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-YoonGi -había dicho, y el tono de su voz me indicaba que estaba a punto de pedirme un favor que yo no estaría dispuesto a conceder-. Estos libros están en un estado espantoso, y me preocupa que los hayas descuidado en mi ausencia.

Era una idea absurda; debería haber sabido que algo iba mal en cuanto las palabras salieron de sus labios carmesí. Pero, en cambio, mordí el anzuelo.

-¿Estás cuestionando mi cuidado de esta biblioteca? -pregunté con la mayor suavidad posible.

La risa tintineante de JiEun revoloteó hacia mí; a veces aún puedo oír su sonido en las profundidades de la biblioteca, tantos siglos después.

-Oh no, esposo, sólo estoy sugiriendo que tu falta de cuidado está empezando a notarse... y en mis libros favoritos también...

Recordé cómo el tono de su voz se había apoderado de mí, y cómo me había enfurecido que siquiera sugiriera tal cosa.

-¿Qué intentas decir?

JiEun había olfateado a su elegante manera y había cogido un libro de la pila. Lo abrió con dedos lánguidos y empezó a pasar las páginas. La encuadernación de cuero crujió suavemente cuando su mano la acarició y yo sólo pude rechinar los dientes con frustración mientras ella permanecía en silencio, fingiendo leer las palabras cuidadosamente entintadas.

-Sólo soy tu esposa durante seis meses al año. -dijo pensativa.

-Eres mi esposa todo el año. -dije con los dientes apretados.

-¿Es así? -Dijo sin mirarme a los ojos-. Mis hermanas me dicen que pasas gran parte de tu tiempo en la tierra, asociándote con los mortales...

-Tus hermanas...

-Sí -me interrumpió-. Mis hermanas. Tal vez eligieron correctamente permanecer solteras. Al menos no se decepcionarán con su cónyuge...

-Cada día te pareces más a tu madre -fue todo lo que pude decir-. No necesito demostrarte mi fidelidad. Ni lo haría si me lo pidieras.

JiEun arrancó lentamente una página del libro; el sonido de las fibras de pergamino separándose de la encuadernación me rechinó en la columna vertebral; una ira ardiente me quemó el pecho cuando la vi dejarlo caer sin ceremonias al suelo de piedra. Tomó otra página entre sus delgados dedos y repitió su acción. Arrancó lentamente la página del antiguo libro, que reconocí como un regalo que le había hecho hace muchos años.

-No... siempre has sido absurdamente reservado con tus conquistas. No como tus hermanos. -dijo. Su voz era tranquila y arrancó otra página y la dejó caer al suelo con las demás.

-Ahora me pregunto si has estado hablando con HyeJin. -dije. Podía oír la voz estridente y enfadada de la esposa de mi hermano en cada palabra de JiEun. Esta era su discusión, no la de mi esposa. La luz de las velas brillaba en la corona de trigo dorado que adornaba la frente de JiEun. Una corona que solía dejar a un lado cuando comenzaba su tiempo conmigo. ¿Cómo no me había dado cuenta?

-¿Y si lo he hecho? -preguntó-. ¿Qué palabras has dicho por última vez a la Reina del Cielo?

Apreté los dientes y fulminé con la mirada a mi esposa. Nunca me inclinaría ante HyeJin, y ella lo sabía. Todos lo sabían.

-Ella sabe muy bien las últimas palabras que le dije -dije con una sonrisa. Las recordaba bien- Lárgate de mi biblioteca, moza.

-Quizás deberías haber sido más cuidadoso. -dijo ella, cerrando el libro bruscamente.

-¿Y qué se supone que significa eso?

-La memoria de HyeJin es larga, y es más rápida para enfadarse que para olvidar.

𝖁𝖆𝖑𝖑𝖎𝖈𝖊𝖑𝖑𝖎𝖆𝖓𝖆 𝖎𝖓𝖊𝖋𝖆𝖇𝖑𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora