❄️ Capítulo 12

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Byul empezó a pasearse de un lado a otro del pasillo, sus alas negras abriéndose y cerrándose a su espalda, agitando sus plumas como si no pudiera tenerlas quietas en ninguna posición cómoda para ella. Donghae llevaba ya tres horas encerrado en el maldito gimnasio con sus alumnos y no estaba malditamente tranquila con ello, no después de haber visto el lamentable estado con el que se había presentado dos semanas atrás.
Ella había esperado oírlo refunfuñar como de costumbre, o quejarse, diablos, hasta una jodida mueca habría sido mejor que la fría e indescifrable expresión con que la recibió, el Donghae que ella conocía no se parecía en nada a aquel ángel caído que se había parado ante ella y la había mirado sin emoción alguna en los ojos antes de preguntarle dónde estaban sus alumnos.

—¿Eso quiere decir que he ganado mi apuesta? —preguntó ella ilusionada.

Donghae en cambio se había limitado a volver la mirada hacia el corredor por el que venían unos de sus propios alumnos, los cuales al verlo lo saludaron inmediatamente y le preguntaron por su última misión en la tierra. Donghae se había limitado a un par de respuestas breves, un par de palmadas en la espalda y a despacharlos rápidamente, diablos, al menos con ellos había sido algo cálido.

—¿Donghae? —Había insistido ella al ver que él seguía ignorando su pregunta—. ¿Cómo está Hyukjae?

En ese momento, él la había mirado a los ojos y Byul se maldijo a sí misma una y mil veces por lo que vio en los ojos del ángel caído.

—Por una vez en tu vida, deja de joder la de los demás y ve a verlo por ti misma, él te lo agradecerá —fue la seca respuesta de él.

Byul sacudió la cabeza y lo miró con pena.

—Aún no lo has comprendido, ¿verdad?

Él no había respondido a aquello, ni había respondido a ninguno de sus intentos por acercarse en las dos últimas semanas en las que se había encargado del entrenamiento de sus alumnos y de los propios y de alguno más que le pusiera Luc por delante.

Mirando de nuevo la puerta cerrada frente a ella, volvió a iniciar su paseo de un lado a otro, no iba a permitir que ese estúpido ángel cabezota echase por tierra todo su esfuerzo por qué no supiese aceptar que se había enamorado de un humano.

—Si sigues así, terminarás haciéndole un surco al suelo, EunByul.

Byul se volvió de golpe al oír la voz del único ser que era capaz de inculcar al mismo tiempo miedo y respeto, mezclado por un inexplicable agradecimiento y sensación de lealtad, el director de la Academia Ángeles Caídos y Señor de los Infiernos.

—Hola Luc —lo saludó con un ligero movimiento de su mano.

El aludido miró hacia la puerta cerrada y luego a Byul, sus manos metidas en los bolsillos del pantalón de cuero negro que se ceñía a un perfecto trasero y larguísimas piernas, la camiseta con una profunda "v" permitía un vislumbre de su bronceada piel.

—¿Sigue igual de irascible que estos días?

Byul asintió ligeramente.

—A juzgar por el estado de mis alumnos, diría que incluso más.

Luc chasqueó la lengua y negó con la cabeza.

—Es una pena, una verdadera pena, realmente voy a extrañar a ese Caído —aseguró él con un encogimiento de hombros—. Claro que, por otro lado, no hay cosa que más me guste que ganarle al de arriba un alma.

Byul frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir?

Luc sonrió mostrando una perfecta dentadura blanca.

Cuando la Nieve se Derrita | HaeHyukDonde viven las historias. Descúbrelo ahora