Cada noche, cada noche era contar ciento cincuenta y siete pasos hasta llegar a la puerta de la cripta de los Kainhet. Desde allí eran otros ochenta y dos hasta llegar al salón donde estaban los diarios de su madre.
Y todo eso para entrar a una habitación, la habitación donde estaba la fuente del escudo de Kainhet, la cual no tenía forma de romperse ni nada.
En fin, doscientos treinta y nueve pasos en vano.
Pero Arani no se rendía, no aún, no ahora que ya tenía la llave para terminar su plan. Solo faltaba encontrar la manera de poder girarla y abrir la puerta.
Se sentó finalmente en el suelo suspirando mientras se quitaba el cabello del rostro. Esto era exasperante.
Había tocado cada piedra de la habitación, había iluminado cada pequeño espacio buscando algo, había mirado dentro de las jaulas llenas de huesos y escudos raros, claro que luego de eso siempre terminaba vomitando... Aire, porque no era mucho lo que tenía en el estómago. Había buscado en el mismo pilar donde la luz parpadeaba y parpadeaba, pero tampoco había nada.
Cuando probó con tocar la esfera roja que tocaba la luz, un rayo o algo así la lanzó por el aire estampándola contra una de las paredes. Había revisado los otros diarios con la esperanza de que su madre hubiese dejado algo en alguno de todos ellos.
Si bien ella le había dicho que jamás había entrado quizá sabía cómo romper el escudo y no tenía idea de que lo sabía, quizá lo había olvidado.
Quizá debía dejar de intentar solo por esa noche, quizá debía intentar dormir un poco.
Y eso fue lo que hizo, se levantó del suelo, se sacudió el polvo del golpe y observó el raspón de su brazo provocado por la misma caída de hacía pocos segundos y salió de la habitación que se cerró detrás de ella. Otro poco de sangre al suelo y ni una solución.
Caminó hacia la torre nuevamente intentando ignorar el dolor de sus pies debido a la pelea con Arsel, pelea en la cual él no solo le había cortado un tendón para sacarla de la pelea. Había ido con todo y le había cortado ambos tendones y además, la había apuñalado en el hombro.
Para luego casi apuñalarla en el pecho, o al menos fingir eso para que el Rey supiera que si no detenía la pelea él la asesinaría sin parpadear, cumpliendo su orden a la perfección, matar.
Manera sutil de hacérselo saber... Pero creíble al menos.
Cuando llegó finalmente a la torre, caminó lentamente hasta la pared donde solía dormir, si es que dormía claro está, se recostó en ella aún sintiendo el golpe de la caída en su cuerpo además de el resto de sus heridas.
Apenas pudo tener unos minutos antes de observar por su ventana que el sol comenzaba a salir. Y eso significaba una sola cosa, vendrían por ella, seguro la pondrían a trabajar.
Debió pasar al menos una hora, aproximadamente calculó, antes de que la puerta se abriera y un soldado. Aún así, continuó mirando el muro de piedra mientras comenzaba a apagar una a una todas las cosas de su cuerpo. Su rostro, sus expresiones, sus emociones, sus reflejos, sus dolores.
Absolutamente todo.
Casi, solo un poco más y se parecía a la Arani de muchos años antes de ir a Ikhia era que hacía cada pequeña cosa para complacer al Rey y a los Príncipes con la idea de encajar un poco y sentirse parte de una familia que nunca iba a encontrar en ellos.
Si tan solo se lo hubiesen avisado antes. Se hubiese ahorrado muchos años, quizá podía haber pensado en escapar de Kainhet, llevarse a Damir en ese entonces, a Kara, pensar en llevarse a Erik y quizá él podría haber traído a su familia con él aunque ella no los conociera en lo absoluto.
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El Trono de Hielo #2 (TERMINADO)
FantasiEl invierno llegó. Pero no el que todos esperaron. Ilhea fue atacada por Kainhet y Arani fue secuestrada por el Rey. Ahora, ella lucha contra el peor de los monstruos, su padre. Y tendrá que ser más fuerte que nunca para enfrentarse al peor de sus i...