Capítulo 6

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Adam

He estado fumando, más de lo normal.

Los cigarrillos se escurrían de mis dedos sin poder evitarlo. Cada vez que pensaba en los próximos partidos, en mi futuro, en el ridículo contrato que tenía que cumplir, en las asignaturas que iba a suspender.

En Chloe...Me embargaba una sensación de ansiedad, que no se iba por mucho que tratara.

Ya ni siquiera me apetecía intentar algo nuevo, ni rebelarme contra las reglas establecidas de mi padre ni molestar a la listilla con mi presencia.

Parecía un fantasma: gris, pálido y vacío.

¿Quién le había hecho tanto daño?

Cada mañana religiosamente, ella se acercaba a su taquilla verde (que colindaba con la mía), sacaba los libros que necesitaba y los metía en su mochila, como una especie de robot en piloto automático.

Luego se marchaba a clase y comía con sus amigas egoístas y medio ciegas en el recreo. No se daban cuenta de que estaba sufriendo, incluso cuando yo la había visto en algunas ocasiones restregarse los ojos para no llorar.

Estaba totalmente rota, como yo.

Desgraciadamente, no la podía ayudar si no confiaba en mí, y para colmo de los colmos, ahora mismo no me encontraba de humor para nada, mucho menos para convencerla de que el chico malo del que hablaban sólo era eso, una apariencia.

Se rumoreaban muchas cosas, pero el chisme de que me drogaba bastante era verdad.

─ Para ya, multimillonario, o te va a dar tremendo cáncer de pulmón.

Sonreí a través de la nube de humo.

─ ¿Algún problema, Baker?─ le pregunté, enarcando una ceja. Me encantaba juguetear y vacilar con él.

─ Ninguno, si te quieres morir antes allá tú, pero no esperes que te compre flores, y menos de las caras.─ Me apuntó con el dedo índice para afianzar su idea. Odiaba despilfarrar el dinero.

Me volví bruscamente a mirarlo.

─ ¿Cómo? ─ Mi ojo izquierdo comenzó a parpadear compulsivamente.

Tenía que estar de coña. Si su cuenta en el banco acababa en seis ceros.

─ Como que las rosas valen demasiado Adam, tengo que ahorrar para comprarme una batería.─ argumentó con calma, quitándose una arruga de su preciosa corbata.

Mi tic nervioso se acentuó de forma irremediable. 

─ ¿Me estás diciendo que prefieres una puta batería antes que a tu mejor amigo? ─ Joder con los americanos y el capitalismo.

Mis ojos conectaron con los suyos, que estaban bien abiertos.

─ Emmm, bueno, si lo pones así... ─ se rascó la nuca, nervioso. Acababa de darse cuenta de su error.

Tiré el cigarrillo al suelo de un arrebato, sacudiendo la cabeza.

─ Venga, no te enfades. ─ Me agarró el rubio de la muñeca, dándome la vuelta.

─ No, en serio, no pasa nada.

Contuve las lágrimas, que amenazaban con salir de mis húmedos párpados.

Entre la presión que recibía de parte de los padres de Marie para que nos casáramos dentro de dos meses y esto, no podía soportar más.

Matthew, que debía conocerme mejor que a mí mismo, lo notó, soltándome la mano al instante. Yo suspiré, cansado de toda esta gran mierda que me estaba quebrando la cabeza y...

Dulce odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora