Capítulo 17.|Ataque de pánico.

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Aaron.

El genio que me cargaba hoy era de infierno y todos en el almacén entendieron que hoy no estaba de humor para ningún chiste, así que solo se han dignado a trabajar en sus deberes sin dirigirme por mucho tiempo la palabra. Los gruñidos solían salirme solos del enojo y colocarle las balas a las armas no era una buena idea en estos momentos.

Me siento ofuscado y lo único que quiero es desquitarme para poder aflojar toda esta rabia, pero está de más decir que con lo único que podría desquitarme es con la misma persona que me ocasiona este humor de perros. Para mi mala suerte ella se encuentra aquí en el almacén porque hoy es día de entrenamiento y de preparación de todo lo relacionado con el enfrentamiento de Luke, y he tenido que venir al área de entrenamiento a organizar las armas para no escucharla ni sentirla cerca ya que se encuentra dentro del almacén con los demás ayudando en todo el trabajo que tenemos.

La noche anterior no dormí absolutamente nada y eso ya se está haciendo parte de mi rutina diaria y tengo el cuerpo tenso y agotado. Mientras organizo unas armas y les coloco las balas pienso en la manera en la que Leah y yo hicimos el amor anoche y me perturbo al saber que todo terminó en un desastre por sus celos. Me sentí como una porquería cuando insinuó aquello, no creía que Leah tenía ese pensar tan ruin de mí, no creí que ella pensara que yo pudiera hacer tal cosa. Llevarme a Sydney a nuestro apartamento y tener sexo con ella en nuestra propia cama me hizo pensar si Leah realmente hablaba en serio o era solo parte de sus celos enfermizos, pero no, ella estaba hablando en serio, y yo no pude controlar el enojo y me largué de allí dejándola sola en aquel lugar oscuro. Ni siquiera sé cómo llegué al departamento, solo sé que cuando lo hice me empecé a sentir nervioso por haberla dejado allí sola a esa hora, aunque tengo claro que Leah sabe como defenderse, pero nunca voy a evitar querer protegerla de todo. Eso fue una de las causas por las cuales no dormí bien, no podía parar de sentirme culpable, pero al verla llegar hoy al almacén un alivio se apoderó de mi cuerpo al verla bien.

—¿Cómo vas, Halcón?—Me pregunta Matt llegando de repente.—¿Necesitas ayuda?

—No, ya estoy terminando.

Él me mira detenidamente.

—¿Sigues aún con el humor de perros arriba?—Me cuestiona.

Ruedo los ojos.

—No estoy para bromas ahora, Matt. Déjame en paz.

—Detente un momento ahí, Aaron. A mí no me vas a hablar y a tratar como lo has estado haciendo toda la mañana con todos.—Me dice enojado.—Entiendo que tengas un mal día pero eso no puede hacerte olvidar que soy tu mejor amigo y que puedes contarme que es lo que ocurre contigo. A menos que ya lo hayas pensado mejor y prefieras confiar más en Alexander que en mí.

Lo miro con el ceño fruncido.

—¿Qué tonterías dices, Matt?

—No son tonterías. Como te la pasas con él de un lado al otro y le cuentas tus más íntimos secretos, es lógico que lo piense. Y no son celos, antes de que hables estupideces. —Dice moviéndose incómodo.

Lo miro y esta vez me río.

—Ya, tranquilo. Discúlpame por mi actitud. No tengo un buen día y estoy pagándolo con todos. Lo siento.

Él se cruza de brazos.

—¿Qué tienes? ¿Tiene que ver con Leah y el problema que nos contaste ayer?

—Si tiene que ver con Leah pero es sobre otro asunto.—Suspiro y dejo las armas en su puesto y volteo a verlo.—Insinuó que me acosté con Sydney en nuestra propia cama y me enfurecí. Sabes que yo podría ser capaz de cualquier cosa Matt, menos de hacer semejante barbaridad.

Mi Liberación #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora