Capítulo 28. Defensora de su amor.

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     — ¡Dios! ¡Adam! ¡Ronald! ¡No! —exclamé, intentando detenerlos, pero era como querer separar a dos leones en plena lucha, ¡Suicida!

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— ¡Dios! ¡Adam! ¡Ronald! ¡No! —exclamé, intentando detenerlos, pero era como querer separar a dos leones en plena lucha, ¡Suicida!

Tiraron algunas fotografías cuando Ronald lo estampó contra la pared y Adam le asentó otro golpe en la quijada.

— ¡Deténganse! —grité desesperada, al borde de despertar la locura.

Adam lanzó de nuevo su puño, pero Ronald esquivó el golpe para estrellar su puño en la mejilla de Adam. Casi se subieron a la mesa del comedor, Adam en ella y Ronald sobre él para golpearlo a su merced pero mi hermano lo sujetó por las piernas para irse sobre él hasta el suelo.

— ¡No! ¡Paren! —grité desesperada ¿Cómo iba a detenerlos?

De solo intentar acercarme cabía la posibilidad de salir golpeada y ninguno de ellos me escuchaba, era como si solo ellos estuvieran inmersos en su pelea, olvidándose de su alrededor.

— ¡Por favor, basta!, ¡Basta! —exclamé furiosa—. ¡Deténganse!

Ronald tenía en su poder a Adam, ambos en el suelo y mi protector no dejaba de soltar puñetazos, estaba segura que era todo lo que tenía guardado para él. Mi hermano intentó quitárselo, pero fue inútil, Ronald lo tenía sometido y totalmente dominado que corrí hacia ellos para acabar con esto.

No tuve de otra más que golpear a Ronald con un pie y lanzarlo con todas mis fuerzas, chocó contra la pared y provocó que un cuadro que colgaba se tambaleara y cayera. Ronald apenas lo esquivarlo. Él volteó a verme con asombro mientras que Adam empezó a respirar con regularidad y escupió algo de sangre.

Se levantó del suelo, mirándome con una expresión que mataba a cualquiera por el miedo. Se había llevado algunos golpes de mi hermano, pero no salió tan lastimando como Adam.

— ¿Por qué? —preguntó Ronald airado.

No le gustaba que lo golpearan, pero si no lo detenía, Adam estaría peor.

—Lo ibas a matar, idiota —lo dije sin pensar y fue demasiado tarde para rectificarme.

Adam se levantó.

— ¡Largo de mi casa! —exclamó aún capaz de moverse, empujó a Ronald y él apartó las manos de Adam de su cuerpo.

— ¡Quítame tus putas manos de encima! —reacción Ronald furibundo.

Salió del comedor y mi instinto fue seguirlo.

—Aurora, quédate aquí —ordenó Adam.

— ¡No! ¡Eres un cretino, Adam!

Tenía que darse cuenta que Ronald no era malo, simplemente su vida era complicada y muchos no entraban a ella por lo mismo.

—Ronald  —lo llamé pero no se detuvo—. Ronald.

2º COLISIÓN: para siempre te protegeré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora