(Cap.1 - Parte III)

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Tres Días después...

La hora marcaba las ocho de la tarde; el cielo se teñía de aquel color naranja entre las nubes despejadas. Roger, estaba jugando en el gran patio trasero con Zeus; un cachorro de raza mastín napolitano; dueño de un viejo amigo de la familia Maius, San Andanela, un hombre no más de sesenta años, de descendencia y acento francés, que vivía a pocos minutos de la mansión Maius.

—Nunca creí que te lo tomarías en serio, en haber adoptado a un niño—. Dijo Andanela, posando en la terraza, con la mirada a Roger.

—He avanzado mucho, y pienso que... tengo posibilidades—. Comento Máximo, con la mano en sus bolsillos; muy convencido.

—¿Posibilidades? Tienes que estar cien por ciento seguro de lo que harás—. Con cierta duda.

—He estudiado todo tipo de conjuros, me los he memorizado uno por uno...

—¿Y... entonces?

—Aún no he conseguido las maneras de crear partituras conjúrales—. Aclaro Máximo, acariciando su mentón.

—¿Y con todos los libros que tienes?

—Solo son puras teorías, y estudios químicos. Necesito libros más avanzados, o libros más antiguos... que la biblioteca nunca haya querido compartir—. Respondió un tanto inquieto.

—Y siempre pensando en lo mismo—. pregunto Andanela, frunciendo el ceño.

—¡Por favor San! Vivimos en la ciudad de la alquimia. En esta ciudad solo nos han enseñado... lo primordial—. Aclaro dando pequeños pasos por la terraza.

Andanela estaba un poco desconcertado, tomo asiento en uno de los muebles de la terraza.

—El hada madrina me quito lo que recién había empezado —. Dijo Máximo entre risas. 

 —Mi sobrina  ya ha  investigaron toda la biblioteca. Solo ha encontrado libros no tan importantes.

—Dile que, de igual manera. Todos se escribieron por algo. ¿No?

—¡A demás! no creo que una biblioteca común de la ciudad, tenga información tan prodigiosa—. Aclaro San, con una risa de burla.

—Es unas de las bibliotecas más visitada, con algo tengo que comenzar.

Roger, aun en el gran jardín, comenzó a correr siguiendo el cachorro, siguiéndolo  al laberinto. Se escurrió entre los arbustos perennes, hasta que llego frente al gran ventanal de la sala. Desde su reflejo observo a Nataly tocando el piano, movía sus dedos sutilmente con su pelaje suelto despeinado.

—No sabía que también tocaba el piano—. Dijo Roger en voz baja. Pensó por un momento en lo adorable que era tocar piano con ella. Entro con el perro a la sala, se acercó a ella muy lentamente para ver con más detalles, tocaba una de las melodías de Chopin, Roger anonadado sintió atracción.

—Yo, a esta canción la llamo Noche a Oscuras, depende de la situación—. Comento Nataly, con su perfilada hermosura y su sonrisa, sintiendo la presencia de Roger.

—¿Susan te enseño? —. Pregunto Roger.

—¿Me enseño muy bien...?—. Riéndose.

—Te...

 — ¡El perro va a...! Ya defeco...— Dijo Rise, interrumpiendo a Roger dejando de tocar el piano con un rostro de desagrado. 

 —¡Queeeee...!—. Reacciono Roger desfavorable—. Aun  San no lo ha domado. A penas es un cachorro—. Continuo.

—Ya debería enseñarlo. Tiene suerte de ser adorable—. Dijo Nataly acariciándolo.

—No lo acaricies, pensara que lo estas premiando por haber defecado...

—¿Tú crees...?—. Pregunto ella con cierta duda. 

 —Mi lady, ahora mismo lo limpio—. Dijo de las mucamas  en busca de un tobo con agua.

—Salgamos al patio... ya he tocado mucho el piano—. Dijo Nataly. 

Los dos estaban sentados en uno de los bancos de mármol que rodeaba el arrecife,  varios peces bigotes nadaban dentro, era algo que Roger no había percatado. 

—¡Es el mismo pez de la fuente! —. Exclamo Roger.

—Si... es el mismo. A mi padre siempre le han gustado esos peces.

—¿Por qué? Si son feos...—. Viéndolos nadar.

—Digo lo mismo, pero los dos tienen algo en común.

—¿Sus bigotes...?—Pregunto el entre risas.

—No lo había pensado—. Respondió ella riéndose. —Hay un lago a las afueras de la ciudad, hay muchos de ellos, de distintos colores—. Continuo, viendo los peces junto con su reflejo en el agua.

El llamativo portón negro de la entraba se abrió, vieron como el Rolls Royce amarillo mostaza se avecinaba, hasta estacionarse frente a ellos, una de las puertas traseras se abrió.

—¡Por fin!—. Exclamo Nataly con emoción. Una mujer cabello castaño y corto hasta sus hombros, de grandes ojos café y rostro perfilado bajo. Nataly inmediatamente corrió para abrazarla con fuerzas. Roger estaba sentado, sin entender quien era. Un hombre muy elegante de anteojos; salió por la otra puerta sonriéndole a Roger.

—Mucho gusto jovencito, me llamo Gustave—. Dijo presentándose muy amablemente. —¿Cómo te llamas? —. Continuo, esperando que Roger diera la mano. 

—Me alegra verte...—. Comento Nataly sin soltarla.

—Has crecido mucho, princesa...—. Dijo Samantha abrazándola igual.

—Casi diez años...—. Respondió ella con la voz un poco temblorosa de la emoción. 

 — Hija mía, al fin llegas—. Dijo Máximo, bajando las escaleras de su fachada con las manos extendidas.

 —¡Por fin nos conocemos! Sr. Máximo—. Exclamo Gustave. 

 —Lo mismo digo—. Respondió.

 Máximo vio a sus dos hijas juntas, noto que Roger se veía aislado y tímido. —Preséntate Roger—. Dijo Máximo acercándose a el mostrando confianza.

— ¡Roger! Igual que el abuelo.  Soy Samantha, tu hermana—. Dijo ella, secándose las lágrimas de alegría. —Gusto en conocerte—. Continuo extendiendo sus brazos hacia él.

El rostro de Roger era de inquietud, se acercó muy lentamente, con un cálido abrazo de afecto. Se sintió parte de su nueva  Familia Maius. 

 

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Los Alquímicos: INICIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora