La ventana

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Había llegado pronto, estaba de nuevo en casa, tal vez más pronto de lo que me figuré en un principio. Soledad, paz, silencio celestial, era de las cosas que más amaba en el mundo. De nuevo en la tranquilidad del apartamento, con las ventanas que impedían que se filtrara el mínimo ruido exterior. Una antisocial, era el mejor término para describirme, y ¿por qué no? ¿por qué tendría que ser necesariamente eso un calificativo negativo o peor aún peyorativo? Después de todo el mismo ser humano establece desde hace mucho el significado de las palabras pero nunca se pone a pensar que significado tienen las palabras para cada uno, no el significado general al fin y al cabo es neutro. Procedí a encender las luces, las luminarias estaban más tenues, de hecho daba la impresión que tuvieran menos intensidad, quizás habría alguna por cambiar, no lo sabía y me importaba poco saberlo en ese momento. Tenía algunas tareas pendientes, de hecho pensaba avanzarlas el mismo día, pues el sábado no quería saber nada con relación a la escuela. Encendí la laptop, mientras tardaba en prender encendí la luz de la lámpara de escritorio y convine en apagar la luz de la habitación, al menos el día estaba un poco iluminado era poco más de las seis pero se veían la clara cercanía con el verano pues aún no estaba todo en integra penumbra. Advertí el brillo de la laptop por su reflejo en el dorso de mi mano, ingresé la contraseña y abrí un documento en blanco y comencé a escribir la primera versión del ensayo que había previsto para la próxima semana el adelantar tarea o sintetizar la informática era un método eficaz para evitar el estrés y la premura y por suerte me sentaba de maravilla. Una ligera vibración en mi bolsillo derecho, era el teléfono de nuevo, un mensaje nuevo, WhatsApp, era la única red social si se le puede llamar así que mantenía instalada.
— Abigail: Mía, ¿de qué era la tarea?
Si ella era mi única amiga, preferiría no tener ninguna, en ocasiones no comprendía su actuar, antes era muy responsable y ahora desde que comenzó el año ha comenzado a comportarse extraño, siempre está charlando con alguien ya sea en el receso o en la salida, gracias a esa intromisión que a mis ojos resultaría incómoda ha conseguido asistir a algunos eventos sociales, ¿es acaso tener un amplio grupo de amigos y que el grupo social te acepte la cúspide de la vida de los adolescentes? Y si para ellos lo es ¿por qué empeñarse tanto en algo que es efímero y para qué ser tan apegado a personas que entre de poco dejarás de ver y probablemente nunca volverás a cruzarte?. No tenía ganas de responderle así que simplemente no abrí el mensaje porque ya sabía de que trataba, se me cruzaba la idea de que cada vez me quedaba más sola y para evitar caer en pensamientos más profundos del tema continué tipeando en la laptop. Al cabo de unos minutos noté que había algo me mantenía inquieta e insatisfecha, para disipar esas ideas de mi mente me incorporé y extendí mi mano, dejé la ventana a medio abrir, esta era un mecanismo a la inversa, es decir, al girarse el cristal quedaba atravesado, y se podía observar la calle desde el piso tercero donde me encontraba. La brisa fresca entró por la ventana y palpé con mi rostro junto con un breve relente propio de las húmedas noches de la ciudad. Veía a todos pasar, estiré el brazo por la venta pars sólo tocar la pared bajo el marco de la ventana, la madera se despostillaba lentamente, observé por unos segundos la fachada del edificio color pardo, entonces recordé que ha de tener más de 30 o 40 años aunque nosotros nos mudamos allí hace casi quince. La estructura se notaba antigua sin embargo no presentaba ninguna rajadura visible por los constantes sismos de magnitud leve. Regresé a mi sitio y empecé a darme un par de vueltas en la silla giratoria, era ya costumbre por mi parte, en el apartamento solo se oían los pequeños ruidos generados por mis dedos al presionar el teclado con agilidad. Cuando hube acabado, recordé de forma súbita que estaba en la página 66 de las Crónicas de Narnia no obstante en lugar de leer en ese instante se me antojó tomar un café, para lo que fui a la cocina a preoarar uno. Se que es raro escuchar que una adolescente de quince años beba café o peor aún que la defina como una de sus bebidas favoritas, ni algunos adultos que conozco soportan el café si no está endulzado mientras yo lo prefiero amargo y con mayor esencia de modo que el despliegue de vapor sea más aromático. ¿Café frío o caliente? Esta vez opté por uno caliente; la noche estaba húmeda y deseaba algo para contrarrestarla. Al estar de vuelta en la habitación noté que algo sobresalía por debajo de la cama, enseguida me acuclillé para ver qué cosa era. Resulta que era un cajón de madera, donde guardaba algunas cosas hace más de un año, no lo recordaba así que decidí inspeccionar qué cosas guardaría allí. Algunos post-it escritos, un libro antiguo, ¿qué haría la versión inglesa de el extraño caso del doctor Jekyll y Mr Hyde? Pensaba que había acabado de leerla, en fin, de inmediato y después de pensar un poco me vino a memoria que había comprado el libro sin que mi mamá lo supiese, y ahora no entiendo el por qué, es un libro, no tiene nada de malo pero había que tomar en cuenta que a mi madre no le parece muy juicioso tener dos versiones de un mismo libro, ahora recuerdo la mala experiencia qué pasé cuando quise comprar la versión de tapa dura de Frankenstein.