Bárbara'N
o podía imaginar el tamaño de la casa de Leo hasta que el auto se detuvo frente a la enorme puerta negra.
Desde que nos conocimos y por lo que decía Gaby, siempre supe que era una persona con una buena vida económica, pero no me imaginaba que su casa fuera tan grande.
El portón automático se abrió y a baja velocidad nos acercamos a la mansión.
Mi estómago se revolvió al pensar en la probabilidad de que sus papás me miraran de arriba abajo con disgusto.
—Quedate tranqui. —Leo sonrió cuando salimos del auto— Solo están enojados conmigo por irresponsabilidad. —hablaba con naturalidad como si fuera un chico de dieciséis años que había ido al boliche en secreto.
Ya no tenía ninguna duda de que Henry estaba absurdamente malcriado y nunca tuvo que lidiar con las consecuencias. Si me impresionó el frente, mi boca hizo una "o" cuando el empleado abrió la puerta y entramos al living.
Los pisos de granito eran blancos y relucientes, como si nadie los hubiera pisado. En el centro, una mesa con un jarrón de cuidadas y coloridas flores, detrás de una cálida escalera de madera que se parte en dos al cabo de unos escalones.
Mi teléfono vibró y miré la pantalla viendo la notificación de Gaby mientras caminábamos, lo desbloqueé y abrí la conversación con una foto de ella y Mateo en el sofá.
Él estaba distraído por la tele y ella sonreía a la cámara.
—Bárbara. —Leo colocó una mano abierta en mi espalda.
Aparté mi atención del teléfono y miré hacia arriba para ver a sus papás.
Su mamá era alta y esbelta, con joyas y una mirada estricta.
El padre de pelo blanco, pero elegante y con una sonrisa amistosa en los labios.
Ambos usaban ropa que solo usaría en ocasiones especiales, pero probablemente era la más simple en su guardarropa.
—Mamá y papá, esta es Bárbara. —me presentó.
—Hola señor y señora Velázquez — saludé cortésmente. Ella baja su mirada a mi vientre inexpresivo.
—No me digas señor —el papá extiende su mano para saludar — Puedes llamarme Augusto, y esta es mi esposa Eliza.
—Encantada de conocerte, Bárbara. — Habló cordialmente en un tono cálido.
Sus manos entrelazadas en su vientre estaban inquietas. —Ya hiciste el examen? —mi rostro se calentó, avergonzado e irritado por su insistencia.Ya dije que lo haría cuando naciera el bebé, si ella no lo creía porque quería saber? Asumo que el papá, que le dio un ligero codazo con el brazo, es el verdadero.
—Por Dios, Eliza. —el marido pone los ojos en blanco. Leo permanece en silencio.
—Sólo pregunté. ¿Qué hay de malo en preguntar? ¿Hay algún problema, Bárbara? —su falsa preocupación hizo que mis manos temblaran.
—Ninguno, Eliza. Pero para responder a su pregunta, no lo hice y no lo voy a hacer mientras el bebé esté en la panza.
—Tenemos un gran obstetra que es de confianza y ya ha hecho varios ADN's.... —Insistió disimuladamente.
—Basta, mamá. -
—¿Tienen hambre? —Augusto trató de calmar la situación, sumamente avergonzado.
Su pregunta me recordó a la cena a la que iba a ir más tarde en casa de Gaby, quería correr para allá de inmediato y verla irritando a Mateo mientras él intenta ver la tele.
Tenía muchas ganas de estar con ellos.
En la mesa de la cena, Eliza permaneció en silencio y le di las gracias por eso.
Los hombres hablaban de fútbol y Augusto le preguntaba a Leo cómo estaba la facultad de medicina, el probable curso que se vio obligado a tomar por su falta de entusiasmo para contar las cosas. ¿—Y vos Bárbara? ¿Qué haces? — Preguntó Eliza, cortando delicadamente su carne.
Todo lo que decía tenía un tono burlón e irritado, no necesitaba ser inteligente para saber que no era bienvenido en su casa.
Empecé a sentirme extremadamente incómoda, la casa gigante se encogió y se volvió sofocante.
—Trabajo en una empresa de material quirúrgico. —respondí con la gran educación que me dieron mis papás.
—Mmm. ¿Tenes universidad? —dijo, Leo suspiró a mi lado, pero no habló.
—No y no lo voy a hacer, voy a tener un bebé. —abrí una sonrisa irónica, a ella no le gustó.
—¿Y qué pensás hacer cuando nazca el bebé?
Augusto dejó caer los cubiertos sobre el plato, haciendo un sonido de acero contra vidrio. Respiré hondo antes de responder.
—¿Qué vamos a hacer Leonel? —me giré hacia él, que estaba rojo como un tomate.
—También poedes hablar un poco sobre tus planes y planificación, ya que el niño nos pertenece a los dos.
Balbuceó algunas palabras, pude escuchar la sonrisita de Augusto.
Eliza se puso del color de un pimiento, si no fuera tan delgada estaría gritando y tirando cosas al suelo.
—Leonel va a terminar la universidad. —respondió por él.
—Ahora tiene más responsabilidades que eso, Eliza. —Augusto habló en voz baja, pero ella fingió no escuchar.
—¿Y Catalina? ¿No te ibas a comprometer? ¿Cómo lo manejó? —eso fue el colmo.
Empujé la silla y pedí permiso antes de levantarme, no me quedaría ahí escuchando humillaciones porque el hijo mimado no usa condones.
No me obligué a quedarme embarazada y tampoco lo hice sola.
Agarre mi teléfono y busqué el número de Gaby, sintiendo que me ardían ojos.
Nunca pasé por este tipo de humillación, todo lo que quería era su casa con nuestra pizza fría y las bromas desubicadas de Mateo.
—¡Bárbara! —Leo me agarra del brazo apresuradamente, cuando ya estamos afuera.
—¡Soltame! —tiré de mi brazo.
—Lo siento por ella, pero ha sido difícil...
—¿Difícil para quién Leonel? —Arqueé las cejas, sintiendo que toda la sangre de mi cuerpo circulaba más rápido —¿Difícil para ella que no tiene absolutamente nada que ver?
—No quise decir eso, pero ella es...
—No se dio cuenta de que su hijo creció y también fue irresponsable. Eso fue lo que pasó, si no tenes el coraje de enfrentar a tu mamá para decirle que está mal, es tu problema.
—Bárbara, vos me buscaste a mí...
No tenía palabras, nada podía describir lo que pensaba y sentía en esa situación. Por primera vez me di cuenta de que mi hijo no tenía papá, y la imagen de Mateo gritando que era un idiota pasó por mi cabeza.
No tenía nada que decirle, incluso con un hijo, seguiría siendo el niño de mamá y se casaría con la probable hija de otro médico.
Este no era mi mundo, mis papás se disfrazaban de duendes en navidad y recibían a todo el que cruzaba su puerta, yo no necesitaba ese tipo de trato que los Velasquez querían darme.
Dejé a Leonel hablando solo y durante unos pasos todavía trató de seguirme, disculpándose y queriendo explicarse.
Pero no había explicación, definitivamente criaría a mi bebé por mi cuenta.
No quiero un próximo Leo, y con su guita, quién sabe qué más podrían hacer para quitarme a mi hijo.
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papá sustituto; trueno ✓
FanfictionBárbara descubre un embarazo no deseado y, para colmo, la navidad estaba cerca y tendría que ir a casa de sus papás. Con miedo de que la juzguen y que la miren mal las personas del pequeño pueblo donde nació, tuvo una idea increíble: buscar un 𝗽𝗮...