ellas

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—Aquí reunidas, lloramos e imploramos por su seguridad.

Era un objeto, un juguete para la diversión de todos aquellos. Roto en pedazos y vuelto a amarrar con nudos prietos que le prohibían moverse con seguridad. Otra vez estando en medio de todos aquellos niños que le sonreían con aprecio. Supuesto aprecio.

Estaba muerto. Wen Ning estaba muerto y estaba tan seguro como ello, que estaba aterrado. Si su corazón siguiera bombeando, si sus emociones siguieran en pie, desde hacía horas y días que hubiera estallado en lágrimas. Hubiera estallado en gritos de pánico y se hubiera arrastrado en el peor de los ataques histéricos que jamás hubiera tenido en vida. Temblaría, rogaría pero estando muerto, lo único que le perturbaba era la mente. 

Las niñas descalzas, peinadas con trenzas largas y flores moradas. Los ornamentos que colgaban en sus túnicas lilas y blancas le dejaban un sabor amargo en la boca. Era como ver un desfile de niños revoloteando por los muelles de Yunmeng. Era como ver cien lotos danzando en los lagos de agua tibia por el sol. Era como si, de alguna manera, estuvieran relacionando sus plegarias con aquellos. 

Aquellos...

—¡Que los cielos se abran hasta mostrar la luz! —las niñas alzaron los brazos, como quien quiere atrapar entre sus dedos las nubes blancas que tapaban las estrellas—. Haz que la luz del sol por fin regrese a nosotros. Que la tierra tiemble cuando de su boca escupa su alma. Que las flores se marchiten cuando de su raíz arranquen su alma. Todo aquel que se le plante llorara sus carcajadas y de sus lágrimas nacerán las nuevas reinas. En su mano carga su odio y en la espalda, sus rencores. De su boca escupe tesoros pero aquel que las levanta, solo mira una bruma negra gemela al de su alma. Míralo, ¡míralo! Que las puertas al nuevo mundo aterran al más pacífico de sus guerreros. Ni las brujas vuelan, ni los dioses vengan. 

—Protege a nuestro hermano —imploró otra, la más pequeña de todas que alzaba al aire un ramo de dalias. Sus manos se perdían entre los pétalos y sus dos trenzas le enmarcaban el rostro empapado de lágrimas—. Protégele de la bruja que lo asecha. Guíalo para que encuentre el camino de regreso a casa. 

—¡Que nos lleve con él! —gritó otra pequeña—, por favor, padre, ¡libéranos como a él!

—¿De qué hablas? —le chilló la mayor de todas—, ¡Su libertad es nuestra libertad! ¡Su gloria es la nuestra! ¡Su dolor también! —todas bajaron la mirada, las manos cayendo al igual que los susurros de las más alejadas. Era un regaño, una llamada de atención, un reclamo. —Estamos aquí para pedir por su seguridad, para pedir por él y nuestro propio bienestar. Si A-Yuan no regresa, saben perfectamente lo que significa. 

—Se enojará con todos —susurró una—. Nos comerá igual que a los otros.

Y desde su lugar, Wen Ning no pudo hacer más que escuchar atento. "A-Yuan, A-Yuan", aquel del que habían separado sin ser consciente de ello. Aquel que se le había sido arrebatado no una, sino dos veces. Un niño y después, un adolescente. Se fue, se esfumó como la neblina ocasional en el bosque que residía. Se le escapó como el agua entre sus manos. Se le fue así como su vida. 

Se lo habían llevado y la corriente de pensamientos le nublaba la consciencia. Todo comenzaba  a verse borroso. La fuerza de sus brazos parecía actuar por puro instinto. Eran parpadeos, segundos en los que veía a las niñas correr de un lado a otro. Reír y después llorar. Por borrones, entre ilusión, neblina y realidad, vio algunas bañadas en rojo. El lila de sus faldas se manchaba en carmín. Las trenzas enflorecidas se habían convertido en nudos incomprensibles para la poca razón que le dominaba. Los gritos le ensordecían por instantes y, después, solo el ruido de una espesa bruma. 

Cuando la luz de la luna volvió a bañarle, el terror que sentía como un déjà vu dejó de ser para con ellas. Las manos manchadas del líquido que sabía estaba tibio le hizo temer de sí mismo. Los cuerpos pequeños le rodeaban ahora tirados en la hierba, rodeadas de flores ahora pintadas de rojo. 

Dependiendo del punto en donde le miraras, la situación era... compleja. 

Con ellas tiradas en el suelo, muertas, y las cuerdas que antes le amarraban para quedarse quieto, rotas, podía huir. 

Ahora bien, ¿a dónde?




AlexG.

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⏰ Última actualización: Sep 14, 2022 ⏰

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