Miroku Hoshi reprimió un bostezo y miró su reloj. La reunión en el Ministerio llevaba ya tres horas de duración y se prolongaría otras tantas si no la interrumpía. Bonlam fue llamado por el Primer Ministro y designó a su asistente para que la presidiera... un joven decidido a demostrar a sus superiores la profundidad de su análisis, lo cual significaba que estaba revisando todos y cada uno de los detalles.
La ágil mente de Miroku pronto se fastidió. Sus pensamientos empezaron a divagar y su carácter... muy alterable en el mejor de los casos, estaba llegando a los límites de su tolerancia. Pero había aprendido a controlarlo... en situaciones de trabajo, por supuesto, se dijo, recordando con amargura la debacle en el jardín la tarde anterior. Este autodominio lo hizo, en el breve lapso de diez años, convertirse en la cabeza de una de las empresas constructoras más importantes del mundo, ¡y vaya si eso requería control!
Pero ningún contrato había requerido tanto como éste. Y ahora, para empeorar las cosas, escuchó rumores de que Bonlam había caído de la gracia del Primer Ministro y que su asistente ocuparía su puesto.
Miroku vio que eran las cinco cuarenta y cinco. A menos que interrumpiera la reunión, ésta se prolongaría indefinidamente. Reuniendo sus papeles en un movimiento brusco, señaló con frialdad:
- El señor Bonlam tiene todos los costos adicionales hace más de un mes. Los he discutido con él y no considero útil volver a analizarlos.
Con el rabillo del ojo, vio que Inuyasha Taisho trataba de reprimir una sonrisa y le lanzó una mirada de advertencia.
- El señor Hoshi tiene razón. Sólo estamos bordando sobre lo mismo.
- Sólo quiero establecer las reglas del juego para mi propio beneficio -replicó el asistente, cauteloso-. Ustedes están conscientes de que hay muchas empresas interesadas en el contrato.
- Estoy seguro de que no encontrará mejor propuesta -afirmó Miroku-. Y, para ir al punto, nosotros somos honrados y contamos con una gran experiencia. Vea nuestro historial y compruébelo usted mismo. Sería inútil construir una carretera que esté inservible dentro de cinco años.
- Lo reconozco -aceptó el tailandés-, pero...
- Somos los mejores en el negocio -lo interrumpió Miroku, cerrando su portafolios de un golpe y, luego de desear las buenas noches al hombre, se levantó y abandonó la reunión.
Inuyasha Taisho, varios años más viejo y de estatura bastante más baja que la de su jefe, lo alcanzó en el pasillo.
- Fuiste un poco brusco, ¿no te parece?
- No tanto como me hubiera gustado serlo. ¡El individuo no es más que un pedante! De dejarlo seguir, nos habríamos quedado toda la noche.
- Lo cual no me habría congraciado en nada con mi esposa -murmuró Inuyasha-. Le prometí que ésta sería una segunda luna de miel.
- ¿Disfruta Kagome de Tailandia? -preguntó Miroku riendo.
- Mucho, pero Moroha ya se ha fastidiado de la vida en el hotel.
- ¿Moroha? Oh, sí. Había olvidado que la trajeron con ustedes.
- ¡Eso es lo mismo que Kagome me dice! -fue la respuesta-. No tiene niños de su edad con quienes jugar y se ha vuelto un tanto salvaje.
- ¿Qué edad tiene?
- Ocho años.
- No la he visto desde hace tres años. Grave error de mi parte -comentó Miroku haciendo un gesto.
- En más de un sentido -el hombre de mayor edad hablaba con la confianza que sólo da una amistad larga y estrecha-. Trabajas mucho, Miroku.
- Me doy momentos de relajamiento -fue la respuesta tajante-. ¡No soy ningún ermitaño!
- ¡Oh, eso! -respondió Inuyasha con tono despectivo-. Necesitas una relación formal con una mujer. Algo que sea duradero y excitante. ¿No te has cansado del "tira lo viejo y adelante con lo nuevo" después de tantos años?
A punto de lanzar un "no" definitivo, Miroku se contuvo.
- Pues, sí, ahora que lo mencionas, ¡pero pensé que era porque me estoy haciendo viejo!
- ¡Tonterías! Sólo es que ya estás cansado de la caza constante y de la rutina de siempre. Consíguete una mujer, la indicada, por supuesto, y verás cómo regresa tu libido.
- ¿Y dónde encontraré a la indicada? -preguntó Miroku.
- ¡Escuchemos a un cínico! -señaló Inuyasha con un movimiento de cabeza-. Una vez que te decidas a casarte, pronto encontrarás a la que buscas. Pero mientras sigas corriendo como un conejo asustado, nunca lo harás.
- No estoy asustado, Inuyasha; sólo estoy siendo cauto respecto a asumir un compromiso definitivo.
Llegaron al vestíbulo y abordaron el auto que los aguardaba.
- ¿Crees que consigamos el contrato? -preguntó Taisho cuando se incorporaron al tránsito de la avenida.
- Tenemos la mejor oportunidad. Nuestra nueva fórmula para el concreto nos permite cotizar un precio en extremo atractivo. A propósito, si lo conseguimos, quiero que estés aquí para mantener los costos bajos. Eres la mejor persona con que cuento.
- Te agradezco que lo digas.
- No te estoy haciendo ningún cumplido. Sólo son los hechos. Te lo diría también si considerara que no puedes con el compromiso.
- ¡No se te conoce como el "sincero Hoshi" nada más porque sí!
- Al final de cuentas, es la mejor política -repuso Miroku, para luego agregar-. Entre los hombres, por supuesto. Las mujeres no piensan igual. Prefieren que finjas con ellas.
- Eso es porque no concurres a los sitios indicados. ¡Deja de frecuentar los círculos sociales más elegantes y empieza a cortejar a una chica del área de Bromley!
Miroku rió de buena gana. Cuando Inuyasha llevaba la conversación por esos rumbos, era mejor no discutir con él. Contempló al hombre que había sido su asistente desde hacía diez años. Poco sabía de su vida personal, si bien se habían reunido con Kagome en algunas ocasiones en Inglaterra y cenaron juntos una noche en Bangkok.
Miroku se quedó viendo el tránsito. ¿Ya habían pasado diez años desde que estableció su empresa? ¿Diez años desde que salió furioso de la oficina de Naraku Spider, jurando que nunca volvería a trabajar para nadie?
"Volverás arrastrándote", rugió el viejo Spider. Pero nunca fue así. En vez de ello, inició su propia empresa, llevándose a Inuyasha con él.
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Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)
Hayran KurguQuería una aventura con Sango para pasar el tiempo mientras esperaba en Bangkok que el gobierno tailandés le otorgara un contrato de construcción; y para él sólo sería eso... una aventura breve sin compromiso. Sango no podía aceptar tan egoísta acti...