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Desde Junio que no sabía nada de Hyunjin. Ni una postal, ni una carta. Estaba seguro que no habían llegado ya que todos los días revisaba el buzón de su casa a las 8:01 a.m religiosamente, sabiendo que nadie podía tomar las cartas antes porque el cartero siempre pasaba exactamente a las 8 en punto por su casa.
En parte sentía que la ausencia de cartas de su amigo era por su culpa, por aquella pelea en donde sus sentimientos desbordados nublaron su razonamiento causando aquel alboroto, que cuando se acordaba, algo en sus hombros pesaba. Se lamentaba inmensamente haberlo dejado plantado en su lugar especial, lamentaba también todo el drama y por supuesto no despedirlo apropiadamente, de hecho, todo eso lo había escrito antes en aquel conjunto de cartas que no podía entregar, seguramente Hyunjin también pensaba que él estaba enojado, que ya no lo quería en su vida y por eso no había recibido ni una sola disculpa o noticia.
De cualquier forma, agradecía no saber nada sobre él, eso hacía que su meta de olvidarlo fuera más sencilla.

Aunque él confiaba en Hannah como la excelente enfermera que era, constantemente visitaba a la señora Hwang para verificar su estado de salud y hacerle un poco de compañía. Era una mujer amable con un gran corazón, apacible como la brisa de primavera, paciente como ni una otra, y aún así el ingrato de su hijo ni se dignaba en mandarle una carta a su pobre madre en cuatro meses.

Aquel día fue un fresco 27 de octubre, era sábado por lo que había decidido aprovechar su fin de semana aceptando la invitación de la señora Hwang a tomar un delicioso desayuno con ella para celebrar su cumpleaños.
El clima estaba nublado y muy fresco, tanto que calaba en sus huesos, pero lo disfrutaba, le gustaba la sensación del aire frío de la mañana sobre su rostro y por lo que veía, a la mujer a su lado le pasaba lo mismo.
No sabía su nombre, a decir verdad, solo la conocía como "la madre de Hyunjin" o "Sra. Hwang". Sabía que estaba enferma, pero no sabía de que. Sabía que necesitaba de esa extraña silla con ruedas para poder moverse de su cama al jardín trasero, más no sabía porque quedo en esa situación.

Mientras comían silenciosamente, apreciando el bello paisaje de otoño, Jeongin pudo analizar un poco más el sereno perfil de la mujer; llevaba un bonito vestido caoba con ostentosos olanes blancos que formaban la falda y los extremos de las mangas, armonizando perfecto con el entorno. Su frágil y delgado cabello dorado estaba sutil mente recogido con un listón del mismo color de su vestido, no llevaba zapatos, solo unas medias de encaje blanco y si prestabas especial atención, se notaba la capa de maquillaje que llevaba sobre su rostro. Se veía excelente, muy elegante como siempre. Todo aquel atuendo cumplía sus funciones a la perfección: el pomposo vestido lograba cubrir por completo su endeble complextura, delgada hasta que la piel se le pegaba a los huesos. El maquillaje disimulaba sus mejillas chupadas y los círculos negros al rededor de sus tristes ojos, además de aquel peinado que escondía unos cuantos puntos calvos que tenía.
Sentía algo de pena por ella.

- Sra.Hwang- como siempre, Jeongin fue el primero en hablar. -Me gusta mucho su casa.

-Oh ¿En serio?- dijo con su fina voz -Puedes quedartela si quieres.
No había ni una pizca de satida en sus palabras, nunca lo había, todo lo decía con calma y honestidad. Ella nunca mentía, por eso Jeongin se altero un poco al escucharla decir eso.

-¿Cómo me voy a quedar yo con su casa? Usted vive aquí

-No importa, no me gusta demasiado este lugar, sería mejor vivir en una cueva en el bosque- dió tranquila el último sorbo a su taza de té antes de terminarla - una bonita y tranquila cueva.

Estaba muy confundido, ¿Cómo una mujer tan refinada como ella elegiría una sucia cueva húmeda en vez de esa bonita casa? Por que si, la casa Hwang era una casa mediana con un patio amplio como la mayoría de casas en el pueblo, pero lo que la hacía diferente era su arquitectura de un estilo evidentemente neoclásico y los hermosos jardínes que rodeaban a esta, que a diferencia de la mayoría de sus vecinos, no necesitaba de usar ese terreno para la cría de animales si no que podía darse el lujo de plantar miles de rosales y frondosos árboles para mera decoración. Era como la casa rica entre la villa de campesinos. Era un elefante blanco.

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⏰ Última actualización: Mar 08 ⏰

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Narciso// HyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora