𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟎𝟔: Sabes que nunca tuve límites

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❛ I'm an angel

tell me, what you mean by that? ❜


𝟎𝟔.

𝑽𝑶𝑺𝑭𝑰𝑳𝑳 𝑴𝑶𝑹𝑻


—Es como si... a él sólo le importasen todos, pero nunca yo.

Las palabras de Keith Wayne siempre se presentaban como enigmáticas de algún modo ante Adama, pero esa resultaba la primera sentencia clara y perfectamente direccionada hacia un único sujeto. La sala de interrogatorios número dos llevaba demasiado tiempo escuchando todo tipo de historias, y sin embargo esa seguiría siendo la única sentencia sincera a la par que peligrosa que abandonaba los labios del Comisario, aun cuando iba contra su superior.

—Contradictorio, cuanto menos —resopló la psicóloga, mirando directo a los ojos de su paciente—. Dime, ¿crees que esto que sientes viene exclusivamente de Merwick, de algo que él hace o dice?

—Verá, sé que no lo nota todavía, pero el Super es extremadamente frío.

Adama asintió ante su sarcasmo. Por supuesto que lo notaba, no había nada más claro en ese hombre.

—Creo que nos hemos salvado mutuamente más veces de las que contaría con los dedos de la mano, ¿pero tiene idea de cuántas veces nos abrazamos? ¿O si alguna vez se tomó la molestia de preguntarme cómo estoy, qué siento o pienso de todo lo que sucede en la isla? —Ese día, el Comisario se veía más afligido de lo normal, y lo manifestaba a la perfección en sus palabras. Como si llevara días dándole vuelta al asunto, hablaba de pausa en pausa—. Sé que somos personas duras. Nos toca serlo. Lo que tuvimos que pasar nos ha vuelto así. La vida que llevamos nos impide sentir. Lo limita todo. Pero desde entonces lo siento tan, tan lejano, tan... ni siquiera sé cómo decirlo. O qué palabra sería suficiente para describirlo pero, Adama, Merwick murió hace un año. No reconozco el fantasma que habita la comisaría desde entonces.

Alguien más mencionaba ese período de tiempo que para Adama empezaba a ser frecuente, aun cuando nadie nombrara con especificidad qué era lo que había sucedido. También había aprendido por las malas que preguntar no servía. Estaban condicionados a ignorar el tema o a responder «lo de siempre».

—Podríamos decir que sientes que él nunca reconoce todo lo que haces por él.

—¡Qué va! —exclamó Keith—. Lo único que sabe ver es siempre lo malo. La cagué con Devon, por ejemplo, y estoy profundamente arrepentido por ello. Pero no vivo cometiendo esa clase de errores todos los días, aun cuando se sintiera como si sí.

—Él te hace sentir como si fueras...

—Miseria —completó por la mujer, y al pronunciarlo en voz alta, resultó sentirse como si por fin cayera en algo que llevaba tiempo intentando entender—. Para Merwick, todo lo que hago es una miseria.

Adama Howell permaneció unos minutos en absoluto silencio, sin hacer nada más que mirarlo. Analizarlo. Algo en ella luchaba por salir, por decir lo que quería, mientras que otro se mantenía en el deber, en lo que era consciente de que mantendría el orden sin causar problemas.

Pero quizás estaba demasiado cansada de contenerse como para seguir haciéndolo.

—A lo mejor deberías ir y enfrentarlo —sugirió con sumo cuidado.

—Nadie lo ha hecho nunca.

Lo sensato habría sido terminar la conversación ahí. Sin embargo...

—¿Quién mejor que tú, entonces? —presionó, y aunque lo ocultó a la perfección, sus dedos temblaban de los nervios—. Eres su mano derecha. El único al que escucha en este lugar. Keith, no se me ocurre nadie más indicado en esta situación para hablar con él.

NEVADA: Las dos caras del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora