Sí me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra... Sí me quieres, quiéreme negra y blanca, gris y verde, rubia y morena... Quiéreme de día, quiéreme de noche... ¡Y de madrugada, en la ventana abierta!—
El viento frío de una mañana gris chocaba contra las mejillas rosadas de una pequeña niña de 10 años, que en tan solitaria compañía, deambulaba por la calle de Rue Lacépède en Paris.
Sin un camino definido, le esperaba una cruel vida tras haberse escapado del orfanato.Tan pequeña y solitaria era aquella niña que incluso la gente sentía lástima por ella al verla; le daban alguna que otra moneda o un pedazo de pan, pero.... ¿Qué era peor? El maltrato que sufría en el orfanato por parte de las maestras, o recibir la lástima de los desconocidos.
Sin comprender aún cómo funciona la vida, ella se mantenía de pie aferrada a la esperanza, fue entonces cuando una mujer mayor la encontró.
Un ser tan bondadoso como ella abrió las puertas de su casa recibiendo con alegría a la pequeña niña.
Su hogar, lleno de recuerdos y fragancias que evocaban el pasado, se convirtió en un santuario donde el corazón de la pequeña, herido y desorientado, pudo encontrar un atisbo de consuelo y amor.Ahora puedo comprender cuan afortunada soy de que me encontraran.
Es Abril de 1933 en París, Francia. La guerra civil había terminado y los días iban mejorando poco a poco.
Las personas retomaban sus vidas y seguían adelante, otros se quedaban en el camino, sin embargo, yo aprecio cada tenue rayo de luz de mis mañanas camino a mi trabajo, ya que para mí simboliza la esperanza.A mis 17 años trabajo como camarera en Aun Bon Vivant, un restaurante muy popular en la calle 13 Rue Commines, donde la gente de alto estatus social acudía a discutir temas laborales o llevaban a cenar a sus amantes.
El trabajo es muy duro que en ocasiones me quedo hasta noche... hasta que el último cliente se vaya, sin embargo, el sacrificio era noble y necesario.Durante la noches antes de dormir, un pensamiento obsesivo me asechaba... No tengo a nadie a quien impresionar. Nunca conocí a mis padres y jamás pensé en la posibilidad de un hermano, pero cuando volteo a ver a Cloeh, me doy cuenta de que ella es mi único refugio y todo lo que tengo, pero.... a veces y solo a veces, siento la necesidad de algo más.
Siendo una mujer de la tercera edad sus hijos la abandonaron, es viuda y quedó en total soledad. Tan crueles fueron con su propia madre que no les importó su vida y simplemente se marcharon; fue entonces cuando ella me encontró y me acogió en su perenne hogar siendo solamente ella y yo.
Cloeh es como una abuela para mí, tan tierna y bondadosa, humilde y gentil que en mi opinión, le estaré siempre agradecida.—Ya llegué— dije entrando a la casa.
Percibí un delicioso aroma a estofado que me condujo hasta la cocina donde yacía Cloeh preparando la cena.
Es tan excelente cocinera que, incluso las personas que pasan por enfrente de la casa voltean a ver tratando de encontrar el origen de aquel delicioso olor.
—¿Qué preparas?— pregunté con una sonrisa viendo la olla.
—Es coq au vin— Respondió con una gentil sonrisa. —Durante la tarde estaba pensando qué cocinar y luego vino a mi mente este platillo que hace mucho no lo preparaba—
—Es uno de mis favoritos. Tienes unas manos tan mágicas que siempre cocinas tan bien—
—¡Ay, Céline!— su sonrisa se volvió aflijada. —Me hubiese encantado que mis hijos al menos se hubieran quedado por mi comida— volvió a decir y la abracé con ternura.
—Ya no deberías pensar en cosas del pasado, no encontrarás nada bueno ahí. Mira, hoy me pagaron un poco más— dije mostrándole mi sobre con mi sueldo dentro.
—Gracias, Céline, así podremos reparar el daño en el techo del último cuarto— dijo.Los viernes durábamos hasta media noche platicando en el comedor, me aconsejaba incluso me contaba anécdotas de cuando ella tenía mi edad.
Era como revivir su juventud; sus ojos brillaban de nostalgia y alegría tras sus recuerdos hermosos que la llenaron de vida.
—Recuerdo el día en que me enamoré, sabía que era especial. Él era un hombre muy apuesto, alto y elegante—
—¿Y luego que pasó?— pregunté sorprendida por su confesión.
—Coincidíamos cada mañana en la plaza, yo no era de su estatus social, pero aún así no nos importó—
—Así que hubo algo—
—Sí— dijo entre risas pequeñas. —Nos conocimos y nos enamoramos, pero nada dura para siempre; él tenía que cumplir con su deber y sus principios que le dictaban, y yo nunca podría estar a su altura, o quizá nunca lo intenté. Él se vió obligado a casarse y yo me alejé para no causarle problemas con su nueva familia—
—¿A caso no te buscó después?—
—Sí, incontables veces, ¿pero qué podía hacer yo? Tenía mi corazón destrozado y sabía que lo mejor para ambos era alejarme de él; no quería tener problemas con la alta sociedad porque eso sería la desgracia para él y la burla de su familia, sin embargo, después conocí a quien fue mi esposo—
—Pero lo que sentías por tu esposo no era los mismo a lo de aquel hombre—
—Es verdad, pero con el tiempo aprendimos a querernos y a apoyarnos mutuamente—
ESTÁS LEYENDO
Cuando un hombre ama a una mujer
RomanceAmar es este tímido silencio cerca de ti, sin que lo sepas, y recordar tu voz cuando te marchas y sentir el calor de tu saludo. Amar es aguardarte como si fueras parte del ocaso, ni antes ni después, para que estemos solos entre los juegos y los cue...