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Dolía, todo en Jungkook dolía

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Dolía, todo en Jungkook dolía. El nudo en su garganta no lo dejaba respirar con normalidad y sus ojos ardían por las lágrimas que se negaba a soltar. No dejaba de torturarse con la idea de que debería habérselo dicho, no porque quisiera que se quedase, sino porque ésta era, tal vez, la oportunidad número cien que perdía para ser sincero con él. Lo amaba, sin remedio.

Taehyung era muy inteligente, capaz de lograr cualquier objetivo que se propusiera. Era brillante en todos sus aspectos. Era luz, su luz. Claro, él no sabía eso. Y se había ido, y Jungkook, a pesar de que el vuelo había partido hacía ya una hora y media, aún estaba sentado en medio del aeropuerto, sintiendo a la gente pasar, pero sin ver nada. Perdido en el cielo, sintiéndose vacío.

Quizás fuese tiempo ya, luego de tantos años, de dejarlo avanzar por su cuenta.

Jungkook y Taehyung se habían conocido mucho tiempo atrás, antes de siquiera tener uso de razón. Según su madre, cuando él apenas tenía tres, una mujer tocó su puerta desesperada. Llevaba un niño pequeño tomado de la mano, el cual se aferraba a un libro para colorear. Ambas ríen cuando el recuerdo llega y hablan sobre la aflicción de Sori por no tener luz ni agua en su nuevo hogar al cual se había mudado esa misma tarde, a sólo dos casas de distancia.

A Taehyung le tocaba comenzar preescolar en su nueva escuela la mañana siguiente y, a pesar de las advertencias de su madre, había decidido que pintar su rostro y brazos de verde para jugar a los alienígenas era una buena idea. Kim Sori solo buscaba una cubeta con un poco de agua, pero Jeon Yuna se había negado por completo a que limpiara a su hijo en medio de la oscuridad, así que le ofreció el baño de su hogar. Quizás fue porque ambas eran madres primerizas y cercanas en edad que intentaban balancear sus vidas, pero no pasó mucho tiempo hasta que se hicieron buenas amigas. Se invitaban a cenar, a cocinar juntas, a tomar té helado en tardes calurosas, realizaban las compras y charlaban sobre niños, mientras Taehyung y él jugaban y crecían.

Para Jungkook era sumamente natural pasar tiempo con Taehyung, así había sido siempre. Mientras los años pasaban y ellos se hacían mayores, descubrían que querían cosas diferentes, que sus caminos se bifurcaban. Sin embargo, siempre encontraban un punto medio en el que podían seguir coincidiendo y conviviendo. De eso se trataba la amistad.

Salvo esta vez. Esta vez dolía más porque Jungkook se había dado cuenta de algo que venía pasando desde hacía un tiempo, y aunque era perfecto que Taehyung persiguiese este sueño lejano y remoto que todos creían imposible, él había callado otra vez para no interferir.

A sus veinticuatro años, Taehyung había logrado terminar una difícil maestría en historia y literatura inglesa, todo lo que siempre había soñado. El rendimiento y las calificaciones por las que tanto se había esforzado habían valido la pena, pues apenas el título estuvo en sus manos, la misma universidad le había ofrecido un puesto de trabajo. Y llevando apenas un año allí, le recomendaron aplicar en un programa de intercambio y trabajo, la institución daría referencias y haría lo posible porque él llegara a alguna ciudad europea a impartir clases en una universidad prestigiosa.

Bon Voyage - Taekook (KookV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora