D I E Z

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Bárbara

Mi mundo se estaba derrumbando de nuevo, como si hubiera visto por primera vez el positivo en la prueba de embarazo.

La mirada crítica de Eliza no se apartaba de mi cabeza, la forma en que mostraba claramente que yo era inferior a ellos me dolía.

Recordar que estuve en esa casa me hizo sentir mal. Presioné el piso del departamento de mi amigolq y apoyé la espalda contra el espejo del ascensor, estaba exhausta.

Se me hizo un nudo enorme en la garganta que estaba haciendo todo lo posible por no soltar y estallé en un grito humillante.

Abro la puerta y veo a Mateo sentado en el sofá con su celular, su cuello gira hacia mí y su sonrisa se estira feliz, pero luego desaparece.

Solo entonces me doy cuenta de que mi cara está completamente mojada y estoy llorando de pie en la puerta.

Sin decir nada salta del sofá y viene rápidamente hacia mí, tira de mi cuello hacia su pecho.

—Tranqui —susurra mientras acaricia mi cabello. —Estoy acá.

No quiero decir nada, solo sentir el cariño y la paz que me da, el olor natural de su piel y después de tantos meses siento que mi corazón se calienta de nuevo.

Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura y lloro como un niño con miedo a la oscuridad.

Sus manos van a mi rostro y no intenta ocultar la preocupación que siente.
Me miró a los ojos y con toda la sinceridad del mundo dijo:

—No voy a dejar que nada malo les pase a ustedes dos.

Está comprometido y listo para casarse y, sin embargo, sus labios aún me invitan, mi pecho palpita ansioso por su toque y acercamiento.

Ruego internamente que el mundo deje de girar y pueda decir todo lo que siento por él, todo lo que me hace sentir.

Todavía mirándonos me doy cuenta de que lo dejé y eso me duele más que cualquier otra cosa.

Quiero gritar y suplicar que regrese por navidad y no dejarlo ir.

[...]

El vaso que tengo en la mano está lleno de agua helada, lo remuevo y el líquido corre por todo el borde.

Mi boca está seca por todo el nerviosismo que he pasado, pero ahora es el turno de Gabriela.

—¿Ese imbécil está pensando que es quién? —levanto la vista hacia ella que camina de un lado a otro en medio del living — Aquel concheto de mierda.

—No sé que hacer, me arrepiento cien veces de haberle contado lo del embarazo. —confieso y veo a Mateo bajar la cabeza a mi lado.

Me advirtió, pero era demasiado bueno para echármelo en cara.

Se empezó a morder las uñas su ansiedad y estrés por el tema era visible.

—¡Hace como él, desaparece! A la vieja le va a encantar, si es tonta hasta paga para alejarte de su tesoro. ¡Ese pedazo de mierda!

Suena el celular de Mateo y de reojo lo veo ponerlo en silencio y volver a guardarlo en su bolsillo.

Se levanta, probablemente fue ella y necesita ir a buscarla.

Era mi turno de estar inquieta, tenía ganas de fingir un desmayo solo para que él se quedara.

—Está todo bien ahora. —acarició mi hombro amistosamente, y eso terminó conmigo.

No quiero ser solo su amiga.

—Estamos acá para vos, lo sabes, ¿verdad? —la voz ronca hizo que mi cuerpo temblara y quisiera recostarme sobre su pecho. Dios, ¿qué hice?

—Yo estoy bien. —respondí y miré a Gaby que tenía las manos en las caderas y la cara ardiendo.
—Simplemente no quiero volver allá ni tener contacto con ellos. Ya no quiero pasar rabia.

Después de la segunda llamada, Mateo se despidió con un abrazo y un beso en la mejilla y se fue, solo se fue.

Bueno, ¿qué esperaba? ¿Que se quedé conmigo toda la noche cuando su prometida estaba llamando?

Siendo que el tiene novia.

Como era viernes decidí dormir con mi amiga, además necesitaba calmarla.

Sí, Gabriela estaba extremadamente fuera de control con la situación.

Ella era eso, no tenía nada que hacer.

Incluso con todo este quilombo de cosas, Mateo todavía aparecía en mis pensamientos, parecía haber intensificado lo que sentía después de encontrarlo nuevamente, después de ser recibida por él nuevamente en un momento difícil, era como si siempre estuviera ahí.

Pero no es así, al menos no ahora.

Ignoré todos los mensajes y llamadas de Leo y después de que Gaby me contó los detalles de que Eduardo volvió a buscarla y ella lo amenazó con matarlo si inventaba otro campamento, nos quedamos dormidas.

[...]

Pasaron las semanas, y cada día mi vientre se sentía más pesado.

Misteriosamente se estiró y ahora no hay forma de ocultar el embarazo, no es que no quiera, me encanta esta etapa del embarazo. Increible sentir las patadas y sensaciones que me da el bebe aunque aun no nos conocemos en persona.

Decidí no saber el sexo, solo al nacer.

Gabriela me dijo que fue absurdo y se quejó durante días preguntándose qué compraría y cómo se llamaría.

En las consultas siempre me acompaña, y llora cada vez que aparece el bebé en pantalla.

Recuerdo perfectamente la primera vez que llegamos a la clínica, la habitación oscura y fría, el médico me aplicaba el gel frío en la panza y yo estaba completamente asustada.

Gabriela tomó mi mano mientras miraba al visor frente a nosotros anticipándose a ver al bebé, fue mágico Indescriptible.

Cada latido de su corazón me hacía quererlo más, era mi bebé por dentro, y lo cuidaría con todo el amor y cariño del mundo, sin importar cómo viniera, lo importante era que sería bienvenido.

papá sustituto; trueno  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora