O C H O

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Bárbara'


Gaby llegó por la mañana, con los ojos rojos y sin parar de disculparse.

Me abrazó de sorpresa y presionó sus brazos contra mi cuerpo.

Me derrumbé.

Me derrumbé sobre su hombro destrozada por dentro. Con sentimientos encontrados y procesando toda la información que me dio. Eso es todo lo que dijo Mateo, pero brevemente.

Mis papás la adoraban, la ayuda de Gaby fue esencial para deshacerme de las preguntas difíciles de mis papás sobre por qué Mateo se fue, que afirmamos que era un problema familiar.

Obviamente se llevó mi auto, pero le prometió a Gaby que lo dejaría en el condominio.

Cuando vi su nombre en la pantalla de su teléfono celular, mi estómago dio un vuelco.

Nuestra navidad fue divertida, mi papá no ocultó su descontento porque Mateo se había ido sin despedirse, pero dijo que entendía la situación.

Mamá aturdió a mi amiga con preguntas sobre mi vida, departamento, trabajo y amigos.

Que suerte tengo en tener a Gabriela como la mejor mentirosa del siglo.

[...]

Jugueteé con mi cadenita, sosteniendo el dije de bebé mientras miraba por la ventana del auto.

Ya reconocía el barrio y sabía que estaba cerca de casa.

—Voy a venir más tarde a dormir con vos. —eso no fue un pedido.

No tenía ganas de entrar en una batalla con ella sobre subir o no, así que solo asentí y traté de hacer una sonrisa.

Echaba de menos la forma extrovertida y animada de Mateo.

—Sí, no puedo quedarme con esto —levanté los brazos para quitarme la cadenita, pero Gaby me detuvo.

—No, no tenes que hacer esto, todo su tiempo.

—¿Podés entregarle? —le abrí la mano, luego de sacar el relicario de mi bolsillo.

—¿Y es eso lo qué querés?

—No. —sollocé, y me sequé las lágrimas rápidamente —Pero es lo que tengo que hacer...

Mi departamento estaba vacío, oscuro y helado.

Sentí que la soledad me abrazaba en el momento en que me tiré en el sofá y lo recordé a Mateo entrando a mi casa como si fuera suya.

Sonó el celular, algo dentro de mí se iluminó como un niño ansioso.

Me levanté y respondí rápidamente...

—¡Hola! —dijo el portero— Llamé para avisarle que el señor Mateo dejó su auto en el garaje hace unos días. Me pidió que te hiciera saber.

—Gracias.

Tal vez debería olvidarme de todo.

Fueron solo tres días.

Todo bien, fueron los tres días más delicados de mi salud mental y él estaba ahí.

Fueron los tres días más delicados, en realidad, se suponía que iba a ser delicado, sin embargo, yo estaba con Mateo, así que nada fue delicado.

Hizo de mis días difíciles los recuerdos más hermosos de todos.

Pero ya era hora de olvidarlo.

[...]

papá sustituto; trueno  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora