Capítulo 32 | Kurt

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Nunca uso mi oficina, pero tengo trabajo acumulado que sé que debo revisar sin falta hoy. Cuando nos dieron el local, estaba un poco viejo. Era una librería y nos dimos cuenta que junto a la puerta de la cocina habían unas escaleras hacia arriba que daban a un departamento. Rose dio la idea de renovarlo y hacer una oficina. Un lugar dónde revisar facturas y currículums, también un lugar donde aprovechar mi hora de almuerzo y hacer otras cosas con privacidad.

Hay aproximadamente diez currículums entre mis papeles y he aceptado a tres. Alguien más para que ayude en la cocina, un camarero y alguien de limpieza para que Trevor se quite un trabajo menos de encima.

El bar es un lugar pequeño. Al menos más pequeño que los bares locales normales, así que nosotros cuatro y Malcom habíamos hecho un buen trabajo durante todos estos años, pero la clientela nunca varía, siempre llegan muchas personas, así que tendré que contratarlos sin duda.

Miro el reloj en la pared y ya son las diez de la noche. Dos o tres horas más y nuestro turno se acaba. Últimamente hemos estado cerrando a la una, y espero que sea Dios brindándome ayuda porque usualmente cerrábamos a las dos o tres de la mañana. Los días festivos sin duda nuestros turno se extiende.

Eso me hace pensar en Jordan y en el trabajo. ¿Pensará continuar trabajando para mí? Ella sin duda no necesita dinero, lo hace para no pensar, pero, ¿Y si la llaman de otro trabajo?

Saco mi teléfono y le envío un mensaje. Ven a mi oficina cuando puedas. Sube las escaleras junto a la puerta de la cocina.

No sé si quiero que se vaya. Jordan hace un buen trabajo en el bar. Se mueve rápido, siempre está sonriendo y a veces mientras está limpiando la barra o escribiendo pedidos se está moviendo al ritmo de la música. Cuando me preguntó cual era mi banda favorita no pude regresarle la pregunta, pero sé que sin duda es Madonna. Le encanta, lo sé.

Me levanto de la silla y comienzo a caminar de allá para acá hasta que Jordan aparece en el umbral y cierra la puerta detrás de ella. Está sonrojada, despeinada y sudada y aún así me sigue pareciendo hermosa.

—¿Qué quiere mi jefe ahora? —se acerca a mí y suelta un gemido cuando siente el viento del abanico en su espalda— ¿Estoy en problemas?

—Muchos problemas.

La siento en el escritorio y la miro. Tiene el fleco pegado a la frente por el sudor.

—Estaba pensando —le digo—, y quería preguntarte una cosa.

—De acuerdo.

—¿Qué pasó con los currículums que lograste entregar antes de que te diera empleo?

Las cejas de Jordan se contraen, pero de todos modos responde.

—No me han llamado. Tuve una entrevista antes de que me contrataras, pero…

—Pero…

—El que pudo ser mi jefe me llamó hace unos días y le dije que ya tenía trabajo —su cabeza se inclina a un lado—. Me gusta trabajar aquí. No necesito dinero, sabes mis razones, pero realmente me gusta tener algo que hacer.

Jordan mete las manos dentro de mi camiseta y me toca el abdomen. Pero sigue hablándome como si nada.

—El divorcio con Ian me dejó una buena suma de dinero y la casa donde vivíamos. Pero la vendí, ¿Lo entiendes? —me saca la camiseta y se inclina para dejar un beso en mi pecho—. Podría estar en mi casa cuidando de June tirada en el sofá viendo películas y comiendo muchas cantidades de comida —suelta mi cinturón—. O podría estar aquí, trabajando, teniendo algo productivo que hacer y no conformándome con el dinero que ya tengo.

—Así que vas a quedarte —suelto los botones de su pantalón—. ¿Hasta cuando?

Jordan se baja del escritorio y se deja los pantalones hasta las rodillas. Yo no tenía esto en mente, pero definitivamente estoy agradecido con Rose ahora mismo por la idea de tener una oficina.

—Hasta que mi jefe decida echarme.

Llevo mis dedos a su entrepierna y miro su pecho subir y bajar con un suspiro.

—Jordan, eso será mucho tiempo.

Sus labios tiran de una sonrisa y ya no quiero hablar más.

Entierro mis dedos en su cabello y la beso, al mismo tiempo que mi otra mano no se queda quieta entre sus muslos. Las bocanadas de aire que aspira para no hacer ruido me enloquecen y la beso a través de su risa hasta que la tengo de espaldas a mí, con sus manos apoyadas al escritorio y su cuerpo inclinado.

Hace tres días que Jordan conoció a mis padres, y hace más de veinticuatro horas que no hemos follado ni en mi casa ni en la camioneta. Eso es mucho tiempo, o puede que últimamente desee demasiado a Jordan. Mucho más de lo normal y hace que la extrañe cada minuto que no estoy dentro de ella.

Jordan ha sacado un condón de la gaveta y lo he rasgado y puesto en su lugar. Tomo con mis manos su cadera y me dejo ir dentro de ella con fuerza, al mismo tiempo que Jordan gime y se inclina más hacia el escritorio. La forma en la que aprieta los puños, su boca se abre jadeando y su espalda se arquea a veces, me hace sentir en el cielo. Jordan es preciosa, pero la vista desde aquí lo es mucho más.

—Mierda —se lleva los nudillos a la boca—. Oh, Kurt.

Nunca escuchar mi nombre me había fascinado tanto. Así que sigo haciendo exactamente lo que estoy haciendo para que lo siga diciendo. Y lo hace, una y otra vez.

—Dios, Jordan.

Justo en ese instante termino, pero no me es suficiente. Jordan no se queja cuando la giro y le saco el pantalón con las bragas. No se opone. En cambio entierra sus dedos en mi cabello y sube una pierna en mi hombro antes de que reciba su desahogo.

Si mis días junto a ella van a ser así de pasionales supongo que estoy listo.

Mucho más que listo.

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