¡Cuantas cosas no habrán pasado por mi afán por los libros! He hecho una y mil cosas que no vale la pena anotar. Repentinamente observé que había una libreta, estaba empolvada, era mi viejo diario, no tan viejo en realidad sin embargo hace mucho que no lo ocupaba, más de medio año parecía una eternidad, la mente es cambiante, mi manera de expresar es muy diferente ahora, imaginé que pasaría un buen rato leyendo mis pequeños líos del colegio, mis insaciables dudas y preguntas y mis historias sin trama concreta, y eso fue lo que hice. El vibrador de nuevo, ¿otro mensaje?. Espero y no sea Abigail insistiendo que le pase la tarea, no soy partidaria de colaborar con el incumplimiento. Era Mauricio, un compañero, de hecho no hablamos mucho, recuerdo que una tarde estuvimos hablando muy fluido, fueron tres tardes consecutivas sino mal recuerdo y luego se hartó de hablar conmigo para variar, algo que siempre sucede pues toda mi plática gira en torno a literatura, un poco de ciencia, una que otra película y el arte tal vez, era algo en lo que coincidíamos, el hecho es que no captaba el móvil que le hizo escribirme, revisé y antes desactive las confirmaciones de lectura para que no se percate si no quiero responder.
— Hola Mía, ¿acabaste el ensayo? Te escribo para preguntar si ¿podrías darme tu opinión sobre mi ensayo?
No sabía si responderle, estaba exhausta y no tenía ganas de abrir documentos y mucho menos que esté pendiente de cuanto me tardo porque evidentemente no iría solo a leer su ensayo, claro que no, ¿que hay de mi diario? "Le responderé más tarde"— convine
¿Por qué siempre todo el mundo si es que me habla es sólo para tareas?. Siendo sincera, no creo que a mucha gente le suceda lo mismo.
Las páginas de mi diario estaban escritas en su mayoría, dejaba espacios en blanco, no recodaba la razón. Había un enunciado bastante cuestionable
"Querido diario:
Estoy destinada a estar sola por el resto de mi vida, todo esto es una encrucijada, no cabe en mi mente cambiar con el único propósito de ser aceptada por los demás, prefiero mil veces y seguiré siendo la chica rara de la clase, la que observa todo con disimulo que no habla malas palabras y que no le interesa ningún chico, sin importar lo que los demás piensen de mí , pero ¿a quien engaño?, sentirse sola todo el tiempo sin nadie con quien contar no es una sensación muy cómoda que digamos, cuanto me encantaría contar sobre mis predicciones de las casos de Holmes y sobre los experimentos que condujeron al descubrimiento de la genética, el estudio de los pinzones y la selección natural.
"estaba claro que las ciencias me importaban bastante casi tanto como la literatura"
¿Era cierto?Francamente no pensaba que había escrito en mi diario sobre mi situación antisocial y la soledad era algo que me acompañaba pero sin embargo ahora lo aceptaba con mayor disposición y buena gana, no sé si habría más páginas, tuve el impulso de arrancar la página pero algo me detuvo, el cajón tenía una lata de galletas, no estaban muy frescas pero eran comibles así que en lugar de perder más tiempo en el diario, solté la tapa en el suelo que terminó en un ruido metálico para después acabar comiendo un par, quería más pero resolví que mejor sería guardarlas para cuando hacía mi club de historias de terror, siempre había falta de bocadillos y acababa comiendo cualquier fruslería. Había escrito un poema en una hoja color menta, era uno de Pablo Neruda. Una que otras hojas con cálculos matemáticas, no podían faltar y reí al rememorar esa verdad, ¿qué más?, pues el resto de cosas se resumían a ser las llaves de mi antiguo casillero del colegio, una cinta adhesiva de colores pasteles que me obsequió mi amiga de mi anterior escuela, y por último había un diccionario en francés, recuerdo perfectamente que me costó $20 dólares, lo vendían por internet, los productos eran de procedencia estadounidense, y establecí la hora de entrega para un jueves para que mi mamá no se enterara de esa compra y que tenía un pánico inmenso a la compra de bienes de esa forma y peor aún cuando procedían del extranjero pero al final y al cabo llegó que era lo que importaba, mi francés nunca fue bueno, y habiendo pasado un año debe estar peor, así que dejé el tema del francés a un lado. Eran casi las 7 y mi madre no llegaba, me sorprendía mucho, el tráfico seguramente ha de haberla retardado, pensaba y volvía a tomar en la mano el lapicero empuñándolo suavemente y a hacer imprecisos garabatos a lo largo de una hoja para luego estrujar el papel y desdoblarlo y observar fijamente las marcas que quedaron como rastro de la opresión sucedida.

Un camino sin retornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora