La caída de Lucifer - Capítulo 4.

115 0 0
                                    

Nos dirigimos hacia la casa en busca de mi madre y hermana, las cuales se encontraban un poco aterradas por lo que había sucedido. Esta vez mi madre tenía un semblante algo confuso como si algo ocultara, miraba a Jefferson de una forma diferente, sus ojos no se despegaban de él, mientras hacíamos los preparativos para ir a un lugar más seguro, recogimos cuanto pudimos y nos subimos al auto de mi madre, pero antes de nuestra partida Jefferson roció el auto con agua bendita.


Al salir por la parte trasera se podía observar las decenas de demonios queriendo atacar la casa y cuando nos vieron en el auto, tratando de escapar, se nos echaron encima como bestias indomables, pero gracias al agua bendita nada nos podían hacer.


En la cara de mi madre todavía estaba esa preocupación, entonces le pregunté: 


-¿Madre a que se debe esa cara de preocupación? Yo sé que esto es totalmente ilógico, pero Jefferson nos protegerá — dije.


-No es eso Dave, solo... es que esto lo viví antes, no de esta forma pero algo similar — dijo mi madre.


-Pero, ¿Cómo? ¿Nos estás ocultando algo? — dije.


-Cuando estemos en un lugar seguro te lo diré — dijo ella.


La curiosidad me invadía completamente y tenía esa intriga rondando en mis pensamientos, solo estaba más confundido que nunca.


-Ya estamos por llegar al lugar que les dije Dave — indicó Jefferson.


Al doblar hacía la izquierda por aquella calle algo extraña, nos topamos con una capilla.


-Ahí es — indicó nuevamente Jefferson.


-Es el lugar más seguro donde podemos estar. 


-Pero ¿Y los demonios? — pregunté.


-No hay problema, el sol ya se asoma al horizonte y los demonios no salen a la luz del día, pero siempre hay que estar preparados — dijo Jefferson.


Aquella capilla era imponente, no muy grande pero desprendía una esencia de soledad como ninguna otra. Se podía observar su pintura algo gastada, ventanas medias y una puerta que daba la impresión de no poder pasar ni con un tanque de guerra.


Hasta que por fin a la luz día, Jefferson abrió la puerta.


Al entrar, solo estaba iluminada con la luz proveniente del sol. Se podían observar bancos vacíos y gastados por los años y al final del pasillo la imagen de Jesús crucificado, representada en una escultura de yeso de aproximadamente 2 metros de altura, a su lado la virgen maría.


En el techo de aquella imponente capilla había piedras que conformaban entre sí, las imágenes de otros santos que resguardaban aquella morada de las tinieblas de satanás. 


Nuevamente Jefferson rezó e hizo una oración para proteger la capilla, ese lugar sería nuestro resguardo, mientras todo se calmaba.

La Caída de LuciferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora