Reencuentro

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- ¿Lea?

Ahí estaba. A unos metros de mí, mirándome fijamente. Lysandro. No sabía que hacer. Me quedé ahí, parada, viéndolo fijamente. Quería que fuera una ilusión, que mi cabeza me estuviera jugando una muy mala broma, pero, en el fondo, deseaba que fuera real. Mi primer amor estaba ahí, parado frente a mí, tan sorprendido como yo.

- ¿Qué dijiste...? Oh, carajo – oí decir a Castiel. Lo vi acercarse a nosotras. Su brusquedad me sacó de mis pensamientos.

- ¿Para esto querías vernos Rosalía? ¿Qué tienes en la cabeza? – preguntó Castiel. - ¿Cómo pudiste traerla?

-Era necesario – dijo Rosa – no te metas. Sus palabras me sacaron de mi trance.

- ¡¿Cómo que era necesario Rosa?! ¡¿De qué se trata esto?! – pregunté hecha una furia.

-En lugar de gritarme deberías ir a hablar con él. No deja de mirarte. – dijo Rosa con una risita.

Antes de que yo me pudiera mover, Lys ya estaba frente a mí, con una leve sonrisa.

-Hola Lea. Ha...pasado un tiempo. – dijo con esa voz tan dulce de siempre. Sentí que me derretía.

-Yo... sí. Un tiempo... 7 años. – respondí. No podía hablar. Me temblaban las piernas.

-Genial. Ya se vieron, ya nos vamos – dijo Castiel tomando del brazo de Lysandro.

-Oh no, aún no compro mi café. Acompáñame entrometido, no quiero que te pierdas – dijo Rosa jalando a Castiel del brazo, dejándome sola con Lysandro.

-Tienes la misma mirada de siempre – dijo entonces Lysandro – nunca pensé que... bueno, fueras a volver.

-Ni yo... pero pasaron muchas cosas en los últimos meses, y decidí que estaría mejor por mi cuenta.

- ¿Tus padres no están contigo?

-No. Creí que era momento de hacer mi vida.

- Ya veo...bueno, me dio gusto verte. Cuídate. – dijo antes de salir de la cafetería. Rosa volvió unos minutos después con Castiel.

- ¿Y Lysandro? – preguntó Rosa.

-Se fue – respondí cortante.

-No sé a que regresaste, pero no lo molestes. Ya bastante daño le has hecho – dijo Castiel fulminándome con la mirada.

No pude contener mis lágrimas. Salí corriendo de la cafetería. Sentía las lágrimas bajar por mi rostro, incontrolablemente. ¿Qué había sido eso? Es cierto que tenía miedo de encontrarme con él, pero no esperé que me fuera a tratar tan... indiferente. Me odia.

LYSANDRO

Rosa nos había citado a mí y a Castiel en la cafetería del centro. Dijo que quería hablar del presupuesto de nuestro vestuario para la siguiente presentación.

-Es una lata. ¿Qué tan difícil puede ser el presupuesto? – preguntó Castiel.

-Recuerda que una parte se toma de lo que se recolecta en las tocadas. Tenemos que ser cuidadosos.

-Sí si... Por cierto, ¿qué pasó con la chica que salías? No la veo hace mucho.

-Le dije que me agradaba, pero que prefería estar solo. Lo tomó bien. Creo.

- ¿Crees? – preguntó Castiel.

- Sí, bueno, me abofeteó, pero creo que estuvo bien – respondí. Castiel comenzó a reír.

-¿Cómo puedes decir que estuvo bien? Eso no es bien amigo.

-Bueno... pudo ser peor. La verdad no tengo ganas de estar con nadie. Lo intento, pero simplemente no tengo la motivación para ello.

-Amigo, han pasado años de eso, ¿Por qué no lo dejas ir?

Su pregunta me tomó por sorpresa. Ambos sabíamos a qué se refería. Azalea. Hace 7 años terminó conmigo y no nos volvimos a ver. Dolió, y mucho. Malinterpretó mi reacción a su ida, pero no quería hacerla sentir mal. No es como que no me importara, pero si la dejaba ver mi sentir, no querría irse, y sería más difícil para ella. Todos los días pienso en como la lastimé con esa reacción. No me he perdonado por ello.

- ¿Qué más da? Se fue, y dudo mucho que vuelva – respondí.

Entramos a la cafetería, y Rosa aún no llegaba. Dijo que era imperativo que estuviéramos aquí. Me pareció extraño ya que difícilmente nos dejaba participar en los temas del vestuario.

Nos formamos para ordenar. Pedí lo mismo de siempre. Café frío con leche. Nos acercamos a la barra a tomar el pedido, y cuando me di la vuelta, ahí estaba ella. Tan hermosa como siempre. Lea. Me quedé frío. ¿Porqué estaba allí? ¿Había vuelto? Tenía ganas de hacerle tantas preguntas, de abrazarla, de decirle que pensaba en ella todos los días, pero... de inmediato recordé nuestra despedida. Seguro seguía odiándome por ello. No pude decir más que su nombre.

- ¿Lea?

Castiel volteó. En cuánto la vio, se dirigió a ella hecho una furia. Estaba con Rosa. Cuando Lea se fue, Castiel me apoyó como nadie. A pesar de que el siempre la molestaba y trataba indiferente, en el fondo sabía que la apreciaba. Recuerdo que Lea siempre se esforzó por ser su amiga. Lo que ella nunca supo, es que Castiel ya la veía de esa forma.

- ¿Para esto querías vernos Rosalía? ¿Qué tienes en la cabeza? – preguntó Castiel. - ¿Cómo pudiste traerla?

Mientras Castiel y Rosa discutían, me acerqué a ella. No sabía cómo empezar.

-Hola Lea. Ha...pasado un tiempo – dije. "¿Es lo mejor que se te ocurrió?" pensé.

-Yo... sí. Un tiempo... 7 años – respondió. Se veía incómoda. Me dijo que había vuelto, sola. Conforme avanzó nuestra conversación, la vi cada vez más inquieta, así que preferí no molestarla.

- Ya veo...bueno, me dio gusto verte. Cuídate. – dije dándole la espalda, saliendo de la cafetería.

Caminé lo más rápido que pude, y terminé frente a la casa dónde solía vivir Lea. Sentí mi corazón acelerarse. Me senté en la entrada. Pude sentir como mis ojos poco a poco se llenaban de lágrimas. En eso sonó mi celular. Había comprado uno cuando empezó el proyecto de la banda. Rosa me forzó.

- ¿Dónde estás? – era Castiel.

-Frente a la vieja casa de Lea, terminé aquí – respondió.

-Voy para allá – colgó.

Castiel llegó unos minutos después, y se sentó a mi lado.

- ¿Estás bien Lysandro?

-Yo... no...no lo sé. Viste... ¿Lo hermosa que se veía? No ha cambiado – dije cabizbajo.

-Si, la vi. Por lo que me dijo Rosa, se mudó. Volvió amigo.

-Ella me odia Castiel. No tiene sentido.

-No lo sabes- dijo dándome una palmada en la espalda.

- ¿Por qué... la dejé irse en primer lugar? 

El músico y la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora