que estuvo en mi casa fueron divertidos, alegres, tontos, algunas peleas entre medias y lloros de parte de ella. Por lo menos, se podrá quedar un buen recuerdo de su momento de rebeldía.
Un buen recuerdo, seguramente que el beso lo será.
El beso, ese beso que me despertó más sentimientos que cualquier otro y por eso, la dije que lo olvidará y que no lo volviera hacer. Un simple y corto beso que transmitió más de lo que debía.
Me paso las manos por el cabello y alejo esos pensamientos de mi mente porque no quiero pensar más en ello. No debo darle más vueltas a ese toque de bocas porqué si lo hago encontraré un significado y si lo encuentro, es muy probable que iré a verla. Y entonces, todo se iría a la mierda.
Suspiro tomando el volante y conduzco sin rumbo por las calles de la ciudad para eliminar cualquier pensamiento, pero lo único que hago es pensar en ella y en sus labios... Y ojalá no fuera así. Ojalá pudiera borrar el recuerdo, aunque no lo desee en lo absoluto.
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Nuestras heridas
Teen Fiction✯PRIMER LIBRO DE LA BILOGÍA NUESTRO ✿ Adriel fue a aquella fiesta por su amigo, pero nunca pensó que esa castaña se cruzaría en su camino. Ella tan solo quería divertirse, pero acabo conociendo a aquel que le pondría su mundo patas arriba. Había alg...