XXIX

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Un día, Kalena había amanecido de la mejor manera. Al otro día todo eso había desaparecido.

Nolan había observado todo el proceso desde lejos.

Desde el día en que atacaron la Provincia del Oeste y Doss había llegado con la noticia de la tragedia en su familia. Desde la noche en que había besado a Kalena había visto todo de lejos.

En su defensa, debía de pensar absolutamente todo.

Empezando por qué demonios había hecho todo eso.

Todo había marchado de forma correcta cuando la había llevado a su habitación debido a que no podía hacerlo por sí misma. Había hecho eso cada día desde que había despertado luego del ataque en Nahobian, había cuidado su puerta día y noche, la había ayudado a moverse junto al grifo...

En qué momento todo se desvirtuó y terminó besándola como si su vida dependiera de esos besos. Como si estuviera hambriento de la Princesa.

Que los Dioses lo protegieran del futuro, porque había disfrutado besar a Kalena como nada en el mundo. Había disfrutado sentir esos labios calientes sobre los suyos, el tacto de ella en sus brazos y en su cuello.

Cada pequeño segundo de ese corto y eterno momento.

Pero había estado pensando seriamente porque lo había hecho, por que lo había pensado siquiera la primera vez cuando decidió alejarse antes de que la Princesa volviera a llamarlo.

No sabía con exactitud por qué lo había hecho. Pero si sabía algo, lo volvería a hacer, sin dudarlo un solo segundo.

Fue por eso que al segundo día de esa noche, cuando oyó el grito de Evelyn corrió con todas sus fuerzas hacía la habitación de la Princesa para solo encontrar a la madre de Kalena y Khowan llorando en el mar.

Khowan llegó segundos después, alarmado por los gritos de su madre. Gritó a los soldados que trajeran urgentemente a una curandera. Y mientras intentaban despertar a Kalena que no parecía querer dar una señal de vida Nolan vio la línea negra que subía por su brazo medio cubierto por las mantas.

Rápidamente se acercó a la cama y tomando todas las mantas y pieles destapó por completo a la Princesa mostrando algo que congeló a todos en su lugar, incluso a la curandera que estaba llegando a la habitación con un bolso de cuero.

La herida de su pierna, cubierta de lienzos, estaba mal... Del centro de la herida aparecían líneas negras que recorrían todo el cuerpo de Kalena hasta llegar a su estómago y antebrazos.

La mujer que había sido llamada por Khowan sabió a la cama para llegar con más facilidad a la Princesa y mientras el Rey consolaba a su madre que intentaba calmar su llanto la curandera quitó los lienzos que cubrían relevelando el aspecto negro y verdoso de la herida.

No hizo falta que alguien le dijera a Nolan que era esto, era magia.

Fueron varios minutos en los que se analizaron a Kalena, para ese entonces, Evelyn ya no lloraba pero la preocupación y la tristeza desbordaba en todo su rostro, Khowan aún la sostenía. Deker había llegado poco después y estaba sentado en uno de los sillones observando la escena en silencio. Bess no estaba aquí, había sido enviada ayer a Ethesbba a supervisar los barcos de kipia.

Nolan observó la habitación hasta que su mirada se detuvo en la enorme alfombra azul y verde, donde las escamas plateadas de Nigel brillaban debido a la tenue luz del Sol que se colaba por las ventanas del lugar. Con el ceño arrugado, se acercó al animal y al ver que este no se movía se agachó junto a este.

Comprobó que respiraba cuando sintió el aire salir de su nariz, aunque suave y tranquilo, pero respiraba. Cuando abrió mínimamente la boca de la bestia y tocó la lengua lo supo.

El Trono de Hielo #2 (TERMINADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora