Capitulo 8

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Raymond

La hora del almuerzo era uno de los momentos más relajantes que teníamos en la semana, la razón era que, antes de él, se nos cruzaban las clases de lucha avanzada y la peor de todas, refuerzo físico; que no hacía nada más que drenar nuestro sudor con la finalidad de aumentar nuestra resistencia y fuerza física.

El comedor, un sitio al aire libre con un techo ovalado que nos cubría del fuerte sol que hacía a las dos de la tarde. En la fila, agarré una bandeja de color azul y la llené de espagueti y pollo al horno, un jugo de moras y una manzana verde como postre. Me detuve al terminar, buscando con la mirada a mis amigos en las mesas de acrílico que estaban repartidas por un piso de piedra lisa.

Vislumbré como unos brazos se alzaban y agitaban hasta que me di cuenta que se trataba de Lana.

—¡Ray, por aquí!

Le concedí una sonrisa y me dirigí allí.

En la mesa estaban Sarah, Lana y Boris, todos con el cabello mojado a causa de la duchas.

— ¡Me duele todo el cuerpo!—Se quejó Sarah con una mueca— Apenas puedo levantar el estúpido tenedor sin que me duela, te juro que no podré resistir una semana más de todo eso.

Era viernes y esta era la tercera vez en la semana que veíamos refuerzo físico y la mayoría estaba sufriendo, en el instituto daban una clase parecida pero esta era mucho más exigente.

—Vele el lado positivo...—comenzó Lana y todos esperamos expectantes, ella nos miró y frunció el ceño— al diablo, no hay nada bueno de esto.

—Oye, Sarah...si quieres un masaje yo encantado te lo doy—propuso Boris alzando sus cejas de forma coqueta.

—Que no pueda levantar el tenedor no significa que no pueda clavártelo en el ojo—exprimió Sarah y aun así Boris seguía enviándole alguna que otra mirada coqueta.

Me ocupé de mi almuerzo mientras ellos hablaban de cosas triviales. Mañana era el día en el cual iba a intentar infiltrarme en el edificio principal para conseguir información del paradero de Aris, iba a ser difícil, eso no lo niego, pero no imposible...solo necesitaba algo de ayuda de parte de mis compañeros. En mis tiempos libres había recorrido cada espacio de la organización, aprendiéndome los nombres de los guardias y sus cambios de turnos, como patrullaban y en qué lugares se encontraban.

— ¡Por los cielos de Oziria!—exclamó Lana haciendo que diera un saltó en mi silla, todos de inmediato seguimos su mirada alarmados.

Un chico de cabello negro bien peinado entraba al comedor, sus ojos parecían dos lagunas, tenían un azul tan intenso que llamaban la atención al instante. El uniforme se apretaba entré sus músculos bien formados y en cada parte de su cuerpo sin dejar nada a la imaginación, esta vez, solo esta vez, estaba encantado con que nos hicieran usar estos apretados uniformes. Una nariz perfilada, labios rosados voluptuosos y una sonrisa de muerte provocaron más de un suspiro a la mitad del comedor, pero no se igualaba a la belleza de Alistair, el cual seguían rondando mi cabeza desde esa noche.

—¡Es mío!yo lo vi primero —soltó Lana de repente notando como Sarah y yo lo veíamos.

— ¿Que dices, mujer?— dije yo— No puedes elegir así, ya no estamos en el instituto.

—Él tiene razón, es muy infan...¡Oh por dios! ¡Me miró! ¡Ya es mío!—Sarah puso las manos en su pecho y dejó escapar un suspiro.

—¿Qué?—Dijo Lana indignada—. Que te haya mirado no significa nada.

Oziria y Los anillos del zodiacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora