Capítulo LII: Un lugar donde esconderse

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–¿Puedo hacerte una pregunta? –inquirió Regulus cuando él y Eileen acababan de entrar a la mansión de Prestbury. Ella asintió con la cabeza–. ¿Por qué no quieres tener el bebé?

Los ojos negros de la muchacha se clavaron en los suyos. Le parecía que la respuesta era evidente y le sorprendía que fuera justamente él quien la cuestionaba.

–¿Acaso pretendes que lo tenga? –preguntó ella con sarcasmo.

Regulus se encogió de hombros antes de contestar.

–No veo por qué no –respondió de manera totalmente sincera.

–Pues a mí se me ocurren varios motivos –replicó la muchacha y subió directamente hacia su habitación.

Regulus la observó en silencio hasta que la cabellera negra desapareció al girar por el pasillo. Luego, se sentó en la sala y le pidió a Grizzlie algo para cenar. 

Una hora más tarde, subió a su dormitorio y estaba listo para acostarse a dormir. Ya era pasada la medianoche, así que se quitó la túnica y se colocó el pijama. Estaba por meterse en la cama cuando sintió que llamaban a la puerta.

–Pasa –dijo en voz alta y la cabeza de Eileen se asomó entre el marco y la puerta de madera–. ¿Qué necesitas?

–¿Podemos hablar un momento? –quiso saber ella. Tenía una expresión extraña en el rostro y lo observaba nerviosa.

–Sí, claro –él palmeó el cubrecamas, invitándola a sentarse a su lado. Ella fue hacia allí. Estaba realmente nerviosa, jugueteaba con su anillo en las manos y se mordía el labio. La chica no lo miró a los ojos, su vista estaba clavada entre sus dedos–. ¿Qué ocurre?

–¿Por qué dices que no ves por qué no debería tener al bebé? No es tu hijo. No somos realmente un matrimonio. Nunca hemos planeado esto. Habíamos acordado no hacer escándalos públicos. Yo, lo siento, nunca fue mi intención quedar embarazada. Pero, por todo eso, me parece que la mejor solución es abortar –murmuró la chica.

Eileen seguía sin mirarlo. Regulus se acercó a ella y con sus dedos levantó suavemente la barbilla de la muchacha, haciendo que su vista se elevara y los ojos grises del muchacho se encontraran con los negros de ella.

–Ya sé que no es mi hijo. No somos un matrimonio, está claro. Pero si alguien tuviera alguna duda, un bebé con ojos grises y cabello oscuro será suficiente para desterrarla. No es necesario que sea mi hijo para quererlo, podríamos llevarnos muy bien con esa criatura. Así que no creo que entre en la categoría escándalo público. Más bien al contrario, es lo que todos esperan ¿O crees que mi madre no me ha preguntado cuándo la voy a hacer abuela? –preguntó dejando a la chica pensativa–. ¡Y ni siquiera le mentiremos cuando le digamos que será abuela! –añadió riendo y la carcajada de Eileen se unió a la suya.

–Gracias, Regulus –murmuró finalmente ella y salió de la habitación.

Fue hacia su dormitorio y tomó el espejo doble. Observó durante un buen rato el reflejo de su cara perpleja. No tenía idea cómo decírselo. Pasó un buen rato hasta que decidió que no podía. No en ese momento. No en mitad de la madrugada. No a través de un espejo. Se acostó a dormir, aunque conciliar el sueño le llevó demasiado tiempo.



Al día siguiente, cuando sonó el despertador para ir a clases, lo único que quería era seguir durmiendo. Así que lo apagó y dio media vuelta en la cama. Despertó un rato más tarde con el sonido de un golpeteo suave en la puerta de su dormitorio. Abrió los ojos y se incorporó en la cama al tiempo que Regulus se asomaba a la habitación.

La alianza impensada para cambiar el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora