02. A Thousand Years

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El sonido de un llanto lo hizo abrir los ojos con cansancio, su rostro agotado y las enormes ojeras bajo sus orbes hacían notar la falta de sueño de los últimos meses desde el nacimiento de los gemelos que apenas y pasaban los cuatro meses de vida.

Se acomodó con cuidado en su mullida cama sentándose recargado en la cabecera y con cuidado tomó al  niño que yacía gimoteando al lado de su cuerpo, cargó al infante con sumo cuidado sosteniendo bien su cuerpo y la delicada cabecita que lucía una suave matita de cabello rizado en un lindo tono rosa, el cambio fue inmediato y el pequeño calló su llanto.

Acomodó a Yuji en su pectoral izquierdo después de desabotonar su camisa de dormir y con cuidado pegó la tierna carita del niño al lugar, Yuji era un bebé calmado y dulce, siempre se mostraba conforme con la compañía de su hermano mayor, quién a diferencia de él era un poco antipático y tendía a empujar con manos y pies a su compañerito en busca de monopolizar cualquier cosa a su alcance.

Yuji abrió sus pequeños ojitos mojados color miel, lo único que heredaron de él a su parecer, el bebé colocó su suave y diminuta manita en el pecho ligeramente más abultado de Nanami, levantó la mirada y soltó un ruidito dulce hacia su progenitor para después pegarse con ahínco a su pezón y comenzar a succionar con gula. Yuji era el más glotón del par y siempre estaba dispuesto a comer aunque su estómago dijera lo contrario, así que codicioso como siempre se dedicó a sacar todo cuanto pudo rozando dolorosamente esos dos pequeños dientes superiores que ya le habían salido para tormento del sensible pecho del rubio.

Cuando Nanami calculó que era suficiente para el pequeño estómago del menor lo retiró del lugar con esfuerzo pues el infante estaba reacio a soltar su fuente de alimento, aferrándose duramente con sus regordetas palmas y mostrando un puchero de inconformidad al se por fin removido, fue colocado verticalmente contra el cuerpo del rubio para recibir pequeñas palmaditas en su espalda y que pudiera liberar el aire de su estómago.

Cuando terminó con el menor volvió a dejarlo sobre la cama en una posición adecuada y prosiguió a tomar al otro niño que aunque callado, parecía esperar impaciente con los ojos bien abiertos mientras batía sus brazos con desespero. Acomodó a Sukuna en su pecho derecho dejándole alimentarse, el mayor de los gemelos siempre se tomaba con más calma la hora de la comida y a diferencia de Yuji él si rechazaba el pecho cuando no deseaba más.

Después de sacarle el aire lo acomodó igualmente al otro lado de su cuerpo y con cuidado se retiró de la cama para alcanzar lo necesario para el cambio de pañal de ambos bebés, regresó y realizó su labor, cuando los gemelos estuvieron por fin limpios y saciados el rubio volvió a su lugar para intentar dormir al menos unas horas más antes de que el llanto de sus hijos se lo impidiera.

Pero ahí sobre la cama alumbrado con una tenue luz sus cansados ojos se negaban a cerrarse, observó los durmientes rostros de sus bebés, redondeados, suaves y regordetes, eran unos niños saludables y hermosos de los cuales Nanami no podría estar más orgulloso.

Sintió el pecho inflarse de pura adoración, acarició las suaves mejillas de ambos, besó sus cabecitas y olisqueó ese aroma lácteo combinado con el de los productos para bebé. Los vió mover suavemente la boquita como si estuvieran soñando con comer y el corazón del rubio se sintió explotar de ternura, tanta como jamás creyó sentir.

Los ojos se le humedecieron y sus manos picaron por más contacto con esas pequeñas criaturas que habían crecido dentro de su cuerpo, pero Kento no quería despertarlos por su arranque emocional así que se contuvo, se aseguró de que estuvieran bien acomodados y obligó a sus párpados a cerrarse y descansar.

La paternidad era agotadora y aterrorizate pero también era increíblemente dulce y Nanami no podría estar más contento de haber tomado la desición de tener a ese par de niños.


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