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Galad

Mírame, ¿en qué me he convertido?
Estoy perdido, una vez fui un caballero, pero el ladrón llegó a mi mundo de Londres.
Así que debo dejarte ahora.

-Señor, me da gusto saber que si pudo venir- saludó Boris en cuanto vio a Mycroft descender del auto.
-Mi presencia aquí es primordial, pero agradezco que hayas acompañado a la señora y por cierto cómo se encuentra- respondió el mayor de los Holmes con una actitud práctica.
Boris sonrió levemente, ya que sabía que su respuesta no le gustaría a su jefe.
-Tanto el señor Graham como mi señora se encuentran descansando, y el doctor Lecter me ha enviado a comprar algunos suministros.

Al oír esas palabras, el gesto de Mycroft fue de pura indignación, ese psiquiatra se tomaba atribuciones que no le correspondían. Pero Boris fue más oportuno y agregó.
-No debe olvidar que desde hace mucho no se frecuenta esta casa. Incluso pensé que no volveríamos.
Mycroft se tranquilizó un poco, y aceptó que Boris tenía razón. Nunca creyó que Clara o él, algún día regresaran a habitar Pall Mall. Así que, sin más dejo ir al fiel mayordomo, agente y guardaespaldas que desde hace mucho los había acompañado.

Boris comprendía muy bien la desconfianza y molestia del Holmes mayor, en inicio porque él también dudaba del doctor Lecter. Su presencia oportuna en cada uno de los momentos precisos, parecía demasiado perturbadora y calculada. Era como si de antemano el doctor conociera lo que pasaría o al menos tenía una idea de ello. Pero por lo pronto, no podría hacer más que esperar y en caso de peligro él protegería a sus señores.

Mycroft caminó unos cuantos pasos y pronto se hallo frente a la puerta. Un solo pensamiento rondo por su cabeza.
-Clara, ¿por qué los has traído aquí?

Para Mycroft, Pall Mall representaba la historia que pudo haber tenido con Clara, todo lo que hubiesen vivido juntos y quería que así se quedara, como un hubiera. Aunque los muebles se apolillaran y las cortinas de seda se volviesen jirones.

Pero en cuanto la puerta se abrió, Mycroft sintió que había perdido esa seguridad y más precisamente que había perdido un hogar, para luego entregarsélo a un extraño.
Un extraño ya con nombre y apariencia, es decir, Mycroft sentía que le estaba entregando su hogar al doctor Hannibal Lecter; y fue en ese momento que la voz del psiquiatra lo distrajo de sus pensamientos.

-Señor Holmes llegó justo a tiempo- acotó Hannibal que se encontraba al pie de las escaleras.

Mycroft contuvo su molestia al verlo y evitó sonar descortés. Por eso, uso la misma respuesta que le dio a Boris en la entrada.
-Doctor, mi presencia aquí, es primordial
-Sí, por supuesto y lo entiendo. El bienestar de Clara le importa más que todo y más cuando el exterior para usted, representa una amenaza
Con esas palabras, Mycroft creyó sentir como la indignación recorría sus venas. Pero mantuvo la serenidad y contestó.
-Creí que usted era el psiquiatra experto en manejar la empatía. No fue esa la razón, por la que insistió en atender a Clara.

Hannibal sonreía para sus adentros, pues disfrutaba enormemente incomodar al mayor de los Holmes al recordarle que era un ser humano y tenía sentimientos, por mucho que él intentase ocultarlos. Y sobre todo, disfrutaba de hacerle sentir amenazado. Por eso, respondió con más seguridad.
-En efecto, y como su psiquiatra, sé lo que es mejor para ella. Le aseguró que puedo cuidarla.
-En eso difiero completamente, de lo contrario no hubiera aceptado que Clara regresara a Londres.
-Lo considera inapropiado- se burló Hannibal
-Más que inapropiado, lo considero irreponsable. Clara no está bien.
-Señor Holmes, por un momento creí que sus pensamientos y los míos, estarían totalmente de acuerdo. Pero ya veo que no es así, y es una situación lamentable- dijo Hannibal, a la par que Mycroft le ofrecía una mirada glacial. Después el psiquiatra continuó.
-Porque a pesar de que Clara tiene un padecimiento y ya está siendo tratada. Ella posee una mente increíblemente lúcida. Así que, lo más sano y acertado para ella es que empieze a vivir una vida normal.
-Normal
-Sí, ella debe de volver a vivir
-Ella vive- debatió Mycroft aun más molesto
-Desde su perspectiva, ella lo hace. Pero desde la de Clara, puede que no. De todos modos, la malicia de alguien que se cree Dios no tiene medida y su ironía es incomparable- mencionó Hannibal

Mi amigo secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora