Mi mamá es una maniática del control.
Sí, si tuviera que describirla en unas pocas palabras esas son las que usaría. Ella aun conserva esos monitores para bebe en nuestras habitaciones que se activan cuando: la luz de la habitación permanece encendida después de las diez, la televisión permanece encendida después de las nueve, hay alguna voz masculina (o femenina para Nathan) en la habitación y cuando hay risas o pausas largas cuando se supone que debemos estar haciendo la tarea.
Mi mamá está loca. Desde que papa se divorció de ella hace más de un año mi hermano y yo somos la fuente de toda su atención. Afortunadamente, ya que mamá es enfermera, tiene diferentes horarios de trabajo y casi nunca está en casa, lo que deja a Jules como mi encargado. Y mi hermano, por maldito que sea, me deja en paz cuando lo necesito.
Esta tarde cuando la encuentro está usando un traje azul marino y zapatos de tacón alto. Parece más delgada de lo que recuerdo, pero su rostro está radiante, con un maquillaje discreto y sin bolsas alrededor de sus ojos castaños a pesar de los desvelos. No puedo evitar lucir recelosa cuando besa mi mejilla y pasa un brazo por encima de mis hombros.
Esa no es su "yo" natural.
—Vas a venderme a los traficantes de órganos, ¿verdad? —le digo. Ella se ríe en voz alta, su risa tintinea como el chocar de vasos de cristal.
—No seas tonta, cariño.
Mamá dice que tengo un humor tan negro como mi cabello, y a pesar de que la mayoría del tiempo me reprime por las cosas que digo, también sé que alguna vez la divierte.
—Es en serio mamá, pareces feliz...
¡Ups! Recordarle lo infeliz que es no me va a llevar a ningún lado. Trato de aligerar mi tono sonriendo, y a pesar de lo extraño que parezca, ella sonríe también.
—No soy una vieja amargada, cielo. —Palmea mi espalda—. Sólo me aseguro de tu bienestar y el de tu hermano.
Eso me hace rodar los ojos, pero aun así digo: —Por supuesto.
Ella quita su brazo de mi hombro y toma mi mano para que el frenesí de compras comience. A veces me hala, a veces me empuja, a veces discute acaloradamente con los empleados por algún producto que no es de buena calidad y tiene un precio exorbitante. Todo eso mientras me arrastra sin soltar mi mano y me pide opinión para cada cosa que —tal vez— quiere comprar.
No es hasta varios minutos más tarde, después de visitar aproximadamente... todas las tiendas para hombres en el centro comercial, cuando me doy cuenta del por qué estamos ahí en primer lugar.
—¡Mañana es el cumpleaños de Jules! —grito.
Mi mamá me observa como si hubiera perdido la cabeza, sus labios pintados de rojo forman una media sonrisa.
—¿Lo olvidaste?
Mi gran sonrisa es automática. —No... sólo quería gritarlo a los cuatro vientos.
—Por supuesto.
La Sra Kloss, después de haber visto cada pieza de ropa de cada tienda, cada reloj o anillo de cada joyería, cada tontería para su computadora o auto, al final se decide por una enorme agenda con tapa de cuero que a mi hermano le va a provocar un derrame nasal.
Ella pasa los dedos contemplativamente por el material, sonriendo mientras lo hace.
—¿Qué te parece? —pregunta, triunfal.
—Genial. —Levanto mi pulgar para dejarle saber lo mucho que me gusta.
Cuando ella nota que aun observo las tiendas sin sacar las manos de los bolsillos de mis jeans, me frunce el seño y me hace parar.
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Dicen que es A.M.O.R
ComédieJulieta Kloss no cree en el amor... O eso es lo que ella dice. En el Instituto San Javier tiene una identidad secreta conocida como La Vendedora de Romances, una traficante de cartas. Aunque solo dos personas conocen la verdadera identidad de La Ven...