VII.

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En la profundidad del mar camino a la Isla Gyojin.

Las corrientes submarinas hacían casi todo el trabajo pesado llevando al barco suavemente a través de ellas. El barco parecía estar en automático siendo guiado a la isla.

A pesar de estar decenas de metros bajo el agua, la luz aún seguía golpeando en aquel lugar permitiéndole a los tripulantes observar una hermosa escena.

La vida marítima.

Como si estuvieran en sintonía con el silencio de la profundidad del mar, los piratas parecían estar sumidos en sus pensamientos.

La mayoría de ellos se hallaba en la proa. Revy, en lo más alto de la vela principal, actuando como vigía a pesar que se encontraba durmiendo.

Zaraki seguramente estaba perdido en algún lugar del barco.

El resto de tripulantes escuchaban atentos las aventuras que Konohamaru contaba. Como cualquier niño emocionado, el muchacho corría por toda la proa imitando ataques y demás según su relato avanzaba.

Ninguno sabía si aquello que contaba eran mentiras o verdades. Sin embargo, una peculiaridad de Konohamaru, era que sus mentiras tendían a volverse realidad con el paso del tiempo.

Desde el timón, Sasuke los observaba con una mirada relajante sonriendo de vez en cuando ante las payasadas de Konohamaru.

- Los tres años han pasado demasiado rápido, que problemático-

Al lado de Sasuke se posicionó Shikamaru encendiendo un cigarro.

- Todos se han vuelto muy fuertes- expresó Shikamaru soltando un poco de humo.

- Eso parece- respondió Sasuke desviando la mirada por un segundo hacia el pelinegro para luego volver a mirar al resto de tripulantes.

- Estás pensando en algo, ¿verdad, vice-capitán?- preguntó y afirmó Shikamaru.

Sasuke solo sonrió cerrando sus párpados.

La sonrisa comenzó a transformarse en una nostálgica recordando el primer día en el que conoció a Naruto.

X~X~X

Tierra de Wano. Hace cuatro años y medio.

¡Clank! ¡Clank!

El brazo subía y bajaba golpeando con el martillo el metal al rojo vivo. Con cada martillazo dándole forma, dándole vida, comenzando una historia.

El sudor bajaba por todo su rostro concediéndole cierto brillo a la piel. La misma transpiración había provocado que varios de sus mechones negros se pegaran a su frente dificultando su tarea.

La parte superior de su vestimenta, una yukata, se hallaba en su cintura dejando a la vista su torso.

El chico no debería superar los quince años de edad.

¡Clank! ¡Clank!

El martillo siguió golpeando dándole más forma a lo que parecía la hoja de un sable.

La gente caminaba pasando al frente de él ignorando su trabajo. Solo algunos se detenían o desviaban la mirada para observar el trabajo del muchacho.

Aquella escena no era inusual de ver. Después de todo el muchacho trabajaba en la calle.

- ¡Ohhh! ¡Vaya técnica! ¡Seguramente será un sable hermoso!-

El chico detuvo su martilleo ante el cumplido. Alzando su mirada se encontró con una figura cubierta por una capa y encapuchada.

- Mi familia se dedica a la herrería- exclamo el chico señalando de donde venía su habilidad.

Voluntad Heredada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora