EL DÍA SOMBRÍO DE JULIO ; historia corta

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Todo ocurrió muy rápido.

La imagen de Noah al ser consumido por el agua tras caerse del barco...

La aleta de tiburón aproximarse...

Sangre...

- - -

Unas horas antes...

—¡Noah! ¿Ya estás listo? ¡Mamá y papá nos están esperando en la camioneta! —le digo a mi hermano Noah.

—Ya voy, Abby —exclama mientras baja las escaleras.

—Puedo oírte aunque no chilles, escandaloso.

—Ya sabes como soy, hermanita, no intentes cambiarme —me rechista y yo suelto una risita.

Salimos afuera de casa. Hace un día espléndido, el sol resplandece y el cielo está de un color azul impresionante. A lo muy lejos, se ve el mar ondeando al ritmo del viento y la arena dorada quedándose color sepia a su choque.

Ventajas de vivir en Miami, je.

—Estas vacaciones serán divertidas, ya lo veréis —dice mi padre, optimista.

—Seguro que sí, papá —lo apoyo.

Papá ha comprado unos boletos para un crucero directo a California, según él sale muy barato y tiene muchas actividades; sinceramente, no me parece divertido un crucero, soy una chica demasiado activa para estar en un vehículo a saber por cuanto tiempo, pero voy porque sé que es la única oportunidad que tengo de viajar un poco.

Aunque de lejos pueda verse el mar, en realidad está bastante lejos, porque vivimos en una parte bastante alejada de la playa, ya que tenemos una piscina en casa. Mínimo hay unas dos horas de trayecto.

—¿Estáis todos listos? —pregunta mi padre, mirándonos desde el espejo del asiento del conductor.

Todos asentimos, así que él enciende el motor de la camioneta y comienza a vibrar.

Yo me apoyo en la puerta, mirando por la ventana, con el aire agitando mi cabello rubio porque la ventanilla está bajada debido al calor.

El ambiente que se ve grita verano, con la gente paseando en bañador acompañados de las toallas para ir a la playa.

- - -

El viaje lo pasé con siestas, aperitivos y mucho internet.

—¿Hemos llegado? —pregunto impaciente por bajarme del coche cuando veo que la camioneta para.

—Sí, id bajando a la playa, yo voy a aparcar.

Bajo del coche, acompañada de mi hermano y mi madre, y pasamos por el pequeño camino de roca antes de bajar a la playa.

La arena está caliente, y se ven algunas gaviotas. Las olas del mar son suaves, por lo que parece que el tiempo es perfecto para navegar en un crucero.

—¿Y dónde está nuestro crucero? —pregunta mi hermano Noah.

—Está al cruzar esta playa, habrá que nadar un poco para llegar —informa mi madre.

A mí me gusta bastante nadar, sobre todo en la playa, mientras las olas me golpean y puedo coger algo de arena mojada con mis puños y lanzársela a Noah, y luego nadar como si la vida dependiera de ello para que él no haga lo mismo conmigo. Aunque hace años que ya no hacemos eso, crecer nos ha quitado esos momentos infantiles.

Mi padre nos alcanza unos minutos después, y pasando la playa que nos dijo mi madre, vemos el crucero a lo lejos.

—¿Listos para nadar un poco? —pregunta mi padre.

—¡Claro! —respondo.

Ya en bañador, me lanzo de un golpe al agua, que me invade el cuerpo con una sensación de escalofrío que se pasa enseguida.

Los demás no han sido tan entusiastas como yo y han cruzado la orilla poco a poco.

- - -

Después de algunas carreras en el agua, nos vemos enfrente del crucero. Por fuera es realmente grande, con líneas azules y rojas a los lados y muchas ventanas.

En uno de los lados hay una escalerilla para subir, y nos recibe un hombre moreno con uniforme rojo.

—Bienvenidos y gracias por viajar en nuestro crucero, ¿desean una visita guiada o lo descubren ustedes solos? —nos pregunta.

—Gracias, pero lo iremos descubriendo nosotros —le dice mi padre y le hace un gesto con la cabeza cuando entramos a la primera habitación del crucero.

La habitación donde entramos parece un comedor, está repleto de mesas cubiertas con manteles blancos y hay un hombre vestido completamente de blanco plantado en medio de la estancia con un micrófono.

—Señores y señoras, gracias por navegar un año más en mi crucero. Como cada año, debo dar un pequeño discurso e advertirles de algunas cosas —se aclara la garganta—, en primer lugar, en el crucero está prohibido usar teléfonos móviles, por motivos de otros años. En segundo lugar, las orillas del balcón del crucero están totalmente prohibidas, este mar está rodeado de tiburones, y no queremos ningún accidente desagradable —se hace un silencio—, y bueno, eso es todo. Que disfruten del viaje.

Pasamos el comedor y seguimos caminando hasta nuestro camarote.

—Vuestras habitaciones son las de la izquierda, chicos —nos dice mi padre.

Dejamos nuestras cosas en las camas —que son literas, por cierto— y pregunto a Noah si quiere ir a explorar el crucero.

—Claro, me interesa saber si aquí dentro se esconde un cadáver.

Pongo cara de sabelotodo.

—Noah, tienes dejar los thrillers por un tiempo. De verdad te están afectando al cerebro —le digo seriamente. Mi hermano me saca la lengua.

—Bueno, ¡vamos a echar un vistazo a este barco! —digo.

Salimos corriendo a hurtadillas de nuestro camarote y veo una puerta en la que pone prohibido el paso. Eso para mí siempre ha sido una invitación a pasar, además Noah y yo ya tenemos antecedentes por eso.

—¿Como en los viejos tiempos? —le pregunto con una mirada traviesa.

Él no me responde y entra directamente. Adentro nos encontramos el balcón del crucero, la zona que el hombre de blanco dijo que estaba prohibida. Me asomo y veo como nos movemos lentamente, dejando el agua y las olas atrás.

—¡Me siento como en Titanic aquí afuera! —exclamo riendo.

Noah, para hacer la gracia, me coge de la cintura y me levanta. Yo suelto una carcajada y me balanceo un poco.

De repente, una ráfaga de viento viene fuerte hacia nosotros y yo me balanceo hacia delante. Chillo y Noah me sujeta, poniéndome detrás de él. Otro ataque de viento llega y esta vez arrastra a Noah hacia delante, que hace que se resbale y quede colgando de la barandilla, entre el barco y el mar.

Se intenta resistir, pero cae.

Grito e intento ayudar a Noah, pero es demasiado tarde, el mar ya se lo ha tragado.

Observo sus brazos sobresaliendo, desesperados.

Y, entonces, unas siluetas aparecen en la estancia.

Tiburones.

Grito de nuevo, intentando avisar a Noah. Pero un tiburón ya lo ha visto, y se lanza en picado hacia él.

el día sombrío de julio ; historia cortaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora